Galicia es, por tradición, un lugar proclive a la Fantasía. En el medio rural, la climatología y el aislamiento propiciaron una cultura intramuros que se transmitía principalmente de modo oral. En el imaginario gallego destacan las creencias paganas en lo sobrenatural y una convivencia muy íntima con la muerte. Es una nación donde las cuestiones de ultratumba siempre se trataron con cotidianidad. Una cristianización tardía y difícil empapó con leyendas religiosas un folclore ya amplio para entonces, de gran riqueza, que arrastra tanto su origen celta como su pasado priscilianista. El resultado es una mitología que trata los elementos naturales -los árboles, los ríos, las piedras- de modo acusadamente animista.
Meigas, mouros y mouras, lobishomes, trasnos, homes mariños, la maruxaina y otras sereas, o criaturas como la coca o el urco. Cuevas que esconden tesoros fabulosos y ciudades inundadas. La Santa Compaña, las almiñas y aparecidos de todo tipo. Historias contadas al calor de la lareira, y recogidas en obras como Las leyendas tradicionales gallegas, de Leandro Carré Alvarellos -indispensable- o el Diccionario de los seres míticos gallegos, de Xoán R. Cuba. El material es tanto y tan jugoso que acabaría influyendo, necesariamente, en la literatura de Galicia, ya escrita en gallego, ya en castellano.
Los precursores
A lo largo del siglo XX, cuando el idioma gallego recuperó su forma escrita tras siglos de prohibición, distintos autores plasmaron esta sensibilidad para lo fantástico en novelas y relatos que reflejan también la marcada oralidad de la cultura gallega. De este contacto estrecho entre fantasía y realidad, en la que lo extraordinario surge de lo mundano y en la que cualquier prodigio es posible, nace el realismo mágico. Género que Gabriel García Márquez, por ejemplo, descubrió tanto por su abuela gallega como por Álvaro Cunqueiro.
Álvaro Cunqueiro era un cuentista magnífico y la fantasía era irrenunciable en sus obras. Merlín e familia, As crónicas do Sochantre, Escola de menciñeiros, Os outros feirantes o As mocidades de Ulises están traducidos al castellano. Cualquiera de ellas es un punto de partida perfecto para iniciarse en la fantasía gallega. Vicente Risco recogió leyendas populares como A trabe de ouro e a trabe de alquitrán, y trató el esoterismo en Do caso que lle aconteceu ao doutor Alveiros. Su hijo Antón fue un destacado estudioso de la literatura fantástica. Castelao, la gran figura intelectual de Galicia, usó la fantasía en Un ollo de vidro y en Os vellos non deben de namorarse para satirizar sobre la situación social y política.
Ánxel Fole escribió relatos fantásticos de raíz popular en Á lus do candil. Carlos Casares también, en Os escuros soños de Clío. Escribiendo en una lengua discriminada y visibilizando un mundo casi siempre retratado desde fuera, eran algunas de nuestras . Xosé Luís Méndez Ferrín -eterno candidato al Nobel de Literatura en lengua gallega- es un fantasista más épico. Suyas son Perceval e outras historias y Amor de Artur -el cliclo artúrico tiene una fuerte conexión galaica, vía el mito del Santo Grial-, Tagen Ata, Retorno a Tagen Ata y Arnoia, Arnoia, dirigida al público juvenil. María Xosé Queizán aportó la fantasía feminista con O segredo da Pedra Figueira.
Estamos obviando, entre otros, a Emilia Pardo Bazán, que practicó el terror y la fantasía además del naturalismo, y a Wenceslao Fernández Flórez, pero solo para centrarnos en quienes escribieron en gallego. Todos ellos son precedentes que influirían de forma indeleble en toda una generación posterior, la que continúa manteniendo viva la llama del género fantástico gallego.
La actualidad
El panorama contemporáneo viene condicionado por el propio mercado del libro en lengua gallega. Con un idioma minorizado -que no minoritario- y estigmatizado, se calcula que sus ventas han caído un 33% en diez años. Esto contrasta con el libro en euskera y catalán, cuyas ventas aumentan de forma sostenida, apoyadas por políticas lingüísticas más acertadas. También por una cuestión de prestigio: el gallego era, tradicionalmente, la lengua del pueblo, de labriegos y pescadores, gente poco cultivada y muchas veces analfabeta. Mientras que el castellano era el idioma de la -escasa- burguesía, y por tanto prestigiosa. Un prejuicio que acentúo el franquismo proscribiendo el gallego de la esfera pública, incluso del rito católico.
En Galicia existen dos grandes editoriales: Galaxia y Xerais -que pertenece al grupo Anaya-. A la sombra de las gigantes se mueven pequeñas editoriales, algunas especializadas. Solo dos lo están en fantasía: Urco Editora y Contos Estraños. La primera comenzó su andadura en 2007, traduciendo al gallego a Poe, Lovecraft y Robert E. Howard. Poco después abrió Alcaián, su sello de producción propia. Actualmente tiene una perspectiva de género y prepondera la publicación de autoras, así como de títulos para el público infantil.
Contos Estraños nació en 2011 como proyecto paralelo a Urco. En 2015 se integró en esta, convirtiéndose en un sello. Y en 2017 ambas se escindieron de nuevo. Ahora mismo Contos Estraños es una asociación no lucrativa, con el doble objetivo de publicar literatura fantástica adulta en gallego y de descubrir nuevos valores del género. Su herramienta es la revista homónima -en homenaje a la mítica cabecera Weird Tales-, editada en formato libro, que actualmente está en su Terceira Era y cuenta con catorce números publicados. Revista que ha servido, desde su número 0, como lanzadera de muchos autores y autoras de género fantástico en lengua gallega.
La Xeración Estraña
No todos los autores de literatura fantástica en gallego tuvieron relación con Contos Estraños, pero sí lo hizo un número considerable de ellos. Autoras y autores que terminaron unidos por una relación de amistad, de intercambio de ideas y de retroalimentación, y que dio en bautizarse como Xeración Estraña.
Por las páginas de Contos Estraños pasaron Josué Ramos, Xosé Duncan, Jorge Emilio Bóveda, Érica Couto, Maruxa Martínez, Roberto A. Rodrígues, Bea Guerra, Manuel Moledo, Vanesa Santiago, Santiago Bergantinhos, Fabián Plaza, Andrea Barreira o David Botana, por citar alguno de los más de 50 que han visto sus relatos publicados en ellas. De ellos, varios saltaron a otras editoriales e incluso fuera de Galicia. La revista dedicó números a la fantasía heroica, el terror, la ciencia ficción o las leyendas tradicionales, y en ella se acuñó el término Agroterror. Este se refiere a un terror contemporáneo, pero enraizado en la cultura tradicional, ambientado en el medio rural gallego, un antecedente del Cachava y boina español.
Esta xeración dejó logros destacables. Josué Ramos - Lendaria, Páramos lejanos-, y Fabián Plaza desarrollan su carrera en castellano, fuera de Galicia. Xosé Duncan escribió la primera trilogía de fantasía heroica publicada en gallego, As Crónicas de Bran. Lo seguiría Rodrigues con su trilogía Os abismos da noite eterna, primera grimdark galaica. Vanesa Santiago ganó el I Premio Illa Nova de Narrativa, convocado por Galaxia. Manuel Moledo es autor de As aventuras de Margaret White, primera novela steampunk editada en lengua gallega. Érica Couto es una habitual en antologías y revistas de terror. Así todo, sus editores, Tomás González-Ahola y Fernando M. Cimadevila, nunca quisieron hablar de una generación, considerando que se requiere mayor perspectiva temporal para ello.
Y todos lo demás
Otros muchos nombres han escrito y escriben género fantástico en gallego. Agustín Fernández Paz y Xabier P. Docampo, ambos ya fallecidos, fueron el puente más notorio entre los precursores y los autores en activo. Fina Casalderrey, An Alfaya o Marilar Alexandre son referentes en la literatura fantástica infantojuvenil. Manuel Lourenzo, Sabela González - As Crónicas de Landereina-, Elena Gallego -con su saga Dragal-, María Canosa, Antonio Manuel Fraga - Querido H.P. Lovecraft, O bestiario científico de Anxos Nogueirosa- , Emma Pedreira -ganadora del Xerais 2018 con Besta do seu sangue, una revisión del mito de Romasanta desde una perspectiva de género- o Alberte Momán -con su ciencia ficción contracultural y surrealista- son autores que desarrollan gran parte de su trabajo dentro de la fantasía.
Y si debemos citar a una autora, por su trayectoria y por su popularidad entre el público joven, es Ledicia Costas, ganadora del Premio Nacional de Literatura Infantil en 2015, traducida a varios idiomas. Con miles de ejemplares vendidos, Costas introduce a los más pequeños en el steampunk con libros como A señorita Bubble o Jules Verne e a vida secreta das mulleres pranta -ganadora, en 2015, del Premio Lazarillo, que volvería a ganar en 2017-, y en el weird de mano de Escarlatina, a cociñeira defunta.
Ahora bien, ¿se limita toda la literatura fantástica de Galicia al público infantojuvenil?
Una literatura de nicho
En un mercado reducido -y en contracción, como vimos-, la narrativa en lengua gallega tiene preferencia por la temática social, con huecos para la novela negra y la histórica. La crítica especializada es además poco complaciente con la fantasía, incluso denostándola. Y, aunque dos titanes como Ramón Caride - Soños eléctricos, Sarou/Lanzos, O sangue dos camiños- y Darío Xohán Cabana - O cervo na torre, Galván en Sahor, Cándido Branco e o cabaleiro negro- publican sus novelas de ciencia ficción en la colección Narrativa de Xerais, o la citada Vanesa Santiago y Antía Yáñez ganaran el Illa Nova con sendas obras con elementos fabulosos - A vida sinxela de Marcelo Firmamento y Senlleiras, respectivamente-, el grueso de la producción fantástica de Galicia va a parar a las colecciones juveniles.
Solo Urco Editora, al estar especializada, posee una colección dedicada exclusivamente a la literatura de géneros. Alcaián acoge a Uxía Casal y su terror - Saturno tamén é deus- o a escritoras de ciencia ficción como Cris Pavón - Limiar de conciencia- y Eli Ríos - DX -. ¿Por qué, salvo casos puntuales, las editoriales gallegas no publican fantasía fuera de sus líneas juveniles?
El libro de lectura escolar, la tabla de salvación
El sostén del libro en gallego es, como evidencian los informes de ventas, la lectura escolar. Por ello las tres editoriales, Galaxia, Xerais y Urco tienen sus respectivas colecciones juveniles: Costa Oeste, Fóra de Xogo y Urco Xuvenil. E infantiles: Árbore, Merlín y Urco Infantil. Xerais convoca anualmente los premios Merlín -infantil- y Jules Verne -juvenil-, y publica a los ganadores en sus dos colecciones correspondientes. Pues los premios son, tal vez, la principal vía de lograr la publicación de una obra y el mayor trampolín para un autor en gallego. Y solo uno, el Antón Risco, convocado por el concello de Allariz, es un certamen específico de literatura fantástica.
De modo que estos sellos juveniles e infantiles son la manera más fácil para dar salida a los títulos fantásticos, por dos razones. Una, la clásica asociación fantasía-público infantojuvenil. Otra, favorecer al máximo su orientación a una posible lectura escolar, con el consiguiente aumento de ventas. Eso provoca, en determinados ambientes literarios, la sensación de que Costa Oeste y Fóra de Xogo son un cajón de sastre en el que las editoriales colocan todos aquellos libros que no pueden o no saben ubicar en sus colecciones de Narrativa. Así tenemos casos curiosos como los de los autores estraños, cuyas obras tienen un nivel de lectura más amplio, y sin embargo están en Costa Oeste: Xosé Duncan con As lembranzas perdidas do lago Antelväri, Andrea Barreira con Palabra de bruxa o Jorge Emilio Bóveda con O monstro de Ille. Una realidad que, para el lector, puede ser desconcertante.
Porque en Galicia, aun siendo escasos en número, existen aficionados y aficionadas al género fantástico, fieles y también compradores asiduos de libros. A los que en ocasiones, pese a ser tan amplio y variado -hemos citado apenas un puñado de nombres-, el mercado de autores gallegos puede resultarle insuficiente. ¿Qué hacemos entonces?
Las traducciones al rescate
En esto el gallego no se diferencia mucho de otros idiomas. Solo en el número de lectores, un subconjunto del ya menguado colectivo de lectores en lengua gallega. Lo cual no impide que, poco a poco, se vayan traduciendo más y más títulos de fantasía al gallego. No solo que Galaxia haya traducido la saga Harry Potter, y que haya heredado el sello Obradoiro de Alfaguara -ambas son del mismo grupo- y publique la obra de Michael Ende y Roald Dahl. O que Xerais tradujese en su día O señor dos aneis e O Hobbit de J.R.R. Tolkien -y sí, las incluyó en Fóra de Xogo -.
Hablamos del trabajo meritorio de Urco para traducir a Clark Ashton Smith - Averoigne-, a Orson Scott Card - O xogo de Ender-, Timo Parvela -y su trilogía Os gardiáns do Sampo- o una pequeña joya como Laura das Neves e a sociedade literaria dos nove, de Pasi Ilari Jääskeläinen -traducida por González-Ahola directamente del finés-. Y sus últimas grandes apuestas: La saga de Terramar, de Ursula K. LeGuin, y A cámara do sangue de Angela Carter.
Oferta que se amplía con otra pieza clave de la traducción al gallego, ahora centrada en el público infantojuvenil: Sushi Books, que trae voces como las de Jakob Wegelius, Ransom Riggs, Kenneth Grahame o Astrid Lindgren -y su Pippi Mediaslongas-. Y no menos importante: que facilita que obras nacidas en gallego se puedan leer en castellano, euskera y castelán. Érica Esmorís - Ulises e as cronoamigas-, Antonio Manuel Fraga - Xildas-, Helena Villar Janeiro - O caderno de Edua- o Fernando M. Cimadevila -con la saga O mundo secreto de Basilius Hoffman - salen así de las fronteras de Galicia.
El futuro
Como el de la propia lengua gallega, y como el del resto de la industria literaria de la nación, el panorama de la literatura fantástica de Galicia no es demasiado esperanzador. No obstante, escritores, escritoras y editoriales no se rinden. Cabe plantearse muchas cosas, como la ruptura de la trayectoria lectora entre jóvenes y adultos, pensar en qué momento abandonan la lectura, y no solo en gallego. Superar la hiperdependencia del mercado escolar y vencer el prejuicio reduccionista que limita la fantasía al público infantojuvenil.
Es necesario que tengan acceso a un género fantástico adulto en todas su sus formas, que los invite a mantener una afición que han desarrollado y que deben satisfacer leyendo en otros idiomas por falta de traducciones. Crear festivales de referencia como los que existen en el cine, y propiciar el nacimiento de un fandom que siga a los autores y demande más obras y más traducciones. Y también enriquecer la producción de fantasía en lengua gallega sumando las voces propias de los nuevos gallegos: migrantes, personas racializadas y procedentes de otras culturas, que ya están dejando la huella de sus experiencias vitales en otros ámbitos.
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Imágenes:
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