Texto original escrito por Ana. Sígueme en Twitter.
¡Felicidades Luz, Milagros Ríos y Ana Gabriela Covarrubias! Sus cartas me conmovieron e inspiraron ¡gracias! Por favor escríbanme a [email protected] para darles los detalles sobre su premio
Fuente
La carta de Luz:
Cuerpo:
Es cierto que en el momento que comencé a pensar en todo lo que quería decirte vinieron a mi mente montones de cosas por las que quería pedirte perdón, como todas esas veces en las que me avergoncé de ti y te avasalle con palabras cuchillo, creyendo que hiriéndote me sentiría mejor o, peor aún, creyendo que eso, por fin, me llevaría a hacer algo para cambiarte… pedirte perdón ahora por esas cosas me resulta tan superficial como prometerte que voy a cambiar, porque lo que tú necesitas, y lo que viene desde lo más profundo de mí, no son promesas ni perdones, sino amor, mi amor.
Por eso, cuerpo, hoy te celebro. Celebro cada uno de los pasos grandes y pequeños que hemos dado, celebro con infinita alegría que estés aquí para llenarme de experiencias, para hacerme saber el sabor de una manzana, para poder sentir la lluvia en mi piel, celebro todo el placer del que he gozado, celebro la música que gracias a ti puedo escuchar, celebro todo lo que he sido capaz de leer, los colores que soy capaz de admirar.
Celebro, con muchas más alegría, tus imperfecciones porque me hacen única y especial, celebro tu belleza, que siempre está ahí, me ponga lo que me ponga, haga lo que haga. Celebro tu fuerza, tu elasticidad, la suavidad de tu piel.
Celebro la energía que nos invade al bailar, la alegría que somos capaces de transmitir, toda la vida que me das…
Gracias cuerpo por todas las sorpresas con las que llenas mis días. Y gracias, gracias infinitas por la otra vida que diste, por llevarla dentro de ti y alimentarla y cuidarla y haberla hecho sentir amada desde que fue concebida, gracias por abrirte y dejarla salir al mundo, gracias por haber creado su pequeño cuerpo que, como tú a mí, la llena de experiencias cada día.
No voy parar nunca de celebrarte, hoy sé que tú eres el gran amor de mi vida, quiero vivir siempre en armonía contigo, y enseñarle a mi pequeña hija a amar el cuerpo que posee, porque sólo el amor la llevará tan lejos como quiera llegar…
La carta de Milagros Ríos:
A pesar de estar juntos de toda la vida, siempre hemos sido como dos extraños, ajenos entre nosotros. Te veía y pensaba “Esa no soy yo, yo no puedo ser así”, era como verme desde afuera, sin sentirme nunca dentro mio, dejándote siempre a la deriva.
Siempre me jacté de mi mente y mi razón, me decía que no necesitaba un cuerpo (y menos uno bonito) si tenía una mente por encima de la media. Me creía tan original, tan auténtica, tan por encima de todos y la verdad es que algo me faltaba. Pasamos épocas oscuras en las que vivía en una constante guerra contigo, en la que te miraba con desdén, con lástima, con odio y no era capaz de apreciar todo lo que hacías por mi. Esos años ahora me parecen un limbo, pero me permiten ahora darte todavía más valor.
Tuve que pasar por mucho para estar consciente de ti, para percibirte, conocerte, sentirte… De repente los ojos no eran la única manera de relacionarnos como había sido para mi hasta ese momento, y a pesar de querer reconciliarme contigo, me fue muy difícil, incluso en mis épocas más optimistas.
Siempre pensé que sólo servías, pero ahora sé que más que eso, eres. Soy. Somos. Me diste la experiencia de sentir con cada fibra tuya como otro cuerpo se formaba, crecía, se movía. Te transformaste y no tuviste miedo. Floreciste, gritaste muy fuerte, me gritaste a mi que ese eras tú, que somos tú y yo. Y aún en esos momentos de salvaje y total naturalidad e instinto, me daba miedo verte, no sabía qué sentir frente a ti.
Ha pasado poco más de un año desde entonces, y con ello me has demostrado tu fuerza, tu poder; eres el único que no me deja caer jamás, aunque mi ánimo esté por los suelos, aunque a veces el corazón deseara salir huyendo, siempre fuiste fuerte, siempre respondiste al deber. Hoy te siento, te veo, te percibo, hoy te acepto como eres, con cada línea, cada pliego de piel, cada vello, lunar, cicatriz…y hoy después de darme cuenta de todo lo que hemos vivido juntos, te acepto y te amo. Hoy me veo grande, orgullosa, fuerte, elegante, majestuosa, hoy siento con cada poro y soy feliz. Hoy soy capaz de tomar mejores decisiones para mi, porque ya no me siento excluida. Ya tengo una voz, ya estoy completa. Ya vivo a plenitud.
La carta de Ana Gabriela Covarrubias:
Querido y maravilloso cuerpo:
El primer recuerdo que tengo de ti es cuando tenía 5 años, los adultos a mi alrededor me mostraron lo desagradable que eras, no vieron tus lindos cabellos dorados, ni tu piel blanca, ni tus ojos inocentes y tristes, ni pensar que podrían ver que sólo estabas gritando mis carencias afectivas; sólo se dieron cuenta de lo enorme que eras. Y así empezamos la guerra, juntos, en el equipo llamado “Gorda”. A veces aliados, a veces (la mayoría) enemigos.
Y aprendí lo que es el amor condicional, siendo las jueces la báscula y la cinta métrica. Ellas determinaban si yo era querida o rechazada y a su vez, si yo podría verte u odiarte. Ni hablar del dolor que me causaba el gran verdugo, el espejo.
Y así pasaron los años, limitándote de alimento, amor y cualquier fuente de placer, y tú haciendo lo mejor que podías, siendo fuerte y paciente. Y aunque aprendí a comer y ejercitarme, a seleccionar alimentos saludables y estar en ese “peso ideal” por muchos años, en todos ellos no pude verte como la gran maravilla que eres.
Te pido perdón por hacerte compañero de mi dolor, por el maltrato, por no defenderte de otros y atacarte yo misma. ¡No más! Te prometo cada día decidir amarte, cuidarte y respetarte; corresponder tu gran amor. Se que pronto habrá arrugas y canas, ya casi tenemos 40, prometo verlas como consecuencia de nuestra experiencia. Prometo alimentarte sanamente. Prometo descansar lo suficiente. Prometo defenderte. Prometo darme cuenta de todo tu trabajo. Prometo escucharte. Prometo reír hasta quedar sin aliento. Prometo disfrutar. Porque te amo y te amaré hasta que nuestro corazón deje de latir.