Revista Creaciones

Gante y Brujas en un día

Por Masqueudos

Para disfrutar de una jornada inolvidable en Gante y Brujas es recomendable madrugar. Pero madrugar de verdad, no como estás veces que te levantas para el desayuno de bufete del hotel y luego te vuelves a tu habitación con la sensación de que necesitas otro ratito de descanso. Si te pasa lo segundo no te preocupes. Irás más rápido pero lo disfrutaras igual.

Una vez que estás en el tren con tu Raúl Pass -ese mágico bono de 10 viajes en blanco- la recomendación es que te sigues a la mitad del vagón con un boli de la mano y vigiles concienzudamente la llegada del revisor. Si te apetece viajar más tranquilo es mejor que pongas directamente destino Ostende, y así te ventilas tres destinos con un solo viaje: la majestuosa Gante, la pequeña y encantadora Brujas y con suerte la costa de Ostende.

Cuando llegas a Gante tienes que montar en el tranvía que te lleva hasta El Centro y una vez allí puedes empezar por e castillo de Gravensteen, una fortaleza restaurada que alberga todos los secretos de la ciudad.

Gante y Brujas en un día

Diez euros y una hora después puedes encaminarte hasta la Catedral, la iglesia de San Nicolas y todas las construcciones que las rodean. Las ventajas de las ciudades flamencas es que el entorno es tan idílico como las atracciones turísticas así que puedes sentarte a disfrutar de un waffle, unas fritten o lo que te apetezca porque vas a estar bien. Muy bien.

Gante y Brujas en un día

Y después de Gante y de comer tienes que llegar hasta Brujas. Allí te encuentras con una ciudad de ensueño, pequeña, rodeada de agua- mejor no mires el color- y de barcas y de caballos y de ocas… Brujas fue Ciudad Europea de la cultura el mismo año que Salamanca así que estamos hermanados, de alguna forma, y por eso pasear por sus callejuelas, disfrutar de la tranquilidad del Beguinaje es un poco como estar en casa.

Gante y Brujas en un día

Que se parece a Salamanca como un huevo a una castaña… pero oye, cada uno se siente como en casa donde quiere.

A Ostende como os podéis imaginar no nos dio tiempo a llegar porque estamos de vacaciones y hay que disfrutar, que a veces se nos olvida. Pasamos un día hipercompleto que nos gastó las zapatillas y nos dejó algo de energía para lo que se viene encima: Amberes y Lovaina.


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