Revista Opinión
Siempre he creído que para ser honrado hay que ser también un ingenuo. Que un hombre como Garzón, que confiesa 30 años de ejercicio profesional de la judicatura, venga ahora y nos diga que se siente condenado es demostrativo de una ingenuidad sin límites: claro que está condenado, desde mucho antes de que se iniciaran las causas contra él, está condenado desde que comenzó a significarse como un juez especial, quiero decir como un juez no corriente, como un juez distinto, desde que se salió de la manada.He escrito por lo menos 100 veces que la judicatura española se rige por normas que no están contenidas en la LEY ORGANICA DEL PODER JUDICIAL (LOPJ).A los que me sigan habitualmente incluso les resultará ya molesta, la repetición de la que considero norma fundamental del funcionamiento de la judicatura: Nosotros somos una casta intocable; de tal modo que puede decirse: ay de aquel que roce a alguno de nosotros con la pluma más leve del ala de un ángel, más le valiera atarse una piedra al cuello y arrojarse de cabeza al mar.Garzón transgredió esta norma fundamental y desde ese mismo momento estaba condenado: fue cuando actuó como pieza decisiva para que fuera condenado su colega Javier Gómez de Liaño. Había tocado a un miembro de la judicatura y no precisamente con la más leve de las plumas del ala de un ángel, sino propinándole a su compañero no sólo de profesión, sino de órgano judicial, de piso y de despacho, un golpe fundamental para que fuera expulsado, como ahora lo va a ser él, de la judicatura, para que fuera condenado por prevaricación en la causa que abrió contra la cúpula de Prisa, instigado por uno de los nazifascistas más preclaros de este país que, entonces dirigía la revista más ultrafascista de España.Pero este ingenuo personaje hizo algo todavía peor en este puñetero país, abrió un procedimiento penal contra un grupo que constituía una de las bases económicas de sustentación del PP: el famoso caso Gürtel.Pero este hombre ¿en qué mundo vive, cómo no van a condenarlo, el elemento más regresivo de la sociedad de este país iba a dejar impunes los dos crímenes de más lesa gravedad que pueden cometerse: atacar la inmarcesible honorabilidad de la judicatura española, aquélla de la que dijo De Maistre que era la más alta de todas las judicaturas de la Historia, y, por si fuera poco, agredir tan salvajemente al órgano político, PP, que es y representa el venero de donde surgen la inmensa mayoría de los miembros de dicha clase profesional?¿"Ubinam gentium sumus, in qua urbe vivimus"? Desde todos los órganos judiciales del país se levantó un enorme clamor que inquiría: ¿pero entre qué gente estamos, en qué país vivimos?O sea que la condena del juez que violó ingénuamente estas normas es indefectible porque, si no lo condenaran, se abriría la veda para que cualesquiera otros miembros de la carrera judicial se atrevieran a cometer el mismo pecado, porque no es un delito, es algo mucho más grave aún, es un pecado o ¿acaso no ocupa la más alta cumbre de la magistratura española uno de los más fervorosos católicos del mundo?Garzón es, como ya anunciamos nosotros desde el principio de su calvario, un cadáver jurisdiccional. Su sacrificio se ha planeado y ejecutado con la lentísima seguridad con la que se llevan a cabo todos los grandes designios judiciales.La cuestión es ya tan evidente que él mismo no ha tenido otro remedio que reconocerlo:http://www.publico.es/agencias/efe/353241/garzon-asegura-que-se-siente-condenado