Revista Opinión

Galileo Galilei y el Sol de Gabaon

Por Beatriz


Nicolaus Copernicus
El caso de Galileo Galilei y el heliocentrismo es utilizado para acusar a la Iglesia Católica de "enemiga del progreso y de la ciencia"
autor: blog Agua Viva
Aristarco de Samos (310 a.C. -230 a.C.) fue el primero que propuso la teoría heliocéntrica (el Sol en el centro del universo).
El cardenal Nicolás de Cusa fue uno de los primeros pensadores que cuestionó el geocentrismo.  Nació en Kues, Treveris en 1401, hijo de un naviero.  Estudió en Heidelberg, Pádua y Colonia, doctor en Derecho Canónigo y participó en el Concilio de Basilea de 1431.  Por algunos sectores es considerado el padre de la filosofía alemana.  Se posicionó como antiaristotélico y antiescolástico.  En el terreno de la cosmografía fue uno de los primeros que cuestionó el geocentrismo: "aunque este mundo es infinito, sin embargo no puede concebirse como finito, por carecer de términos entre los que esté comprendido.  Así  pues es necesario que se mueva de tal manera que siempre infinitamente sea posible que se mueva aún menos.  Y así como la Tierra no es el centro del mundo, tampoco lo es las esferas de las estrellas fijas u otras cosas de su circunferencia...".
En relación a Copérnico su biografía está enormemente influenciada por la Iglesia desde el momento en el que con diez años queda huérfano y es acogido por su tío, canónigo que un tiempo después llegaría a ser Obispo. Sería su tío Lucas quien tuviera prevista una larga etapa de formación académica en universidades de prestigio como las de Cracovia y Padua, y además sería gracias al respaldo de la Iglesia de Roma y a sus posesiones por lo que Nicolás Copérnico (y su familia) no debieron volver a preocuparse por los aspectos materiales de su vida, pues tendrían ingresos garantizados. La educación que su tío le proporcionó fue la que hizo posibles las observaciones de los cielos y los estudios sobre astronomía que Copérnico realizó por las mejores Universidades de Europa.  A la muerte de su tío Lucas en 1512, los sucesivos obispos confiarán en Copérnico, bien como canciller, bien como administrador o visitador, y comenzará para él una época de actividad que casi podría describirse como febril. Durante los siguientes veinte años al menos, Copérnico deberá atender a la administración de bienes y servicios de la diócesis, llevará a cabo intensas gestiones diplomáticas y además de todo eso, observará el cielo, anotará pacientemente posiciones del Sol, días y horas de eclipses, ocultaciones y conjunciones, y comprobando pacientemente y de forma minuciosa cada dato conocido irá elaborando su obra magna, el “De Revolutionibus”. Sólo utilizó tres instrumentos: el Cuadrante, el Astrolabio y el “instrumento paraláctico”. Con ellos, desde su torre, observará Sol, Luna y estrellas durante esos años. La última observación que utiliza en el “De Revolutionibus” es del 12 de marzo de 1529 y lo es del planeta Venus. Por entonces debía estar finalizando su redacción y tenía ya 56 años.
Copérnico contó con la protección de famosos eclesiásticos y nadie lo persiguió ni acusó de nada.  Incluso ante la duda de Copérnico de publicar su obra, fue Tiedeman Giese, obispo de Kulm, quien cogió el manuscrito por su cuenta y le buscó un impresor idóneo. La edición incluía la carta que el cardenal Schönberg había escrito a Copérnico en 1536 y una dedicatoria del propio Copérnico al Papa Pablo III  atribuyendo su motivo ostensible para escribirla a la incapacidad de los astrónomos previos para alcanzar un acuerdo en una teoría adecuada de los planetas y haciendo notar que si su sistema incrementaba la exactitud de las predicciones astronómicas, esto permitiría que la Iglesia desarrollara un calendario más exacto.  La primera edición del "De Revolutionibus" aparece en 1543, pero por desgracia a causa de una enfermedad que le produjo la muerte, no alcanzó a verla publicada. 
El propio Galileo con su obra "Sidereus Nuntius" en la que exponía los frutos de sus investigaciones sobre la Luna, la Vía Láctea y los satélites de Júpiter, así como sus investigaciones sobre las fases de Venus y las manchas del Sol (que no dudaba en esgrimir com pruebas del sistema de Copérnico), recibió durante varios años favores y honores de toda la corte pontificia.  En su viaje a Roma en 1611 fue agasajado por los profesores del Colegio Romano.
En 1616 la Iglesia Católica colocó el trabajo de Copérnico en su lista de libros prohibidos.... Desde la primera edición del "De Revolutionibus" (1543) hasta esa fecha transcurrieron 73 años en que el heliocentrismo se difundió con total tranquilidad...  ¿Qué fue lo que ocurrió?
 
El problema surgió cuando Sizzi y de la Colombe, acusaron al sistema copernicano como "contrario" a las Sagradas Escrituras.  ¿En qué pasaje de la Escritura se basaron? En Josué 10, 12-14 y elaboraron el siguiente razonamiento: si el Sol se detuvo en Gabaon es porque se mueve, luego, el Sol gira alrededor de la tierra.
 
"Cuenta la Biblia que cuando los israelitas entraron en la tierra prometida guiados por Josué se instalaron en la localidad de Guilgal, y desde allí emprendieron poco a poco la lucha por la conquista de los nuevos territorios. Libraron así en primer lugar la batalla de Jericó con un éxito rotundo (Jos 6,1-25). Siguió luego el triunfo de Ay, en el que mataron a 12.000 cananeos. Este avance arrollador de los israelitas preocupó enormemente a una ciudad vecina, llamada Gabaón. Sus habitantes se dieron cuenta de que tarde o temprano les llegaría a ellos el momento de ser destruidos, y decidieron salvar sus vidas proponiendo a los israelitas una alianza. Josué aceptó esta alianza, y se comprometió a ayudarlos en caso de peligro (Jos 9,3-18). Enterados del pacto político-militar entre gabaonitas e israelitas, cinco reyes cananeos del sur de la región reunieron sus ejércitos y marcharon contra Gabaón, con el fin de castigarla por la alianza realizada con los hebreos. Los atemorizados gabaonitas recurrieron a Josué. Y éste, en atención a la alianza, acudió sin demora. Marchó toda la noche con sus hombres hasta las montañas vecinas a la ciudad, se escondió allí, y de madrugada atacó por sorpresa al ejército de los cinco reyes. Desconcertados al ver aparecer a Josué y sus hombres, los sitiadores emprendieron la retirada; pero gracias a una eficaz embestida los israelitas lograron exterminar a un gran número de fugitivos. Éstos sufrieron mayores pérdidas aún porque un repentino granizo empezó a caer sobre los que huían, hiriéndolos e impidiéndoles escapar. Combatieron durante todo el día; y la victoria de Israel ya casi estaba llegando a su fin, cuando el sol de la tarde empezó a ocultarse por el oeste. Josué comprendió que si la oscuridad caía sobre el campo de batalla, los enemigos sobrevivientes podrían ocultarse fácilmente en las grutas de las montañas y escapar, con lo cual su victoria no sería completa. ¿Qué hacer?

Una oración poderosa
Aquí es donde ocurre el increíble suceso que volvió famosísima a la batalla, y que servirá después para la condena de Galileo. Josué con los brazos extendidos oró a Yahvé para que el sol se detuviera en el cielo y la luna no apareciera en el horizonte. La Biblia lo relata así: Josué se dirigió a Yahvé delante de los israelitas y dijo: Detente, oh sol, en Gabaón; y tú, luna, en el valle de Ayyalón. Y el sol se detuvo y la luna se paró hasta que el pueblo se vengó de sus enemigos. ¿No está eso escrito acaso en el libro del Justo? El sol se paró en medio del cielo y dejó de correr un día entero hacia su ocaso. No hubo día semejante ni antes ni después, en que obedeciera Yahvé la voz de un hombre (Jos 10, 12-14). De este modo el ejército de Israel tuvo luz natural durante todo el tiempo que duró la batalla, e infligió una total derrota a los cinco reyes cananeos."  (Ariel Alvarez Valdéz - Revista Criterio)

¿Se detuvo el Sol en Gabaon?
Nadie sabe exactamente qué fue lo ocurrió, pero que ocurrió un hecho milagroso en Gabaon sí debemos aceptarlo, porque el pequeño ejército de Israel combatió y venció a un ejército que lo superaba en número de hombres conformado por las huestes de nada menos que cinco Reyes cananeos....
 
Volviendo al problema entre Galileo y la Inquisición, éste insistía que ese pasaje de Josué era una forma vulgar de hablar.   El trasfondo de todo este asunto era si dicho pasaje era literal o alegórico. 
 
La sospecha no habría llegado hasta el Santo Oficio si Galileo no hubiese respondido al opúsculo que dedicaron Sizzi y de la Colombe para atacar el sistema de Copérnico y que al fin y al cabo era solo una opinión privada, tal como le aconsejara su gran amigo Mons. Ciampoli de permanecer en el estricto terreno científico, que era el suyo.  Debido a su temperamento Galileo decidió liquidar la cuestión en el terreno exegético.  Ese fue su error: auto-erigirse como intérprete de la Biblia en lugar de permanecer en el terreno científico.  Ya no se trataba únicamente de una hipótesis científica sino de la Biblia (tema sensible para la Iglesia).
 
Galileo tenía razón. Ahora se sabe que el hagiógrafo utilizó un poema del "libro de los Justos" que no contiene los detalles de la batalla en su debido contexto sino sólo el poema.  "No vuelve a mencionarse tal libro en la Escritura mas que en 2 Sam 1, 18, y quizá, más que un libro fue una colección de cantos bélicos.  Desde luego las dos citas prueban que se trata de una composición poética.  Por lo breve de ésta, es mucho más difícil todavía determinar el sentido de las palabras citadas" (Nácar y Colunga).  Esto responde a que cada hagiógrafo deja su propia "huella" personal.
En relación a la "huella" personal del hagiógrafo en el libro inspirado, en la encíclica Spiritus Paraclitus,  el Papa Benedicto XV señaló lo siguiente: "Por otra parte, Jerónimo no tiene duda alguna de que todos los autores de estos libros, cada uno conforme a su carácter y a su genio, prestaron libremente su concurso a la inspiración bíblica.  De este modo, no sólo afirma lo que es el elemento común a todos los escritores sagrados, a saber: que su pluma era guiada por el Espíritu de Dios, a tal punto que Dios debe ser considerado como la causa principal de cada uno de los pensamientos y expresiones de la Escritura, sino que también distingue cuidadosamente lo que es particular a cada uno de ellos.  Desde múltiples puntos de vista -ordenación de materiales, vocabulario, cualidades y forma de estilo- muestra que cada uno de ellos aportó a la obra sus facultades y fuerzas personales, y llega así a fijar y describir el carácter particular, las "notas", podría decirse, y la fisonomía propia de cada uno de ellos".  No es Dios que cambia el estilo y psicología de cada hagiógrafo, sino es Dios que se amolda -"condesciende", "synkatábasis"- a utilizar la psicología y estilo de cada uno para hablar por su medio a los hombres.  Es Dios que utiliza el instrumento que quiere y con las imperfecciones que tiene, y que, no siendo incompatibles con la inspiración bíblica, Dios no quiere remover, así aparecen en la Escritura toda una gama de estilos, histórico, sapiencial, profético, narrativo, poético (Introducción a la Biblia, Manuel de Tuyá y José Salguero, B.A.C., pag. 131-132). Por eso es necesaria la interpretación autorizada del magisterio de la Iglesia cuya autoridad ha recibido del propio Jesucristo.  La decisión del Santo Oficio no era una definición dogmática.  Estas deben ser pronunciadas por el Papa o por un concilio ecuménico en condiciones muy precisas y sólo ellos tienen la prerrogativa de la infalibilidad.
 
Galileo quizá sin saber qué era el "libro de los Justos" tuvo razón al decir que se podría tratar de un lenguaje vulgar de la época y no debía interpretarse literalmente.  Por eso Juan Pablo II mencionó que Galileo había resultado ser más perspicaz que los teólogos del Santo Oficio. «Paradójicamente, Galileo, creyente sincero, se mostró en este punto más perspicaz que sus adversarios teólogos. ‘Aunque la Escritura no puede errar -escribe a Benedetto Castelli-, con todo podría a veces errar, de varias maneras, alguno de sus intérpretes y expositores’ » (Juan Pablo II, Discurso a la Pontificia Academia de las Ciencias, 31 de octubre de 1992).
 
El error estuvo en tratar una cuestión astronómica fuera de lugar (con la Biblia), y eso provocó que la lectura de las obras de Copérnico, que había sido permitida durante 73 años (sin ningún tipo de censura eclesiástica), fueron finalmente prohibidas (Kepler), sin embargo, dicha prohibición sólo duró cuatros años, después de ese tiempo se permitió de nuevo su lectura con la única condición de añadir que sólo se trataba de una hipótesis (lo que era verdad).
 
También es necesario señalar que Galileo no consiguió jamás demostrar el sistema de Copérnico.  "Es sorprendente que, en lugar de apoyarse sobre sus observaciones de las fases de Venus y de los satélites de Júpiter -observaciones que hubiese podido emplear con argumentos de analogía, que hacían la teoría copernicana cada vez más probable y preparar así su aceptación universal-, [Galileo] se obstinó en presentar como decisivas tres pruebas, de las cuales las dos primeras (explicación del movimiento de los planetas y rotación de las manchas del sol) no permitían llegar a ninguna decisión, en cuanto que se les podía encontrar una explicación bastante satisfactoria en el sistema de Ptolomeo, y la tercera, deducida de las mareas, era enteramente falsa y en desacuerdo con los hechos observados, a pesar de todas las modificaciones que quiso aplicarle más tarde" (Antonio Romaña).
 
Aunque la Inquisición tuvo una actitud deferente para con Galileo,  fue un error obligarlo a retractarse y confinarlo en el palacio de sus protectores y luego en su casa  (aunque con permiso para proseguir sus trabajos científicos), no obstante,  en relación a la hipótesis científica, quienes juzgan a la Inquisición no toman en cuenta (por ignorancia o mala fe) que el Santo Oficio no contaba con los elementos científicos probatorios necesarios para dar una decisión favorable a las afirmaciones científicas de Galileo.  Sin pruebas ningún juzgado en el mundo en cualquier época puede dar una resolución favorable.
 
 
 
 
publicaciones anteriores:
http://aguavivammix.blogspot.com/2009/05/galileo-galilei-motivo-para-acusar-de.html
http://aguavivammix.blogspot.com/2009/05/dialogo-entre-fe-y-razon-es-fundamental.html

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