Revista Cultura y Ocio

Galería de favoritos 94 / Coronel Kurtz

Por Calvodemora
Galería de favoritos 94 / Coronel Kurtz


Este hombre es un dios, pero la deidad vive sola, piensa sola, se duele sola la debilidad de sus hijos. La felicidad consiste en la presencia de un intruso. El dios en su laberinto se explaya en el relato de la proeza de su reino. Le cuenta al intruso que la soledad hiere y, al modo en que la soledad humana lo hace, termina enloqueciendo a quien la sufre, aunque el herido sea un dios. Estos días he releído a Conrad y me he prometido que en cuanto la tenga a mano, no será pronto, creo, me meto una dosis de Kurtz, una de Coppola, una de helicópteros ametrallando valkirias, una de Jim Morrison contando que se acerca el fin. Al final del viaje está Kurtz, está esa locura suya de hombre convertido en el único hombre o de dios convertido en un único dios. A Willard, un Caronte moderno, le dan orden de que entre en el infierno y cace al desertor. El Mekong es el Aqueronte. El barquero conduce su propia barca. Cada que el inframundo abre sus fauces suena música hippie. Es una emisora de radio en la jungla. No hay muchas. Sólo la escuchan los elegidos, los que van a morir o los que van a enloquecer. Kurtz libera a Willard. Le dice: márchate, no has visto nada, no contarás nada, no has dado conmigo. Willard se queda allí, aunque regrese. Ha sido ganado a la causa. Ya no es héroe, ha sido despojado de sus atributos heroicos, se ha convertido en un adepto, en un parroquiano, en un sirviente.  La fascinación por el coronel Kurtz en Apocalypse Now es continua: no se arredra, gana conforme la trama avanza. Desde que se le nombra (él es el huido, el coronel que decide abandonar su tarea y desaparecer en la selva) hay una especie de atracción blasfema hacia ese personaje. No es pura, no es limpia, a eso me refiero. Kurtz es real y es onírico. La realidad que le circunda es difusa, no se sabe bien si es una alucinación colectiva o es propiedad únicamente de quien la contempla y la cuestiona. 


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