Revista Cultura y Ocio

Garabatos de opinión; el poder del pueblo está en su monedero

Publicado el 29 junio 2012 por Ruta42 @ruta42

Garabatos de opinión; el poder del pueblo está en su monedero

Se suele pensar que el poder del pueblo reside y se manifiesta en su capacidad para votar, y lo cierto es que esto dejó de ser efectivo hace mucho tiempo ya que cuanto más peso e influencia pierde el poder político en favor de los lobbys menos vale el voto ciudadano. Se cree que el poder del trabajador reside y se manifiesta en su sindicalización y en el derecho a huelga, cuando hace mucho que el poder patronal encontró métodos para minimizar y casi hacer desaparecer el daño que estos le hacían. ¿Es esto el fin de la historia para el ciudadano? Afortunadamente no.

 Conforme el sistema capitalista crecía de manera desmesurada a lo largo del siglo XX la necesidad de que cada vez más sectores de la población entraran en el ciclo consumista, para así poder sostener los niveles de beneficios en constante crecimiento, también aumentaba de manera proporcional. Al tiempo que esto sucedía el nivel de vida y prosperidad hacía que la clase obrera se creyera clase media; que los políticos, cada vez más mediocres y por tanto menos molestos, se convirtieran en marionetas en manos de los poderes económicos; la sensación de politización de la sociedad disminuyera adormecida, anestesiada, por tanto lujo y comodidad entre excesos de costosas comodidades. El obrero era menos obrero, el ciudadano menos ciudadano, el político menos político, todos eran disminuidos y transformados en medio de la vorágine del capitalismo salvaje. Todos eran ahora lo mismo: consumidores.

Ya no basta con tener una tele a lo largo de toda nuestra vida, cada lustro hay que tener por lo menos una. Los coches que duraban más de veinte años son ahora piezas de museo, como mucho alcanzan a aguantar lo que se tarda en pagar un crédito para poder comprar uno. La riqueza de las naciones se mide en la diferencia entre capacidad exportadora e importadora. Las estadísticas de las ventas de tal o cual producto en esta o la otra región tienen una exactitud pasmosa. La publicidad nos invade en cualquier sitio y ahora es el verdadero cliente de todos los medios de comunicación y no sus seguidores. Consumimos y lo hacemos sin pensar, alienados cual trabajador en la fábrica del s. XIX sin saber muy bien qué pinta en ese sistema que no comprende. Sometido a las exigencias de entes superiores que le dicen lo que tiene que hacer cuando resulta que si hay una pieza fundamental con poder de decisión y autoridad en el engranaje es él. Siempre ha sido él: el ciudadano, el obrero, el trabajador, el ahora consumidor.

Si cuando todo se reducía a una fábrica, y era en ella donde había que defender los derechos del obrero, la respuesta era plantarse y decir “hasta aquí hemos llegado” ahora que todo parece más grande e incomprensible la respuesta sigue siendo igual de simple: el consumidor debe decir “hasta aquí hemos llegado” o dicho de otra forma “ya no te compro más”. Pensemos durante un segundo qué pasaría si el pueblo español, y por qué no el de todos los países llamados PIGS, dijeran “no compramos más productos alemanes hasta que Alemania deje de explotarnos”. ¿Qué pasaría?

 

Joseba Morales

 


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