Revista Cultura y Ocio
García de la Riega y la caja de Pandora (III). Imágenes de los documentos alterados
Por Fernando Alonso Conchouso @ColonGalego
He dedicado dos artículos anteriormente al asunto de los polémicos documentos manejados por Don Celso García de la Riega como soporte de su teoría sobre el Colón gallego. En el primero de ellos exponía las dudas razonables que existen sobre la veracidad de los documentos, toda vez que diferentes informes determinan que muchos de ellos (no todos) presentan claras manipulaciones. En el segundo de los artículos se mencionaban otros documentos de los que casi nunca se habla y que vienen a probar lo mismo y más, aunque con la ventaja de no haber sido alterados y por tanto ser de validez incuestionable. Entre ellos, los presentados por Prudencio Otero y encontrados con la indispensable aportación del insigne Casto Sampedro, sin duda alguna el más valioso historiador de la Pontevedra de su tiempo. En este tercer artículo me propongo mostrar por vez primera imágenes actuales de los documentos de García de la Riega. Es importante que sepamos de qué hablamos, pues por extraño que parezca, hasta hoy siempre que nos referimos a los documentos cuestionados tenemos que ilustrarnos con imágenes que cumplen algo más de un siglo, fotograbados de pésima calidad que no nos permiten apreciar a simple vista si existe o no la manipulación que sostienen la mayoría de los informes. Es por ello que nos posicionamos en uno u otro sentido pero siempre careciendo del primer elemento de juicio indispensable: imágenes de los propios documentos.
María de Colón: Dejaré para un posible trabajo posterior los detalles. En este momento no apetece ni es necesario ir documento a documento reproduciendo lo que cada informe ha dicho de él para una mejor comprensión del asunto. Por ahora, bástenos con ver lo que salta a la vista. Veamos de qué hablamos. La imagen de arriba, por ejemplo. No será muy necesario aclarar que las palabras “Mª de Colón” están escritas con una tinta de otro color. Quizás éste sea uno de los motivos por los que estos documentos nunca se publican salvo en imágenes de principios del siglo pasado. Quizás por eso a pesar de que hace ya muchos años que se inventó la fotografía en color nadie le había hecho una, al menos que hayamos visto; quizás este escaneo de buena calidad nunca hubiera sido publicado de haber estado la decisión en manos de otros. ¿Hay falsificación? Al menos hay una manipulación y una alteración evidente de un documento original, lo que es motivo de sobra para invalidarlo. Lo que se ha hecho es convertir un documento antiguo en un trozo de papel sin valor probatorio alguno, invalidando como mínimo la parte adulterada, que es la que pretende demostrar algo.
Un Fonterosa: Este documento presenta manipulaciones perfectamente visibles en dos de sus líneas. La misma tinta violácea, o muy parecida a la del documento anterior. Advertimos al lector poco dado a estos asuntos que en aquella época, como en la nuestra, los documentos no se volvían azules de buenas a primeras. Curiosamente, todas las manipulaciones que veremos en estos documentos se producen únicamente en cuanto aparece un nombre o un apellido. ¿Para qué se manipularon? La versión oficial del rieguismo dice que para reavivar los nombres, para facilitar su lectura. Más adelante comprobaremos que eso no es así. De momento Esteban Fonterosa bien puede irse a hacer compañía a María de Colón
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Bartolomé Colón: Otra vez la tinta violeta, en este caso nombrando a un tal Bartolomé Colón, exactamente en la línea que alguien marcó con un clip por si la tinta no era por sí misma una marca lo suficientemente expresiva. Aquí Bartolomé se nos presenta con su amigo Aº da Nova, igualmente adulterado. Como avanzábamos anteriormente, no vale la excusa de que se reavivó la tinta por aparecer los nombres borrosos. Las líneas que vemos encima y debajo, como las del resto del documento, se leen perfectamente, tanto en esta imagen como en los fotograbados de hace cien años. ¿Debemos suponer que los escribanos (todos) se quedaban sin tinta cuando escribían los nombre de las familias Colón y Fonterosa? ¿Debemos creer que con el tiempo los nombres que nos interesan eran las únicas partes del documento que se iban desvaneciendo y por eso era preciso reavivarlos? Por poder, podemos creerlo. También podemos creer que nos encontramos ante un documento alterado por otros motivos.
Blanca (Branqa) Colón: En este documento y en otro referido al mismo personaje, la tinta utilizada es más parecida a la original. No obstante, se aprecia con claridad que el nombre es superpuesto y ha sido manipulado también en este documento. E igual que en los anteriores no parece que el motivo sea realzar letras poco visibles, pues todo el texto de alrededor es perfectamente visible, tanto en estas imágenes como en los fotograbados de la época. Nuevamente, salta a la vista. No obstante en los fotograbados antiguos, en blanco y negro y de una mala resolución, la diferencia entre el color de la tinta original y la superpuesta no se aprecian con la misma nitidez. Hemos tenido que esperar al año 2014 para ver imágenes en color.
Ni siquiera es demasiado importante a estas alturas saber si en todos o en alguno de los casos el texto original ha sido adulterado o si se ha respetado en toda su integridad. Mi opinión personal es la de que, como se ha dicho, algunos documentos pudieron ser falsificados para que la genealogía gallega coincidiera con la falsa genealogía italiana. Por eso propongo que nadie utilice estos documentos como prueba de nada. Ha habido demasiada condescendencia a lo largo de estos cien años. Los que habían visto estos documentos con sus propios ojos, que fueron muy pocas personas en realidad, trataban el asunto con paños calientes, como arrastrando un pecado original. Ya se ha dicho que estos documentos solamente han servido para generar problemas. De lo visto, se caen varios miembros de la familia Colón de Poio: Domingo el Viejo, Domingo el Mozo, Blanca y María Colón, la única de esta parte de la colección cuyo nombre de pila no tiene equivalencia en Génova. De los Fonterosa no vale la pena ni hablar, pues se caerían incluso si los documentos que los mencionan estuvieran inmaculados. No obstante, al menos nos quedan tres personajes intactos: Juan, Constanza y Aº Colón. Sobre este último hay discrepancias sobre la resolución de la abreviatura de su nombre de pila, peo no sobre la autenticidad del documento.
Uno de los argumentos recurrentes entre los informes que invalidaron los documentos era el siguiente: a pesar de que los papeles que acabamos de ver fueron escritos por diferentes escribanos, y se pueden apreciar las diferencias notabilísimas entre las letras de unos y otros, las partes manipuladas presentan apreciables similitudes entre ellas y se distinguen claramente del resto del texto de cada documento. Es decir: que los nombres sobre-escritos están elaborados con una letra similar entre sí y diferente a la de los escribanos. Arriba vemos seis “Colón” muy parecidos, aunque proceden de seis documentos diferentes. Dicen los informes que todos fueron escritos por la misma mano. Y dicen los informes que si comparamos cualquiera de los nombres de cada uno de estos documentos con las líneas de arriba y de bajo, se nota a simple vista que las letras son diferentes, como lo es la tinta. Sin embargo, no sucede lo mismo con los documentos referidos a Aº, Constanza y Juan de Colón, de entre los aportados por el propio García de la Riega y que no presentan alteraciones. Son los documentos que obligaron a los más furibundos de entre los autores de los informes a reconocer la existencia del apellido Colón en Pontevedra, que a fin de cuentas era lo que en mayor medida se pretendía demostrar. Lo mismo se puede decir de los otros documentos validados, los publicados por Prudencio Otero y otros aparecidos con posterioridad, en los que el apellido Colón se distingue claramente de los de la imagen de arriba por estar escrito con letras totalmente diferentes (las verdaderas de cada escribano), algo que se aprecia al primer vistazo sin necesidad de ser paleógrafo.
Cierto que el reciente informe del Instituto de Patrimonio Cultural (IPCE), que ha analizado una parte de la documentación podría aclarar algunas cosas, pero tal como hemos dicho en los artículos previos, ese informe no ha sido dado a conocer, lo que eleva la incertidumbre sobre su contenido y sobre su alcance, pues se teme que carezca de alguna de las dos cosas o de ambas.
Llegados a este punto, es útil recapitular y hacer algunas consideraciones: en primer lugar, se debe aclarar que era preciso de una vez entrar de lleno en este terreno, algo que hasta hoy sólo han hecho los detractores de García de la Riega y los contrarios a la teoría, entendiendo con razón cuando los defensores se aferran a ellos, estos documentos son el argumento perfecto para invalidarla . Eso ha colocado a los defensores de García de la Riega y de su tesis (entre los que me cuento), en una posición defensiva y de clara inferioridad. Como he apuntado, los avances se ralentizan y se aminoran cuando buena parte del tiempo y del esfuerzo se distraen en la defensa imposible de material como el que acabamos de ver. En realidad, el mejor servicio que se puede prestar a García de la Riega y a su admirable trabajo es el de descartar los documentos cuestionados, entre otras cosas porque como se ha dicho no hacen ninguna falta, y porque además el asunto de los documentos dificulta el hablar de otros aspectos de la tesis, tanto en lo referido a su origen como a sus evoluciones, que han sido muchas en cien años y más hubieran sido de no ser por los documentos.
Otro servicio que se le puede prestar al gran investigador es la demostración de que él no tuvo nada que ver en la alteración. Creo que algo de esto ya se ha dicho en los anteriores artículos de esta serie y en algún comentario, pero es preciso insistir en ello. Según apuntan buena parte de las fuentes que han tocado el asunto, las alteraciones se produjeron justo antes de tomar las fotografías para ser publicadas en el libro ‘Colón español’. El libro salió de imprenta a principios de 1914, por lo que si las fuentes son correctas, las fotografías se debieron tomar en 1913 o en el propio 1914. Pero es sabido que en esas fechas Don Celso García de la Riega llevaba ya mucho tiempo encamado, aquejado de unos dolores insoportables y casi enteramente ciego. Él mismo se quejaba hacía tiempo del lamentable estado de salud que padecía y que le imposibilitaba continuar con sus estudios. Por lo que parece, en el momento de las alteraciones, García de la Riega estaba literalmente agonizando. En esas condiciones difícilmente hubiera podido dedicarse a falsificar documentos.
Además de lo antedicho, todos cuantos conocían al historiador manifestaban una y otra vez que él hubiera sido incapaz de hacer algo así, pues era un hombre de una honestidad indestructible. No parece que una persona de trayectoria intachable que había dedicado buena parte su vida al estudio de la Historia y a la investigación y que había presentado anteriormente muchos trabajos formidables apoyados en documentación impecable, hubiera cometido semejante insensatez. Lo que creo, como ya he apuntado, es que alguien de su entorno, y sin su conocimiento, trató de apuntarse un tanto escribiendo en los documentos aquello que García de la Riega había creído o había querido leer anteriormente.
Todos los informes contrarios a la validez de los documentos coincidían en lo fundamental. Entre otras cosas, que las alteraciones eran chapuceras. Y lo son. Lo estamos viendo. Quien las hizo no estaba familiarizado con la escritura de la época y no supo ni siquiera imitar la letra del escribano. Si García de la Riega lo hubiera hecho (que no lo hizo), hubieran quedado mejor. Don Celso era un dibujante prodigioso, quizás la persona más dotada para imitar la letra de un escribano. Así pues, todo hace pensar que ni pudo hacerlo, ni quiso hacerlo, ni en caso de haber podido y querido lo hubiera hecho tan mal. eso es lo que parece demostrable.
Ya entrando en el terreno de las conjeturas, no es posible a fecha de hoy y con los datos que se conocen, que son muchos pero muy dispersos y contradictorios, señalar a nadie como autor material o intelectual de las manipulaciones. pero sí es posible una aproximación al perfil del sospechoso. Descartado el propio García de la Riega, habría que buscar entre su entorno a alguien lo suficientemente ignorante como para creer que la manipulación pasaría inadvertida y lo suficientemente ingenuo como para pensar que adulterar los documentos “sólo para la foto” era buena idea. Alguien que no sabía que la documentación se somete a examen. Y que además de todo ello, contara con la suficiente confianza entre las personas más próximas como para ser durante unos días el depositario de los documentos. Quizás un chico de los recados a quien le encomendaron llevar los documentos al estudio de un fotógrafo, o simplemente alguien que se encargaba de una secretaría o que contaba con acceso al lugar donde se custodiaban.
Lo que sí se podría hacer, si algún día alguien tiene tiempo y ganas, es intentar, como se ha apuntado, una recopilación de todos los datos y fuentes para reconstruir en lo posible lo sucedido. No servirá de gran cosa en cuanto al estudio de la tesis ni mucho menos a su eventual demostración, pero podría esclarecerse de qué manera esta documentación pudo acabar en tan lamentable estado, convirtiéndose en el principal lastre que viene cargando la teoría del Colón gallego.