España preocupaba a los inversores y a las grandes empresas extranjeras porque el independentismo catalán y el rupturismo de Podemos podían provocar un cataclismo al fragmentar el país e imponer un ruinoso régimen chavista.
Pero el independentismo flaquea. La recientemente creada asociación Empresarios de Cataluña (EdC), ha advertido que esa locura puede arruinar la Comunidad, en la que ya cae alarmantemente la inversión productiva.
Crece el antiindependentismo, y no sólo en las encuestas: empresas como Freixenet, los inversores extranjeros liderados por los alemanes, y la EdC han visto como un aviso contra el separatismo la caída de la inversión del 15 por ciento en su Comunidad en 2014, mientras crecía el 300 por ciento en Valencia, y Madrid recibía tres veces más que toda Cataluña.
Y Podemos acaba de demostrar en Andalucía que sólo es otra fuerza ultraizquierdista incapaz de imponer su alabada Constitución bolivariana, o un gobierno suicida como el griego de Syriza.
Andalucía es el mejor terreno de España para los ensayos de las izquierdas, que llevan gobernando ininterrumpidamente allí bajo el PSOE más de tres décadas.
Podemos llegaba como “motor del cambio constitucional”, prometiendo más subvenciones parasitas, como las que reciben de la Junta andaluza y del Gobierno central su nuevos adoradores del Sindicato de Obreros del Campo y del pueblo de Marinaleda, regido por Sánchez Gordillo.
PSOE, PP y Ciudadanos, los constitucionalistas andaluces, que es lo importante para los inversores, y no la pérdida de votos del PP, acaban de lograr 89 de los 109 escaños en el Parlamento autonómico.
Los rupturistas, republicanos, antimonárquicos, entre los que hay que incluir IU junto con Podemos, son cuatro veces menos y suman sólo 20.
Ganó la Constitución de 1978. No hay crisis, por terrible que sea, que la destruya. Los inversores pueden seguir tranquilos.
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SALAS