Recientemente
asistí al Gamification World Congress 2013 en el que se expusieron algunas
ideas dignas de tener en cuenta. La Gamificación es uno de los temas más de
moda últimamente, se ha convertido en una tendencia sobre la cual convergen
multitud de intereses y expectativas y sobre la que conviene reflexionar para
ver cómo podemos aplicarla en nuestras organizaciones.
Como
la mayoría ya sabréis la gamificación consiste en la aplicación de mecánicas
lúdicas en contextos y entornos ajenos a juegos, con el objetivo de resolver
situaciones, conseguir un mayor compromiso o inducir a ciertos comportamientos,
siguiendo una serie de pautas para alcanzar el éxito.
Pero
en el congreso se propusieron algunas otras definiciones más cortas y más
ilustrativas como “gamificar es ilusionar a las personas en algo” o “se trata de una nueva y poderosa estrategia
para influir y motivar a grupos de personas”. Por eso algunas de las
soluciones propuestas se hacían desde marketing hacia fuera de la organización,
los clientes, y otras desde RRHH hacia dentro, con sus profesionales.
Lo
que más interesante me pareció fueron aquellos ponentes que se centraban no tanto en la idea de jugar
mientras haces algo, como en el concepto de que es una herramienta para
conseguir que las personas se ilusionen con algo que tienen que hacer o que tú
quieres que hagan.Para
conseguirlo, lo primero que hay que hacer es conocer en detalle la actividad
que queremos incentivar (por ejemplo introducir determinado número de códigos
cada día) y el colectivo que la realizará. Y, después, aplicar las
mecánicas de juego adecuadas para aumentar la motivación hacia la actividad.
Lo importante es que el juego debe estar
diseñado para que la persona se enganche y se mantengan las ganas de seguir
participando.
La
gamificación se estructura sobre dos conceptos íntimamente relacionados como
son las mecánicas y las dinámicas de juego. Las mecánicas del juego son
las distintas acciones, comportamientos, técnicas y mecanismos de control que
se utilizan para convertir en juego una actividad. Se trata de los aspectos
que, en conjunto, crean una experiencia atractiva y fácil de adhesión para el
jugador. Algunas de las mecánicas de juego que se utilizan son diseñar
misiones o retos, repartir puntos, mostrar clasificaciones y rankings, presentar
desafíos que permitan avanzar a niveles superiores y otorgar premios como
recompensa a los logros alcanzados en el desempeño.
Las dinámicas
de juego son aquellas necesidades que motivan a las personas y que son
distintas para cada uno. A unas personas les motiva el deseo de recompensa, mientras
que a otros les atrae el estatus, el logro, la competición o el altruismo. El
saber cómo tenerlas en cuenta a la hora de diseñar una actividad gamificada es
fundamental. Y
para comprobar que realmente funciona es importante también diseñar unos
adecuados indicadores de retorno de ahorro o ganancia.
La gamificación se ha
propuesto con éxito para cuestiones tan dispares como incrementar el
rendimiento de fuerzas comerciales, la captación de clientes, el aumento de las
ventas, la mejora del rendimiento de alumnos universitarios, la búsqueda de
trabajo, el ahorro de costes o tareas aburridas como la codificación de datos.
En definitiva se puede aplicar a cualquier tarea que se realice de manera
habitual y que se quiera potenciar o reducir.
Y por último recojo un
consejo de uno de los ponentes, en ocasiones es mejor no hablar de
gamificación, porque lo importante no está en el hecho de que se utilicen
mecánicas de juego sino en que se consigue incrementar el rendimiento en la
tarea propuesta, por ello mejor hablar de Programas de Reconocimiento y
Motivación.
Ahora ya solo queda que
pienses en que tarea quieres incrementar el rendimiento y cómo puedes
gamificarla, seguro que los resultados conseguidos te sorprenderán.