Muchos ciudadanos tienen la idea de que hay dos Baltasar Garzón, como había un Dr. Jeckyll y un Mr. Hyde, que eran la misma persona pero de honorabilidad opuesta.
Uno sería el juez ecuánime y austero, y otro el hombre que tomaba una pócima que lo convertía en agresivo y codicioso.
Cuando perseguía incansable a narcotraficantes y etarras con pasión de hombre puro la prensa le seguía admirada y sus espectaculares operaciones dejaban boquiabierto al país.
Ejércitos de policías, guardias civiles, coches, helicópteros, y periodistas que habían sido avisados desde su juzgado de la Audiencia Nacional, tomaban pueblos enteros para cazar narcos.
Luego, en la barra de un bar de Vilagarcia, en Pontevedra, convertido ya en Mr. Hyde, pedía, ante el director y el agente de Prensa de Aduanas, cajetillas de tabaco americano,
“Pero que sean de batea”, es decir, de contrabando. Las aceptaba como regalo.
Entre ambos personajes saltaban los casos que instruía mal, y que debían enmendar otros jueces anónimos.
Mr. Hyde ejercía sus venganzas personales, como el caso GAL, o volvía Jeckyll en la persecución de Pinochet, y vuelta a Hyde en casos de dinero, como pedírselo como “patrocinio” al encausable “Querido Emilio” del Banco Santander.
Cuando en 1993 entró en política en las listas del PSOE, pidió cobrar “en negro”, para evadir a Hacienda, afirma Alfonso Guerra en su autobiografía recién publicada.
Dice Guerra que él se negó, pero que “alguien” le pagó así.
Garzón lo niega, pero el entonces secretario de Estado de Seguridad, Rafael Vera, confirma a Guerra y sugiere que recibió fondos reservados de Defensa, e hizo turismo internacional y familiar con ellos.
Baltasar Garzón quiere volver a la política. Veremos saltar constantemente al Garzón-Dr. Jeckyll hacia el Garzón-Mr. Hyde, y viceversa.
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SALAS