Quiso la suerte que estas fueran las lecturas con las que cerrara el 2011...
RAJATABLA
La buena literatura trasciende el tiempo y Rajatabla es un libro que apoya dicha moción. Este conjunto de cuentos escrito hace más de cuarenta años y ganador del prestigioso Premio “Casa de las Américas” en 1970, sigue sorprendiendo hoy día por todo: la estructura, la forma fragmentaria con la cual construye su imaginario, la omisión de signos de puntuación y el desmontaje de los convencionalismos típicos de la cuentística.
Luis Brito García manipula la palabra, la utiliza, le saca punta a cada una de ellas para construir en donde cualquier otro pudiera decir no hay más nada qué hacer. La capacidad narrativa del autor va superándose así misma, relato tras relato, desde “Helena”, con el cual abre el libro, hasta “La forma de la tierra”, con el cual termina.
En Rajatabla hay mucha parodia, también hay violencia, calificativo que le va a algunas historias y a la palabra misma, es decir, Brito García la violenta, la retuerce, la exprime, y producto de ello, son estos relatos sorprendentes y creativos. De los setenta y tres cuentos que conforman el libro, tengo marcados muchísimos como mis favoritos. Sólo menciono algunos para hacerlo corto: Helena; Consérvese joven consérvese joven consérvese joven; Pero no ven que ha sido en broma; Las cosas que me pasa; Población; Tormento; Libros; Ser. Y muchos más.
El humor es otro elemento fundamental dentro del trabajo creativo. Con esta herramienta se mofa de una variopinta cantidad de temas e implementa un ritmo narrativo trepidante dentro de la brevedad de cada uno de los cuentos. Rajatabla es un texto brillante y a mi juicio lectura obligada dentro de la cuentística venezolana e hispanohablante.
GEOGRAFÍA URBANA
A la par que iba leyendo Corrector de estilo, estaba degustando la poesía inmersa en Geografía urbana, ambos trabajos de Milton Quero Arévalo. Y digo “degustar” porque es precisamente la manera como uno debe acercarse a la poesía: sin apuros, con paciencia, yendo y viniendo en voz alta y dentro del pensamiento, sintiendo cómo retumban las imágenes que ofrece el poeta. Entre ambos textos, uno narrativo y otro poético, hay una clara y evidente correspondencia meta textual que tiene como epicentro creativo a la ciudad de Maracaibo y una dolorosa ruptura amorosa.
La ciudad descrita es amor, pero también dolor. Geografía urbana es una suerte de mapa citadino que tiene de ambas emociones. Hay avenidas, teatros, esquinas, la basílica de la Chinita, el claro gentilicio de gente dicharachera entre tantas cosas más. No falta el insoportable calor y el Lago que ha sido objeto de canciones, versos, mitologías y tragedias. Todo esto ondeando a través de los versos de Quero Arévalo con humor descarnado, en donde se reconoce parte del entorno pero que a la vez se resiste a serlo. Así dice en el poema “Gentes”:
Se inventaron la soledad y la cuidan como un niño.
Mientras yo sigo sin entender cómo se ejerce un desayuno
[con Coca-Cola fría en la mañana.
En más de una ocasión el desgarramiento emocional tan típico del bolero está presente, pero de inmediato salta alguna travesura humorística o una ironía muy afilada que transforma lo patético en sonrisa. Mialma llama a ese amor ya vencido, caduco, pero que es junto a la ciudad, hilo conductor de su canto:
En esta amnésica ciudad, ya nadie recuerda
un amor que fue escrito con mi nombre.
Geografía urbana es un estupendo poemario digno de leer y releer. Es una aventura no de forma o estructura, pero sin duda sí lo es en cuanto a imágenes y emociones transformándose en versos. Aquí la ciudad es humanizada, es mujer adolorida, tal vez el otro yo de la hembra que sí cobró venganza al separarse del poeta:
Maracaibo es una madre soltera encandilada
de donde cuelgan lianas de sol de sus dos pechos.
BITÁCORAS IGNOTAS
El reto para cualquier escritor después de ver publicado su primer libro, en el caso de Lesbia Quintero su primera novela, es que el segundo libro sea igual o mejor que el primigenio. Bitácoras ignotas, ya le marcó un nivel estético, de pluma afilada a la autora. En esta novela, más allá de las historias concatenadas entre cinco personajes muy particulares pero que a la vez se pueden hallar en cualquier calle de Caracas (Jesusita, Álvaro, Oscura Forastera, Rodrigo y Elvira), sobre salta el estilo, las construcciones narrativas bien pensadas y que en todo momento coquetean con el verdadero oficio de escritor.
La historia comienza con María Jesús (Jesusita), desesperada por salir de su oficina dentro de una editorial. Luego de salir corriendo cuando el reloj marca las cinco de la tarde, recorre las calles atestadas de gente, perros callejeros y pestilentes olores, mientras se entrega a una ingente cantidad de divagaciones que hacen del texto, un cuadro intimista y psicológico que llama a la reflexión. Esto aplica de igual modo a los demás personajes, los cuales están bien perfilados en su mundo interno y en su consecuente proyección de sus acciones.
En Bitácoras ignotas hay mucha desilusión tan propia de los avatares amorosos, pero también hay esperanza; hay duros conflictos políticos entre padre e hijo y un claro estado de tensión que te obliga a la lectura, a querer descubrir y hallar una salida. La ciudad también es personaje, una Caracas que a decir de la autora es “una vieja picada de viruela”. Después de leer la obra, uno se pregunta cuánto del nihilismo Jesusita o incluso del espíritu desesperado de Karla (Oscura Forastera), habrá en Lesbia Quintero. Pero lo cierto es que entre los conflictos, las reflexiones y unas cuantas referencias literarias que enriquecen el texto, esta novela deja un grato sabor en el paladar de la lectura.
Así dice Jesusita (¿o Lesbia?):
Cuando tengo ideas, es distinto, la energía fluye directamente de mi cabeza hacia mis manos, me siento empapada de palabras. Inspirada, esa es la palabra. ¿Sabes qué es estar inspirado? No puedo controlarlo, tengo que dejarlo todo para entregarme…
Estupendo debut.