En 1930 García Lorca hizo llover en La Habana, como dice Cabrera Infante
Aquiles Cuervo
Cuando Federico García Lorca llega a La Habana en 1930 proveniente de Estados Unidos le quedan seis años de vida. Acaba de escribir su inmortal libro “Un poeta en Nueva York” y se ha impregnado de cine y pintura. Ha atravesado los States de la Gran Depresión en tren de costa a costa para embarcarse en Florida hacia Cuba donde dará una serie de conferencias sobre “mecánica poética”. Tiene apenas 30 años, pero ya es un reconocido poeta y uno de los nombres más mentados en Hispanoamérica. Algunos lo llaman “Un clásico en vida”. En ese 1930, Cuba sufre una de sus largas enfermedades tropicales. García Lorca ha dejado atrás a Antonio Machado en una España que palpita ya la II República y la Guerra Civil Española y ha desembarcado en una Cuba de otros tintes gobernada por Machado Gerardo, un dictador como tantos otros.
Le esperan a García Lorca en La Habana el estreno de su obra (o guión de cine) “El paseo de Buster Keaton”, su poema “Son de negros en Cuba”, un par de cartas a su madre, muchas habaneras (en el doble sentido de la palabra) y, finalmente, lo que más nos interesa a nosotros, un marinero...