El actual ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, no aprenderá nunca. Mira que a su alrededor tiene buenos maestros, verdaderos catedráticos en no decir ni pío y soltarnos un bofetón en plena cara cuando menos te lo esperas. La propia campaña del Presidente del Gobierno, señor Mariano Rajoy, fue todo un máster de cómo un político puede ganar unas elecciones sin soltar ni prenda. Pero Ruiz-Gallardón no aprende que por la boca muere el pez. Después le pasa lo que le pasa: se le echa el partido encima, los medios de la derecha más pura le miran desafiantes y le llaman al orden o reclaman que alguien "más sensato" le conduzca al redil, las almas puras reprochan al partido haberle dado la enésima oportunidad, las televisiones del TDT Party dejan que sus mediocres y obscenos comentaristas hagan mofa de él, y Mariano se debe retorcer en su flamante sillón de presidente pensando, "a este chico no le enderezaremos nunca". Pobre Gallardón. Él, que hace todo lo que puede por ser carismático y sincero diciendo lo que piensa, siempre se encuentra con la incomprensión de su propia "familia".
Y es que hace dos días, en unas declaraciones a la Cadena SER, se le escabulló un comentario que le salió del alma, sin pensarlo demasiado, dejando escapar lo que realmente piensa sobre el matrimonio entre homosexuales. Claro, a continuación le llamaron al orden y le recordaron qué es lo que debe pensar. Los esencialistas no pueden permitir que el díscolo Gallardón vaya diciendo por ahí lo que piensa. Así que ahora a matizar y a reconducirse hacia el redil. Pero, señor Gallardón, ¿por qué no aprende de una puñetera vez? A ver, ¿qué piensa realmente el señor Rajoy sobre el tema? ¿Alguien podría encontrar alguna declaración de Saez de Santamaría al respecto? ¿Alfonso Alonso -portavoz del PP en el Congreso- está a favor o en contra? ¿No ve usted cómo los que seguramente habrían suscrito sus afirmaciones se callan y no contradicen a los guardianes de la fe?
El señor Gallardón, insisto, debería aprender de los notables maestros que tiene a su alrededor. Rajoy se limita a decir que hará lo que tenga que hacer, pero no se compromete con nadie y deja que le voten en un acto de fe -diez millones de creyentes no son moco de pavo, ya lo sé, pero no dejan de ser creyentes-. Mañana caerá una reforma laboral que, por la premura en la implantación, nos la van a meter -con perdón- en otro decretazo, pero nadie sabe nada, nadie discute nada y nadie propone nada hasta que la tengamos bien metida -y sin placer-. El ministro de educación, señor José Ignacio Wert, se pasa por el forro lo que piensen comunidades autónomas y opositores para cambiar los temarios a los aspirantes a profesores. Señor Gallardón, ¿aún no ha aprendido cómo tiene que actuar si quiere formar parte de este gobierno? Yo, en su lugar, iría con cuidado no sea que le caiga un castigo y se frustren definitivamente sus ansias políticas.Actualidad política y social. Una visión crítica de la economía la actividad política y los medios de comunicación.