Revista Ciencia

Garantizar una educación de calidad inclusiva y equitativa

Por Carlos Carlos L, Marco Ortega @carlosmarco22

El concepto de equidad, y su intromisión en los discursos de política educativa, es relativamente nuevo, podríamos retomar su significante en el presente desde su costado tal vez más interesante, ya que se lo introduce dentro de la agenda pública internacional como una acción del Estado que se circunscribe como inmediata, ineludible e integral para superar la pobreza y las cada vez más amplias brechas sociales en algunos países.

El concepto de equidad, y su intromisión en los discursos de política educativa, es relativamente nuevo así como su uso en los discursos de las políticas públicas en general.

En la década de los 90, se consideraron diferentes conceptualizaciones que nos acercaron a su significado pero que también plantearon algunas consideraciones poco claras al respecto de su uso certero, por lo tanto podríamos retomar su significante en el presente desde su costado tal vez más interesante, ya que se lo introduce dentro de la agenda pública internacional como una acción del Estado que se circunscribe como inmediata, ineludible e integral para superar la pobreza y las cada vez más amplias brechas sociales en algunos países.

Por lo tanto, podemos considerarlo desde el lugar que lo vincula con "la igualdad de condiciones, en el acceso a la educación y a otros bienes y servicios por parte de los sujetos, el cumplimiento de los derechos y la inclusión de los mismos". De esta forma, y desde una lectura amplia, estaría relacionado con las garantías necesarias y la promoción de oportunidades de aprendizajes de calidad permanente para todos los actores educativos, tanto los que aprenden como los que enseñan. De alguna manera, debemos hacer extensivas las condiciones en el acceso a la educación de ambas partes, ya que la "creación de condiciones" es necesaria como garantía para favorecer el aprendizaje de los que están siendo alfabetizados, pero también el de aquellas personas que siendo los responsables de distribuir saber sobre el otro, necesitan de la formación continua para hacer frente a los diferentes y veloces cambios sociales que se producen e impactan en la enseñanza, y en definitiva en la renovación de sus prácticas pedagógicas. Una educación de calidad considera a ambos, al sujeto que aprende y al que enseña. Podríamos ampliar el concepto de equidad y que atraviese a ambos, así el primero contando con condiciones favorables para desarrollar su tarea será el garante de que el segundo aprenda con calidad.

Si vinculamos al concepto de equidad con el de igualdad, podemos decir que el primero es más amplio y complejo, ya que permite establecer que los sujetos tenemos igualdad de derechos en el acceso a bienes y servicios, también permite aceptar que hay desigualdades en los sectores sociales, y ese reconocimiento desde un valor ético o moral sugiere que esa distribución en principio igualitaria, sea ahora en favor de los sectores más desfavorecidos.

Sin embargo en términos de justicia, la equidad también requiere que ciertos bienes sean distribuidos inicialmente en proporciones iguales, desde este sentido equidad se relaciona con la justicia, ya que se argumenta que la distribución de los bienes debe realizarse de acuerdo con lo que cada quien merece. La justicia se sustenta en el derecho, de manera que dado a que todos los sujetos son iguales ante la ley, nadie debe ser privado de lo que por derecho le corresponde. Así, la justicia utiliza como criterio práctico único la igualdad para regular la relación entre los particulares y la distribución los bienes. Esto refuerza la idea de la "creación de condiciones" para los actores educativos, y en términos concretos que las oportunidades para el aprendizaje deben estar garantizadas desde el Estado, desde políticas que promuevan el acceso a la educación contando con los recursos, humanos y materiales, acordes a las necesidades actuales y a los diferentes contextos. Según López (2004), el nuevo reto de los sistemas educativos es lograr que la distribución del servicio no sólo sea igualitaria sino también justa, de calidad y satisfaga las necesidades particulares de quienes lo reciben.

Si pensamos en la inclusión asociada a la equidad, podemos reconocer que su opuesto, la exclusión social, es la expresión más dramática de la inequidad; y se traduce en una alta concentración de riqueza (de ingresos) y escolaridad solamente para unos pocos sectores, mientras que en otros prevalece la indigencia, el desempleo, y la falta de acceso a servicios públicos como la educación. La exclusión margina a ciertos grupos y genera una cadena que se transfiere de generación en generación, causando mayores desigualdades económicas, étnicas, sociales y de género. En el caso de nuestro país, decisiones acertadas ampliaron la cobertura y permitieron el reingreso de chicos y chicas que no estaban en la escuela; a partir de diferentes proyectos pudieron volver a estudiar cuando esto ya no parecía formar parte de sus expectativas.

Conseguir equidad en la educación que ofrece el país, es una meta deseable desde el punto de vista de política pública ya que a largo plazo los costos sociales y financieros de aquellos sin educación son altos; esto se ve reflejado por ejemplo en los altos índices estadísticos que confirman mayores costos para la salud, tal es el caso de los accidentes de tránsito, de las enfermedades que no tienen detección temprana, de la alta tasa de mortalidad infantil, entre tantos otros, y que podrían ser temas de discusión, de formación y vinculados con aprendizajes de calidad en la escuela. Esto es debido a que, como varios estudios muestran, es en los estratos sociales más bajos dónde se recibe la educación más pobre, lo que forma un círculo vicioso difícil de romper (UNESCO, 2007).

Aprender entonces en términos de afirmar y mejorar la calidad de vida, enriquecer la convivencia, pensar en proyectos para el futuro, entre tantas otras cuestiones de importancia, parece muchas veces estar ausentes de las aulas. Parece que hiciera falta algún espacio curricular en la escuela que bien podría, por qué no, denominarse "Ciencia de las cosas importantes de la vida". Hoy nuestros jóvenes, y aún de manera más preocupante nuestros niños, parecen en algunos casos no encontrar sentido en los que se les enseña, tampoco utilidad, y también preocupa socialmente que las prácticas pedagógicas no construyan sentido ni significado en sus destinatarios. Esta situación nos aleja de las pretensiones de la equidad y esta situación de crisis entre aquél que desea aprender y el que desea enseñar nos debe interpelar y conducir a plantear nuevos escenarios de aprendizaje, con nuevos recursos y adecuados a estos nuevos contextos.

Como propuesta desde mi experiencia personal, y como sugerencia para promover las oportunidades de aprendizajes, considero que revisar constantemente y de manera meta cognitiva las prácticas docentes, con espacios de reflexión para el colectivo docente que superen la etapa de la "catarsis" inicial muy presente en muchas reuniones y que se plantee desde su lado más constructivo, como un modo de encuentro con el otro que necesita expresarse, pero que también necesita empezar a pensar en conjunto propuestas posibles para destinatarios comunes que aún no visualizan el sentido integrado y casi más humanitario de las propuestas pedagógicas que recibe.

Por lo tanto, se necesita habilitar esos espacios de encuentros y reflexión y destinar un número de horas cátedra para los docentes, y que no queden librados a la buena voluntad de los mismos por falta de tiempos institucionales. No podemos seguir pensando que solamente las horas frente al grupo de clase son las que merecen ser consideradas horas de producción. Muy por el contrario, esto genera mayor distancia entre quienes trabajan en una misma institución, y ni pensar en los que tienen horas cátedra en más de una, y que posiblemente no establecen vínculos entre si y que generen la respuesta esperada en relación a los propósitos formativos que se persiguen institucionalmente.

Entonces siel término equidad, como decíamos, contemplara también a quiénes enseñan, también hará referencia a la igualdad, a los derechos e inclusión de quiénes son los responsables en el sistema del rol de educadores. Además de crear las condiciones para la enseñanza, debemos contemplar las posibilidades de los docentes para enseñar frente a la diversidad de sujetos y necesidades que deben atender, habilitando entornos de aprendizaje que se abran camino en esta situación crítica y que nos inviten a revisar las prácticas docentes, sobre todo desde la formación inicial. Y que consideremos información relevante sobre la situación actual de nuestros docentes a partir de algunos indicadores, como el del "ausentismo docente", que aumentó considerablemente su porcentaje en los últimos diez años, para que empecemos a comprender esta compleja realidad de los que no están en sus lugares de trabajo, que no están enseñando, y si generando grandes pérdidas, que lejos de contarse por lo material, están en el terreno de las posibilidades que tiene un país como el nuestro, para superar amplias brechas sociales y la pobreza que generan confusión e intolerancia y en algunos casos violentan las relaciones humanas.

Garantizar una educación de calidad inclusiva y equitativa

C. Marco


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