Gareth Bale, llegó al Real Madrid en el 2013 hace ya 6 años, después de unas actuaciones en el Tottenham espectaculares que le llevaron a ser nombrado mejor jugador de la Premier League ese mismo año. Se recordará como explosión definitiva el histórico partido ante el Inter de Milán en el Giuseppe Meazza, donde destrozó al por entonces mejor lateral derecho del momento Maicon (junto con Dani Alves) además de anotar un hat trick.
El Madrid fichaba a Bale por cien millones de euros para compartir equipo con Cristiano Ronaldo, 4 años mayor que él, y del que debería aprender y años más tarde sucederle como líder en ataque. Eso era lo que tenía el Madrid en proyecto. Nada más lejos de la realidad, Bale no ha sido ni la sombra del jugador en lo que se refiere a liderazgo. Si es verdad que el galés ha tenido buenos momentos en el Real Madrid, por ejemplo; goles en finales de Champions, en la Copa del Rey… o partidos espectaculares en lo que ha demostrado su velocidad, pegada y calidad en el pase con su gran zurda. Pero sus sombras al final le han hecho salir del conjunto blanco por la puerta de atrás.
Sus sombras ya sabidas son, lesiones permanentes, inadaptación a la plantilla, poca empatía con el aficionado blanco, poca adaptación al estilo de vida mediterráneo y lo que es más importante cierta duda de si le gusta más el fútbol o el golf. Bale con unas condiciones para haber sido el mejor jugador del mundo hoy día, se ha quedado varios pasos por debajo de lo que prometía, desconectado del juego, con cierta apatía en el campo que desesperaba, firmó la sentencia el año pasado, donde no recogió los galones de Cristiano Ronaldo en cuanto a liderar en lo ofensivo al Real Madrid.
Bale será recordado como un jugador de momentos, un jugador de video de youtube, un buen jugador, pero en ningún caso ha dado el rendimiento que se esperaba de él. Es el paradigma de las luces y sombras, unos días parecía Pelé y otros un jugador de regional que tiene que jugar en un primera división. La irregularidad le ha perseguido, las lesiones, y la mala cabeza (quizá unidas) han hecho el resto.