El pasado sábado desfilaron entremezclados por las calles de Bilbao miles de ratones y de gatos, detrás de pancartas que decían “Gora Intifada, Intifada, Aurrerá”, en una histórica manifestación conjunta de presas de caza y sus depredadores.
Los ratoncillos eran los sindicatos UGT y CCOO, y los gatos, el sindicato nacional-socialista vasco LAB, comedor de roedores, y cercano al mundo proetarra.
Esta era la primera vez en la que iban juntos, enfatizaron sus portavoces, aunque no para exigirle a Eta que deje de asesinar, sino para protestar porque, metidos en el saco de Oriente Próximo, los gatos israelíes se están zampando a los gatos palestinos.
Quienes van perdiendo parecen débiles, pero poseen terroríficas garras explosivas, organizadas en Hamás y Yihad Islámica. No son ratones pacifistas que se dejan morir gratuitamente, como los no abertzales de Euzkadi, sino gatos feroces que mueren matando.
Durante la manifestación se vio quién mandaba allí: los felinos de LAB daban pasos elásticos y poderosos, exhibiendo sus garras, y los asustados Mickey, corrían tras ellos con saltitos temblorosos.
Siendo franciscanos podríamos interpretar que los ratoncillos aprovechaban la manifestación para pedirle piedad a los gatos, como diciéndoles: no nos comáis, que apoyamos a vuestros violentos amigos contra sus violentos enemigos.
Pero el resultado de la marcha fue que los mininos solo exhibieron sus apetitosas carnes y no consiguieron que los gatos prometieran ayuno.
Así que los ratones, pero ya perdida su dignidad, seguirán alimentando al sanguinario etarra.