Molina Fajardo
publicó documentos sobre la pertenencia a la masonería del poeta.
Los masones que
ejercieron de enterradores en Víznar señalaron el lugar en el que fue sepultado.
A los masones que
llegaron al 'barranco de la muerte' se les afeitó la cabeza y se les colocó el
mandil masónico como signo infamante.
Nada nuevo. Hace unas semanas se daba noticia a todo trapo
de un informe de 1965 de la Jefatura Superior de Policía de Granada en el que
se revela que Federico García Lorca fue asesinado junto a otra persona y define
al poeta como "socialista y masón", a la vez que le atribuye
"prácticas de homosexualismo". Simplemente es la certificación
oficial del régimen franquista, una de las pocas explicaciones oficiales del
asesinato del poeta. Por lo demás, ya había informes, algunos de ellos
publicados por el periodista y falangista Eduardo Molina Fajardo en su libro
póstumo Los últimos días de Federico García Lorca. Se expresan las mismas
causas y se reitera la condición de masón de Lorca.
El documento, fechado en Granada el 9 de julio de 1965,
señala que Lorca era "un masón perteneciente a la logia Alhambra en la que
adoptó el nombre simbólico de Homero, desconociéndose el grado que alcanzó en
la misma". Idéntico apunte se encuentra en algunos documentos de esta
sociedad, entre ellos una lista con los nombres de los masones, reproducidos en
el libro de Molina Fajardo. Esta lista, en la que aparece el nombre del poeta,
se suma al expediente de responsabilidades políticas seguido contra García
Lorca, bajo el número 630, de 1940. En unas diligencias abiertas por la comisaría
se confirma la pertenencia del autor de Yerma a la masonería.
Según el investigador Francisco López Casimiro, García Lorca
mantuvo una estrecha relación con algunos masones como Fernando de los Ríos, quien
llegó a considerar a Federico "su hijo espiritual". Otros 'hermanos'
amigos de Lorca fueron Francisco Callejón (íntimo del poeta), José Raya,
Constantino Ruiz Carnero, José Villoslada, Alfredo Daneo y Francisco Callejón.
También contó entre sus amistades con algunos miembros de la logia Alhambra en
1927: Gabriel Bonilla, Virgilio Castilla, Luis Fajardo, Joaquín García Labella,
José Megías Manzano, José Murciano, Enrique Rodríguez Santos y Francisco Vera
Guglieri.
La adscripción del poeta a la masonería fue también uno de
los motivos que expuso el destacado miembro de la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) y periodista para
solicitar la detención del autor de Bodas de sangre. La versión fue confirmada
por la actriz Emma Penella en una de las pocas ocasiones que habló de esta
cuestión. Señaló que los motivos que argumentó su padre, Ramón Ruiz Alonso, en
la denuncia que redactó contra García Lorca fueron "por ser el secretario
de Fernando de los Ríos, por rojo y por masón". Aquella denuncia, a día de
hoy todavía desaparecida, es el documento lorquiano más buscado. Le costó la
vida al poeta.
Más pruebas de la condición de masón del poeta han sido
aportadas por el investigador lorquiano Miguel Caballero en el libro Lorca en
África. Crónica de un viaje al protectorado español de Marruecos. El viaje que
el poeta llevó a cabo al Norte de África es "la consecuencia de una serie
de invitaciones que Fernando de los Ríos recibe de grupos masones. Estaban
enviadas a Jugan, que era su nombre en la masonería. Algunas de estas cartas
fueron luego utilizadas como pruebas de cargo por el Tribunal Especial para la
Masonería y el Comunismo", escribe Caballero. Un dato importante de la
investigación de Caballero es la confirmación de que Federico trabajó para el
gobierno republicano como colaborador del socialista Fernando de los Ríos. Este
documento de su adscripción a la República destaca la afinidad del poeta con el
socialismo de su mentor, una condición reflejada en la denuncia. Su filiación o
simpatía política con la república, su condición de 'funcionario' merman
aquellas teorías y tesis que señalan a rencillas familiares y entre caciques
granadinos como causas del asesinato.
Está confirmado que los masones granadinos conocían la
identidad de Homero. En la antesala de la muerte, en Las Colonias de Víznar,
lugar al que conducían a los que iban a ser asesinados, se encontraba también
un grupo de masones a quienes se les había 'perdonado' la vida a cambio de que
hicieran de enterradores de los ejecutados y otros trabajos al servicio de las
tropas sublevadas. Hasta hace no pocos años, los descendientes de aquellos
enterradores sepultados en vida por el régimen franquista guardaron silencio
sobre un pasado vinculado a la masonería y sobre lo ocurrido en relación a
Federico García Lorca. Una muestra titulada La maleta de Penón, donde se
exhibieron los documentos sobre la investigación del escritor
hispanoestadounidense, reveló nuevos datos. Uno de los descendientes de
aquellos masones rompió el silencio. Dos miembros de esta familia, que habían
pertenecido a la masonería de la ciudad de la Alhambra, pudieron escapar del
pelotón de ejecución trabajando como enterradores en Víznar y Alfacar. Allí
coincidieron con Manuel Castilla Blanco, 'Manolo El Comunista', y otros
masones, todos ellos identificados como la Escuadra de Juan Simón, nombre que
tomaron irónicamente de la canción La hija de Juan Simón.
La noche del 18 al 19 de agosto de 1936 supieron que estaban
dando sepultura a Federico García Lorca junto a otras víctimas. Algunos de los
trabajadores de la Escuadra de Juan Simón reconocieron al poeta y decidieron
conservar un distintivo en el cuerpo de Lorca por si alguna vez podían ser
rescatados sus restos. El testimonio contradice la versión de estos hechos que
uno de los ocho masones que fueron 'destinados' a Víznar, el barbero Antonio
Mendoza Lafuente, dio en 1955 a Agustín Penón y posteriormente, entre 1969 y
1970, a Molina Fajardo. Mendoza Lafuente indicó a los dos investigadores que el
grupo de masones fue trasladado a Víznar un 24 de agosto y de este modo no
podían haber presenciado el asesinato de García Lorca. Penón se interesó por
las causas de la detención de Mendoza, quien le contestó: "Ser masón es el
mayor delito que se puede cometer en esta España nuestra".
Cuando en un lejano 4 de agosto de 1936, ya declarada la
Guerra Civil, se denunció que existía un templo masónico en el hotel Reúma,
inmediatamente empezaron a detener a los integrantes de la sociedad. A
diecisiete de ellos los llevaron juntos a la comisaría, donde fueron recluidos
todos en una habitación muy pequeña hasta el día 24, víspera de San Luis rey de
Francia, en que los trasladaron de lugar. Y a un grupo formado por ocho de
estos masones, entre los que se encontraban los más jóvenes, se le trasladó a
Víznar. Mendoza refiere el miedo terrible que pasaron en aquel trayecto que
hicieron en coche hasta Víznar creyendo que les iban a fusilar. Al llegar a Las
Colonias les preguntaron que si querían cenar; todos dijeron que no. Su
sorpresa fue al comprobar que no les dejaban en la sala baja, en donde
aguardaban los que iban a ser fusilados, sino que les subieron a un dormitorio
de los que había en el piso alto para que pasaran la noche, aunque les
advirtieron que no debían asomarse a las ventanas, que ellos dejaron abiertas
de par en par, pues fue una liberación que entrara el aire limpio de la noche
después del hacinamiento que, durante veinte días de calor asfixiante, habían
padecido en el encierro de la comisaría.
A la mañana siguiente, muy temprano, les repartieron los
picos, palas y espuertas para empezar su trabajo. Los prisioneros eran
destinados a construir fortificaciones y arreglar caminos y carreteras. En
aquella misma mañana también supieron que otro de los trabajos que les estaba
reservado a los prisioneros era el de enterradores. Y en el amanecer de ese día
ya cavaron la sepultura de diecisiete fusilados, en las cercanías del barranco
donde empezaban a tener lugar las ejecuciones. Anteriormente los fusilamientos
se habían realizado, primero en el camino de la Alfaguara y después cerca de
Fuente Grande, en donde mataron a Federico García Lorca.
A los masones que llegaron al 'barranco de la muerte' se les
afeitó la cabeza y se les colocó el mandil masónico como signo infamante.
Aquellas personas fueron: José Rivas Rincón, Manuel Plaza Caro, Antonio
Henares, Antonio Mendoza Lafuente, Francisco Jiménez Bocanegra, José Lopera
Vaquero, Fernando Fernández García y Francisco Moral Galán. De todos ellos,
únicamente este último, Moral Galán, reclamado por una denuncia primero desde
su pueblo Güéjar Sierra y meses más tarde también desde Granada, fue fusilado.
Los otros siete masones siguieron prisioneros en Víznar logrando sobrevivir. Y
se da el caso de que a mediados de septiembre el mismo jefe de la guarnición,
José María Nestares, ya había intervenido en su favor ante el arzobispo Agustín
Parrado mencionando la conducta ejemplar de estos prisioneros en el terrible
trabajo que se les impuso.
El silencio se impuso a estos masones supervivientes e
incluso a sus descendientes. Algunos de ellos agradecidos con aquellas personas
que los salvaron de morir asesinados y otros todavía consideran una mancha
familiar o un secreto inconfesable su pasado masón.
Fuente: Granada Hoy