Revista Cultura y Ocio
García de la Riega y la caja de Pandora (II). Documentos contra documentos
Por Fernando Alonso Conchouso @ColonGalego
En un artículo anterior dedicado a los documentos originales presentados por Celso García de la Riega como soporte de su tesis sobre el Colón gallego, se sostuvo, entre otras cosas, que los papeles cuestionados deberían ser retirados por innecesarios. Se afirmaba que existen otros documentos que demuestran lo mismo. No sólo demuestran lo mismo, sino que demuestran lo mismo y más cosas. Y son documentos incuestionables y salvo una excepción parcial, nunca cuestionados.
Documentos que todos cuantos han visto han aceptado como totalmente válidos y presentados en su estado original. Lamentablemente, como se ha señalado en la primera parte de esta serie, han pasado casi desapercibidos, eclipsados por la importancia desmedida que siempre se ha dado a los otros, a los que sí han sido invalidados por algunos informes técnicos y paleográficos. De tanto hablar de los documentos dudosos, la mayoría de los estudiosos colonianos han ignorado los que no lo son. Y en espera de la publicación del informe del IPCE en su integridad, que esperamos ya inminente y del posterior análisis de los documentos no analizados por el IPCE, que esperamos también, podemos hablar un poco de lo que deberíamos haber estado hablando durante los últimos cien años: de los documentos buenos, no de los otros. En 1923, Prudencio Otero Sánchez publicó una obra en la que salvaba de muerte a la teoría de García de la Riega. Comprendió que, fueran o no falsificados los documentos cuestionados de La Riega, su evidente manipulación los convertía a ojos de muchos en papel mojado, especialmente entre las comunidades académicas. Combinó la defensa a ultranza de García de la Riega con una actividad mucho más eficaz a efectos prácticos: la búsqueda de nueva documentación. Si aparecían nuevos documentos que pudieran presentarse en lugar de los otros, la discusión sobre los papeles manipulados debería llegar a su fin y sería sustituida por un análisis serio en el que toda sombra de duda desaparecería. El debate volvería a centrarse en la teoría de García de la Riega, que era lo importante, desplazando como centro de discusión al asunto de los papeles. Así lo dice el propio Otero: “Lánceme, pues, con afán, a buscar nuevos elementos probatorios”. Lanzóse y en esa labor recibió la inestimable ayuda de valiosos rieguistas y destacadamente, la de Casto Sampedro, quien sin compartir la teoría de la que había sido en parte impulsor, jamás dejó de prestar su apoyo a cuantos investigadores se dirigieron a él.
Lamentablemente, Prudencio Otero sólo consiguió su objetivo en parte, pues una y otra vez los estudiosos del asunto se han visto obligados a volver a los papeles dudosos. Finalmente, Prudencio Otero presentó una selección de documentos inmaculados. Incluía alguno de los nunca cuestionados de García de la Riega y añadía unos cuantos más, fruto de la labor de búsqueda emprendida junto a Casto Sampredro y otros. Es de señalar que, si bien los documentos de García de la Riega, aunque fueran todos auténticos, no demostrarían otra cosa que la existencia de una familia Colón en Porto Santo (Galicia), los presentados por Prudencio Otero van mucho más allá. Por un lado, verifican igualmente la existencia de la familia Colón de Porto Santo; se establece además un probable nexo a través de un nieto de Cristóbal Colón, quien durante un largo periodo entre los años 1575 y 1576 permaneció en Pontevedra girando visitas entre las cofradías de navegantes. Por otra parte, aporta un nuevo e importante elemento a la tesis demostrando que descendientes directos de Cristóbal Colón habían afincado en Pontevedra y mantenían en ella propiedades, algunas de ellas precisamente frente al lugar de Porto Santo. A la aportación documental de Prudencio Otero se han venido añadiendo con el tiempo nuevos documentos, como los descubiertos recientemente por el Sr. Arbolí Cervera-Mercadillo en el Archivos Municipal y en el de Santa María, que han sido bautizados como ‘Lista Arbolí’, la que consta de un total de siete piezas cuyo estudio merecería más tiempo y esfuerzos que el estudio de los documentos dudosos. También habría que sumar muchos otros de diversas procedencias que hoy se encuentran perfectamente localizados e igualmente libres de toda manipulación. Con todo ello se conforma una gran colección que conforma una base documental más que sólida como punto de partida para quien quiera defender la tesis, incluso entre los creyentes de la tesis rieguista original. A continuación, algunos de los documentos presentados por Prudencio Otero:
I- María Benita Bargas y Colón. Partida de defunción de María Benita Bargas y Colón, una de las muchas (y muchos) descendientes de Colón afincados en Pontevedra. La señora murió en 1773 y el documento pertenece al archivo de la Parroquia de San Bartolomé. Existen muchos otros documentos referidos a la descendencia de Colón en Pontevedra, aunque hoy nos limitamos a utilizar los presentados en la obra de Don Prudencio.
II- Miguel Colón de Portugal. Miguel Colón de Portugal, residente en México, a quien se le otorga un foro sobre media casa en Pontevedra. Otro de los descendientes directos del descubridor.
III- Catalina Colón de Portugal. 1731. Joaquín Piñeiro, propietario del documento superior, compra a Catalina Colón de Portugal, los foros sobre tres casas en Pontevedra, dos de ellas en As Corbaceiras, frente al lugar de Porto Santo.
IV- Juan y Constanza de Colón. Juan de Colón y su mujer, Constanza de Colón. 1519. Finca en Andurique, San Salvador de Poio. El documento está en poder de los descendientes del gran Celso García de la Riega, padre de la teoría del Colón Gallego. Pertenece a la colección publicada originalmente por García de la Riega. Es uno de los papeles que se salvó de la criba a la que fueron sometidos los documentos de Don Celso. En este caso, no hubo en ningún momento excusa para invalidar.
V- A. de Colón. Uno de los documentos que demuestran que los Colón de Pontevedra eran navegantes. Antonio, o Alfonso, o Alonso de Colón, miembro de la Cofradía de San Miguel. Cartulario que cubre las fechas entre 1480-1490, y por tanto, anterior al descubrimiento de América. Era propiedad de la Sociedad Arqueológica que presidía Don Casto Sampedro, otro pontevedrés del que deberíamos hablar algún día. Es otro de los documentos presentados originalmente por García de la Riega. Todos los informes lo dan por válido salvo el de Rómulo Carbiá. Prudencio Otero decidió incluirlo en su lista de documentos válidos. En vista de que no demuestra nada que no esté ya probado por otros documentos jamás discutidos, lo mismo daría excluirlo de la lista que mantenerlo, advirtiendo en todo caso de las reservas que puedan pesar sobre su autenticidad.
VI- Cristóbal Colón (nieto del navegante). Otro papel, en este caso importantísimo. Visita del “Muy Magnífico y Reverendísimo Señor Maestro Cristóbal Colón” a la Cofradía de la Santísima Trinidad. Este tío era descendiente directo de Colón, con total probabilidad nieto. Diego Colón, hijo del descubridor y heredero de sus títulos tuvo tres hijos llamados Cristóbal Colón, de tres mujeres distintas. Este sería uno de ellos, parido por una tal Isabel Samba. Los tratamientos de “Maestro” y “Reverendísimo” nos revelan que pertenecía a alguna orden religiosa-militar. A propósito de este asunto, nos escribe una persona que se dedicó en algún momento a investigar al Colón Gallego. Nos hace ver que Isabel Samba es citada en algunos textos como Isabel Gamboa. Le pedimos fuentes y va y nos las proporciona. Sostiene que la transformación del apellido Gamboa en Samba puede deberse a algún error de transcripción de algún documento original, pues las grafías son parecidas. Así pues, donde dice Isabel Samba, habremos de leer Isabel Samba o Gamboa. Y gracias a nuestro/a erudito/a comunicante anónimo/a.
VII- Cristóbal Colón (nieto del navegante). Otra visita del mismo personaje, en esta ocasión realizada al Gremio de Mareantes al que pertenecía Juan Colón.
VIII- Cristóbal Colón (nieto). Y otra, también al Gremio de Mareantes, en 1575. ¿Qué hace un nieto de Colón, establecido en Pontevedra durante varios meses, visitando cofradías de navegantes?
IX- Juan de Colón. Juan de Colón, cuyo nombre aparece también grabado en piedra en la Basílica de Santa María (visita recomendable, para leer con nuestros propios ojos la inscripción) y en el crucero de Porto Santo. Es el personaje más documentado.
X- Juan de Colón. Otra vez el mismo Juan de Colón. Se metió en algún lío del que lo tuvieron que sacar sus colegas, Juan Nieto (socio suyo además en un cerco de pesca, y cuyo nombre aparece también unido al de este Colón en la inscripción en piedra de Santa María), y Juan de Padrón, quienes tuvieron el gesto de pagarle la fianza para que hoy, cinco siglos después, podamos leer este papel. Hagamos constar que todos los documentos aquí presentados suponen una pequeña parte de los existentes. Y resaltemos que ni uno sólo de todos estos papeles han sido jamás cuestionados ni invalidados. Existe la creencia de que la tesis del Colón Gallego estaba sustentada, en su origen, en unos pocos documentos retocados o adulterados. Algún día explicaremos los porqués de tan grave desinformación. Lo cierto es que apenas una pequeñísima parte de toda esa documentación fue en su día parcialmente invalidada. Todos los demás documentos, como los aquí reproducidos, son absolutamente auténticos, inmaculados, validados, certificados… y así lo han reconocido cuantos expertos los han visto y estudiado, sin excepción.
Hagamos constar que todos los documentos aquí presentados suponen una pequeña parte de los existentes. Y resaltemos que ni uno sólo de todos estos papeles han sido jamás cuestionados ni invalidados, con la salvedad señalada. Existe la creencia de que la tesis del Colón Gallego estaba sustentada, en su origen, en unos pocos documentos retocados o adulterados. Como se ve, no es así en absoluto. Apenas algunos documentos, todos ellos pertenecientes a la lista de los presentados por García de la Riega, han sido parcialmente invalidados. Todos los demás documentos, como los aquí reproducidos, son absolutamente auténticos, inmaculados, validados, certificados… y así lo han reconocido cuantos expertos los han visto y estudiado.
Si sumamos a todo ello la conocida como Lista Arbolí y otros documentos igualmente limpios, hay base más que sobrada para desechar cualquier material que genere la más mínima duda sobre su autenticidad. Ha habido demasiada gente que ha tenido que mirar hacia otro lado durante demasiado tiempo y convivir con la cantinela de los documentos dudosos que hasta hacían muy difícil la exhibición de los documentos limpios. Nadie tiene que seguir cargando con un pecado original cometido por quien fuera. Mi impresión personal, para dejarlo claro una vez más, es que García de la Riega no tuvo participación activa en la manipulación. Los motivos por los que creo esto serían materia de otro artículo. Dicho esto, me da igual quien haya sido. También es cierto que bien podríamos habernos librado de esa losa hace ya mucho tiempo, rechazando cualquier material dudoso en una defensa limpia y honesta de una tesis que va sobrada de documentación incuestionable.
A partir de ahí, cada uno puede defender aquello que le dé la gana, faltaría más. Lo que no se puede pretender es que todo el mundo se pase otros cien años dando la cara por esto: