Revista Salud y Bienestar
Es una obviedad decir que por muy bien que funcione cualquier organización sanitaria, ésta siempre es susceptible de mejora. Pero cuando lo que se pretende mejorar de una organización sanitaria es el personal, las cosas se ponen complejas.
Clásicamente, se han descrito dos formas de incentivar al personal de una organización, ya sea ésta sanitaria o no. Familiarmente, a esos incentivos se les ha llamado "garrote" y "zanahoria".
El incentivo garrote pretende "castigar al malo" con el objetivo de que tanto él como sus compañeros eviten conductas improductivas. Por ejemplo, en algunas empresas, se ficha con la hora de entrada y salida de modo que los impuntuales son castigados para que cumplan todas sus horas de trabajo. A pesar de que los incentivos garrote son efectivos en gran medida, despiertan en los buenos trabajadores sentimientos negativos. Algo así como "si yo trabajo bien y soy puntual, ¿por qué mi jefe recela de mí con esta amenaza?".
Sí, el incentivo garrote es cruel, pero peor aún es el incentivo zanahoria.
El incentivo zanahoria es el opuesto al anterior, dado que lo que hace es "premiar al bueno" para promover actitudes positivas. El incentivo zanahoria otorga premios, en ocasiones económicos, cuando se logran determinados objetivos. Pero las desventajas de cualquier zanahoria son dos:
1. Se lucha por el objetivo y no por lo que realmente importa, que es lo que motiva el objetivo. Por ejemplo, si se propone un premio al que ahorre más papel, los trabajadores intentarán consumirlo menos y se corre el riesgo de que dejen de escribir.
2. Cuando se deja de lograr el objetivo, no se obtiene la zanahoria y el trabajador no percibe eso como haber dejado de obtener un complemento salarial ya no merecido, sino como un injusto recorte del sueldo. Y es que a recibir dinero cualquiera se acostumbra rápido.
Debería entenderse que tanto garrotes como zanahorias pueden servir para estimular a los asnos, pero los trabajadores no somos asnos. Entonces, ¿cómo se debería promover una actitud de mejora? Sencillo. En el caso de los trabajadores sanitarios existe una ventaja que no está presente en otros sectores.
El trabajador sanitario suele ser un sujeto motivado; al fin y al cabo, todo el mundo habla de la vocación que hace falta para desempeñar nuestros puestos de trabajo. También es verdad que somos inconformistas crónicos, pero ¿acaso esto no es un reflejo de nuestro deseo por trabajar en un lugar mejor y por tanto de nuestra vocación?
Es así de fácil. Que nos pregunten qué no nos gusta, que nos consulten que es lo que aún puede ir mejor. Que nos hagan partícipes en iniciativas y proyectos de cambio consensuados por ambas partes y que cuando no sean posibles nos expongan los motivos por los cuales no lo son.
Porque la motivación en un sujeto vocacional es más fuerte que un golpe de garrote y sacia más que una dieta a base de zanahorias.
Foto: Poco motivante ensalada de zanahorias para la cena.