Les voy a contar una historia. Sucedió en el año 1962. Hacía poco que el guitarrista y compositor Antonio Carlos Jobim había creado un nuevo ritmo: la Bossa nova. Su puesta de largo fue con un disco del año 1959 llamado Chega de saudade, que grabó el propio Jobim con su buen amigo Joao Gilberto. En ese año 1962, Jobim compuso un tema que lanzó este ritmo tan pausado que tiene sus raíces en la samba, hacia cotas que no imaginó ni en el mejor de sus sueños. El tema se llama Garota de Ipanema (la chica de Ipanema), y con el tiempo se ha convertido en una de las canciones más interpretadas y versionadas de la historia de la música.
Cuentan que Antonio Carlos Jobim gustaba de sentarse junto a su amigo el poeta Vinicius de Moraes en la terraza de un bar de Ipanema llamado Veloso (que aún hoy existe y que se llama Garota de Ipanema), y ante él pasaban a diario docenas de garotas acariciadas por el sol, pero de todas ellas una llamaba especialmente la atención por su manera de moverse tan sensual y llena de gracia. Se llamaba Heloísa, y pasaba a menudo ante el bar para ir a comprar cigarrillos para su padre en un estanco que se encontraba cerca de allí. Fueron sus andares, la fuente de inspiración de Jobim y Moraes.
Años más tarde, Antonio Carlos Jobim decía: "Si no fuera por Garota de Ipanema, que hice con Vinicius y grabé con Sinatra, a estas alturas estaría grabando jingles para la televisión y explicándole historias a mi banquero".
Viendo a Sinatra con su cigarro en la mano, y a Jobim con su guitarra, sentados, cantando juntos en esta grabación del año 67, me los puedo imaginar en esa terraza del bar Veloso de Ipanema, y si cierro los ojos, ciertamente, puedo ver los andares de Heloísa.