«Me siento perseguido, indefenso, me han denegado todas las pruebas. Otros magistrados han hecho exactamente lo mismo, pero el Supremo ha acotado con Baltasar Garzón ¿Por qué? No lo sé. Yo no laminé el derecho de la defensa. Es mentira. Ordené la intervención de las comunicaciones de los presos, no de sus abogados, con base a que podían seguir delinquiendo, escondiendo su dinero. Además, distingo perfectamente la presencia de los abogados, así lo pongo en la orden mandada a la Policía, es una salvaguarda para ellos. ¿Esto qué es? Es un prejuicio claramente establecido. Me siento condenado, pero lucharé por defenderme con las pocas armas que tengo». Esto es lo que el juez Garzón manifestaba en una entrevista realizada por el periodista Manuel Rivas y que se incluyó en documental 'Escuchando al juez', de la directora Isabel Coixet. El juez estrella regresa al prime time. Hoy hará su alegato final y el juicio por las escuchas del caso Gurtel quedará visto para sentencia.
Pero yo recuerdo un Garzón muy distinto. Un joven juez de la Audiencia nacional que el 12 de junio de 1990 decidía convertirse en una star al aparecer en helicóptero en la ría de Arousa para dirigir a 300 policías en una redada contra los narcos gallegos. Parecía Miami Beach, pero era el Caso Nécora. Una nécora resbaladiza en la que el juez dio su primer tropezón: todos absueltos. Nadie creyó el testimonio de su arrepentido.
El mundo de la política le tentó y en 1993 se presentó en las listas del PSOE. Obtiene un escaño y es nombrado delegado del Gobierno del Plan Nacional de Drogas. Aguanta un año. El mismo reconoce que se equivocó y asegura que pecó >de soberbia creyendo que yo podía hacer algo>, dijo. Otro patinazo.
Tras el fracaso en las drogas prueba suerte en el terrorismo (ETA, GAL) y después da el salto a la fama internacional actuando contra Pinochet. No ha dejado palo sin tocar. Y le han caído muchos palos. Aun tiene pendientes el caso de los muertos del franquismo y la financiación de unos cursos que realizó en Nueva york por parte del Banco de Santander (luego archivaría una causa contraria a los intereses de los directivos del banco), que junto al de hoy forman su triángulo de las Bermudas judicial. ¿Desaparecerá en él?
Dicen sus defensores acérrimos, que tiene muchos, que todo son envidias y corporativismos, que es una persona honrada y un juez imparcial. Pero la mujer del césar no sólo debe ser honrada, también debe parecerlo...