Revista Cultura y Ocio
Este es el libro que Russell P. Sebold no llegó a ver publicado. Aludí a él —por la penosa circunstancia de que su autor no iba a recibir ya ningún ejemplar— en la necrología que apareció en ABC el sábado 12 de abril de 2014: «Hasta sus últimos días estuvo trabajando, y muy encima de su último proyecto que, lamentablemente, no podrá ver publicado: su libro Garcilaso de la Vega en su entorno poético, que editará la Universidad de Salamanca en las próximas semanas». Ya ha aparecido. Y debo mi ejemplar a José Antonio Sánchez Paso, editor en Ediciones Universidad de Salamanca, desde donde mantuvo un contacto muy directo en los últimos meses de su vida con nuestro querido profesor, que decidió dedicarle el libro: «A José Antonio Sánchez Paso, fiel amigo, incomparable editor». No en vano han estado trabajando juntos —Sebold y Sánchez Paso, de autor a editor— durante más de quince años en la confección de cinco libros con este: La perduración de la modalidad clásica. Poesía y prosa españolas de los siglos XVII a XIX (2001), La novela romántica en España. Entre libro de caballerías y novela moderna (2002), Ensayos de meditación y crítica literaria (2004), Concurso y consorcio: letras ilustradas, letras románticas (2010) y este Garcilaso de la Vega en su entorno poético (2014) cuyo halo sentimental tiene fecha e imagen. La fecha es la del 9 de octubre de 2013, cuando Bud Sebold escribe a José Antonio Sánchez Paso: «Tengo 85 años y mi salud es frágil. Sin embargo, me hace mucha ilusión ver este pequeño libro mío impreso y encuadernado, en fin, publicado, antes de despedirme de este planeta. Esa ilusión, las flores primaverales y la nueva sensibilidad de Garcilaso a la naturaleza seguramente me sostendrán hasta esa fecha, sea cuando sea» Quien recibió estas letras, después del fallecimiento de Russell P. Sebold, me escribió sobre esa frase: «No la olvidaré en mi vida». La imagen y su clave se las debo también a Sánchez Paso, que me hizo ver el parecido del retrato de Garcilaso con una de las fotos más difundidas del erudito y simpático profesor. Con la intención de sugerir ese parentesco, su editor y amigo quiso homenajearle coloreando ese dibujo de José Maea y grabado de Bartolomé Vázquez de 1791. Todo un guiño.Leyendo este libro —releyendo algunas de sus páginas— revivo muchos otros lugares de la vasta bibliografía del profesor Sebold, muy consecuente siempre con sus ideas, y lógicamente insistente en sus afirmaciones sobre el dolor romántico, o el neoclasicismo, que también caben en sus ensayos sobre Garcilaso y su entorno. Este apreciado ensayo incluye cinco trabajos publicados en diferentes lugares —esas separatas de Salina que nos enviaba de vez en cuando— y uno inédito: «La depresión del poeta Juan Boscán», «Las dulces prendas de Garcilaso: Guiomar, Elena y Beatriz (aunque una de ellas acaso no lo fuera demasiado)», «De cómo se adelanta Garcilaso de la Vega a la sensibilidad moderna» —el que no se había publicado antes—, «La dulzura de Garcilaso y sus imitadores», «Hernando de Acuña: su poética y su sabrosa historia del alma» y «Francisco de Aldana: su lucha ante la risa de su llanto». Le habría gustado mucho verlo. Y espero que en otro lugar pueda hablar del contenido de este ameno libro que hoy ha sido presentado en Salamanca, con la intervención del director de Ediciones Universidad de Salamanca, Eduardo Azofra, y el Vicerrector de Investigación y Transferencia, Juan Manuel Corchado.