Revista Cultura y Ocio

Galerías de favoritos 21 / Johann Sebastian Bach

Por Calvodemora

Galerías de favoritos 21 / Johann Sebastian Bach
Sin Bach, la teología carecería de objeto, la Creación seria ficticia, la nada perentoria. Si alguien debe todo a Bach es sin duda Dios.
(Cioran)
"Al oír la música de Bach tengo la sensación de que la eterna armonía habla consigo misma, como debe haber sucedido en el seno de Dios poco antes de la creación del mundo".(Goethe)Al principio fue el pecado, el peso hueco de la culpa, la baba oscura de los dioses. Luego se construyeron las catedrales. Una catedral se mide por el hambre y el padecimiento de quienes las construyeron y por la fascinación eterna que causa en quienes las miran desde afuera, embebecidos de pequeñez, convertidos en piezas de un mecano gigantesco que no se alcanzan a entender por mucho que crean o descrean. Yo me tengo por un descreído feliz y no albergo sustancia reprobatoria que me aleje de esa idea primaria, pero me inclino todo lo que puedo ante el asombro de las catedrales. Cuando las veo, pienso en el sufrimiento y en la injusticia, en Dios y en el hombre, en la fe y en su ausencia, en la vigilia de los siglos y en la absurda cuenta del tiempo. Y el hecho de que a veces estén cerradas conmueve más si cabe. Las catedrales no deberían cerrar nunca. Como si fuesen cajeros automáticos. Pienso en la belleza protegida, en toda esa opulencia cerrada al público, gobernada por el clero, que es un administrador ciego y torpe. No entienden lo que tienen a su cargo, no saben mucho más del templo en el que se postran que nosotros, incluso nosotros, los que no tenemos la homilía ni la derecha del Padre. Una catedral es una tentativa de infinito, un poema cósmico, un libro en el que caben todas las almas. El hecho de que existan justifica que haya Dios y la salvación sea el reclamo de las liturgias, que se obcecan en las mismas mecánicas frases. No hay frases, no debiera haberlas, debiera bastar el peso de las piedras, su volumen, la antigua nombradía de sus sombras y de sus luces. Bach es una catedral. Anoche pensé en todas las catedrales del mundo. Fui pensando con meticulosidad en las que he visto y en las que conozco de oídas o he admirado en libros o en películas. Bach es el hijo de Dios, su más adorado hijo, el primero y el elegido, una especie de Adán iluminado y fiel. Hasta se puede concebir la idea de que Bach es Dios o Dios es Bach. No creo que esté blasfemando. Nadie que crea en Dios me reprobaría. Se escucha a Bach y se escucha la respiración de Dios. La música religiosa, la sagrada, la litúrgica de la Misa en si menor, ennoblece mi espíritu, poco sensible últimamente. No sé si Bach ya estaba ciego cuando la compuso. Se dejó los ojos anotando las notas a la luz de un candil levísimo, dejó que la música fluyese por su cabeza y murió en la restitución de esa revelación, en la caligrafía de esa epifanía absoluta. A la puerta de todas las catedrales del mundo debiera haber un agradecimiento a Bach. Bach, esta es tu casa, te queremos, podría decir. Quizá un poco descuidada la prosa, pero son otros tiempos. Se inclinarían ante él todos los incrédulos del mundo. Habría legiones de descreídos que hincaría la rodilla y temblarían de gozo espiritual cuando suene Bach. No hay ninguno de esos espíritus que no sienta el esplendor de la música de Bach, su temblor fundamental,; él es el hijo favorito de Dios. Lo entendí anoche. Me vi solo, como alguna vez he estado, en una catedral, da igual cuál, hay alguna que me produjo más zozobra, la de Lugo, que probablemente no sea de las más reconocidas, pero ahí da lo mismo, uno hace suyas las catedrales, las convierte en una extensión de sí mismo, como si hubiese participado en su construcción, como si Dios le susurrara al oído trabaja, trabaja. En la oscuridad de lo insondable, Dios debe mimar a Bach. Él le compone oratorios, cantatas, suites, conciertos para violín, piezas para clave, motetes ...Le mirará y le dirá te amo, te amo, te amo. Una catedral es un cajero automático en el que no tienes que preocuparte del saldo. Bach es una divinidad a la que le convino tener (circunstancias del amor) dos esposas y veinte hijos, algunos de los cuales (eran tiempos duros) le tocó enterrar. No descuidó, apunte frívolo en una divinidad, el buen vino y cantidades masivas de cerveza (hay documentos que prueban la compra habitual de barriles). En lo demás, en lo que le hace humano, Bach fue un tesoro para la humanidad, uno de los más grandes. Tuvo la convicción de que su talento estaba consagrada a Dios y le rindió los tributos más hermosos posibles. El mundo es mejor con su música en el aire. 

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