Revista Cocina

Gatos o gatti, los otros habitantes de Venecia

Por Ana Pérez Villa @mundicolasblog

De nuestro viaje a Venecia se nos había olvidado hablaros de sus habitantes, de los otros habitantes: los gatos o gatti (en italiano). Cuando os decíamos que Venecia nos tenía (en)gatusados era por algo...

Paseando por la calles, atravesando sus canales, descubriendo rincones siempre encontrábamos un gato, casi siempre gordito, brillante, tranquilo, de mirada feliz. Habitantes enamorados de su territorio, conquistadores de la paz de la ciudad de las góndolas.

La primera vez que nos llamó la atención su presencia fue en la librería Acqua Alta, un lugar entre el desorden y la belleza del caos, entre el misterio y la guarida del tiempo, donde montones de libros construyen estanterías y columnas de polvo, imaginación e indecencia.

Los gatos paseaban encima de esas torres de papel, como anfitriones felices, comían en el mostrador desordenado y daban la bienvenida a los turistas ojipláticos con toda la parsimonia del mundo. Los dueños les mimaban, mientras explicaban las bondades de la librería a los visitantes.

Las máscaras de gatos asomaban por doquier en las tiendas de artesanía, de todas las formas, materiales y colores. Llegamos a pensar que eran un símbolo de Venecia, sin embargo, nuestra guía turística no respaldó con argumentos nuestra teoría. Había gatos porque sí... Simplemente se habían ganado el respeto de los venecianos.

Hay muchas leyendas, muchas historias en torno a los gatos, no sé cuánta verdad guardarán, lo que sí se siente es su magnetismo. En cada ciudad hay algo inesperado que hace click en el alma del viajero. Ay, amigos, en Venecia los gatos descubrieron nuestros chacras.

Del barrio judío (El Guetto) nos cautivó un taller artesano de pintura sobre lienzo. Entramos atraídos por los colores alegres de la fachada, con caritas de gatos pintadas a mano. Un lugar mágico. Dentro de la tienda un gato naranja dormía plácidamente mientras el artesano decoraba lienzos grandes y pequeños. El local estaba repleto de dibujos de gatos risueños practicando actividades humanas. Ilustraciones simpáticas para regalar, enmarcar o simplemente arrancar una sonrisa. Compramos un lienzo de colores muy vivos que a día de hoy se muestra orgulloso en nuestro salón, junto a la máscara veneciana de Nicola.

También vimos gatos al sol, entre la decadencia de los astilleros de góndolas (squeri), lamiéndose sus partes nobles y disfrutando de la distancia provocada por el paso del canal. Tenían garantizada la tranquilidad en su rincón caótico. Desde un puente con vistas al astillero les mirábamos con asombro y complicidad.

En Torcello y Burano los gatos se creían los dueños del mundo, en realidad un territorio enano, sin importarles lo diminuta que puede ser una isla. Esa prepotencia felina les mantenía fuertes y engreídos, transgresores, casi perfectos.

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