Revista Cultura y Ocio

Galileo Galilei o la razón como enemiga de la fe

Publicado el 07 mayo 2014 por Albilores @Otracorriente

Galileo

Galileo Galilei fue un físico, matemático y astrónomo capaz de desafiar las doctrinas eclesiásticas de la Edad Media, basadas en las tesis de Ptolomeo, las cuales afirmaban que la Tierra era el centro del Universo y todos los demás astros y planetas giraban a su alrededor.

Poco antes de Galileo, Copérnico, célebre astrónomo polaco, escribió un libro sosteniendo que La Tierra giraba alrededor del Sol, verdadero centro del Universo. Su teoría significaba una revolución completa en el enfoque del Universo. Copérnico se basaba en los estudios del griego Aristarco de Samos, de casi 2000 años antes de las afirmaciones del polaco. Como tantas veces, las investigaciones cayeron en el vacío y para resucitar debieron esperar hasta la aparición en el mundo científico del matemático, físico y astrónomo italiano, Galileo Galilei.

Galileo dio un paso fundamental para el desarrollo del conocimiento al utilizar la inducción como método lógico de la ciencia, por encima de la deducción. Contrariamente a lo que se había aplicado hasta entonces, el método inductivo partía de las observaciones para llegar a las generalizaciones. Esta nueva concepción constituye la piedra fundamental de la moderna Filosofía de la Naturaleza y establece que no existe la certeza de alcanzar una verdad permanente, porque la verdad de hoy puede ser modificada o desmentida por nuevas experiencias u observaciones. Desde muy joven, Galileo estaba convencido de la verdad de la teoría de Copérnico, pero no se atrevía a defenderla por temor a quedar en ridículo ante los científicos de su época.

El año 1609, estando en Venecia, Galileo perfeccionó un invento reciente, el telescopio, le puso tres brazos y mejoró la curvatura de las lentes para aumentar el poder de alcance, lo que le permitió hacer observaciones astronómicas muy importantes. Así descubrió los satélites de Júpiter; comprobó que la superficie de la Luna era irregular y no plana, como se la suponía; observó que la Vía Láctea, estaba compuesta por una colección de lejanas estrellas; descubrió las fases de Venus y reveló también las manchas solares, temas sobre los que escribió un libro.

Gracias a sus observaciones comprobó que las teorías de Copérnico eran ciertas, algo que no cayó muy bien entre la comunidad de profesores que seguían el hilo aristotélico de los conocimientos, por lo que se unieron para despertar sospechas eclesiásticas, ya que la teoría de Copérnico contradecía a las Sagradas Escrituras. A este movimiento se sumaron los predicadores domínicos y, secretamente, denunciaron a Galileo a la Inquisición, acusándolo de pronunciar blasfemias contra la doctrina católica. Galileo se defendió con brío. Dejó el claro que la Iglesia recurría a interpretaciones alegóricas de las Escrituras, cada vez que tropezaba con la verdad científica.

Sin embargo, fue obligado a viajar a Roma para explicarse. El cardenal Bellarmina, jefe teológico del catolicismo, sin valorar los argumentos científicos expuestos por Galileo, sólo temió que tales afirmaciones debilitaran la lucha que sostenía con el protestantismo, con lo que dictaminó que el libro de Galileo fuera declarado falso y erróneo.

Años más tarde, el Papa lo autorizará a escribir Sobre los sistemas del mundo, desde los puntos de vistas de Copérnico y Ptolomeo, pero advirtió a Galileo que la Ciencia no podía presumir saber cómo había sido hecho el mundo, porque Dios podría haber apelado a caminos inimaginables por el hombre y que éste no debía restringir su Omnipotencia.

A fines de 1623, Galileo publicó Experimentando, que dedicó al Papa Urbano VII, una polémica y brillante exposición sobre las realidades físicas, afirmando que el libro de la Naturaleza está escrito en caracteres matemáticos. Su propósito era desvirtuar un intencionado panfleto suscrito por Orazio Grassi, acerca de la naturaleza de los planetas. Pero el libro avivó el conflicto con la Iglesia y, de nuevo, fue acusado de herejía; aunque invocó su edad y su mala salud, fue obligado a viajar a Roma. Fue declarado culpable de sostener y divulgar la doctrina de Copérnico. Se le ordenó retractarse, con una fórmula en que él abjuraba, maldecía y detestaba sus pasados errores. La sentencia era de prisión, pero, el Papa, le cambió esta pena por la de arresto domiciliario.

Así vivió Galileo durante sus últimos años -hasta su muerte en 1642- encerrado en su casa, y aunque ya sobrepasaba los 70 años mantenía sus prodigiosas facultades mentales. En 1634, terminó su Diálogo sobre Dos Nuevas Ciencias, una recapitulación que abarca desde sus experimentos iniciales hasta sus meditaciones de madurez sobre los principios mecánicos, posiblemente, uno de sus trabajos más importan. Sus investigaciones se usan hoy en mecánica, matemáticas y física y sus descubrimientos sobre los planetas y el universo constituyen la base de la astronomía moderna.


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