Gay Talese, periodista y escritor norteamericano, quien cumplirá 84 años en menos de una semana, ingreso al periodismo cuando tenía 21 años. Escribía crónicas de los partidos que jugaba su equipo de béisbol para el diario local. Hoy, tras 60 años de aquella primera vez que tomó un lápiz y papel, se considera un ganador y no se arrepiente de nada. Aunque no piense que es perfecto, está conforme con la manera como retrató a los personajes en sus crónicas.
Admirador y amigo de Gabriel García Márquez, Talese se inspiró en sus obras, así como en las de Hemingway, Scott Fitzgerald o Thomas Mann. Pero nunca quiso dedicarse a la ficción. Así lo contó en una entrevista para el diario La Nación de Argentina.
Talese afirma que vivimos en una era del narcisismo en donde la curiosidad, a la que considera influyente dentro de su éxito, se ha perdido y las personas están pendientes en mirar a sí mismas y a los smartphones. Deberíamos, dice, despegar nuestra vista y convertirnos en aventureros, así como hizo Colon al descubrir América.
El escrito dejó muy claro sus deseos de abordar la realidad: “No me interesa mentir, inventar, imaginar algo que no existe”.
-Muchos de sus textos, el más emblemático es el que le dedicó al boxeador Floyd Patterson, se ocupan de perdedores. ¿Qué conexión encuentra entre la condición del perdedor y la tragedia?
-La conexión existe, no hay duda. Porque lo más trágico para un perdedor es perder su trabajo. (…) Lo raro es que uno pierde el trabajo porque pierde el juego, aun cuando no haya hecho las cosas mal. Ganar y perder están más cerca de lo que parece, caer de un lado o del otro depende de cosas minúsculas. (…) Usted mencionó a Floyd Patterson. La verdad es que a él yo lo veía más bien como un ganador. Lo llamaban perdedor, pero creo que dadas las circunstancias y el lugar de donde salió era más bien un ganador. No estaba ni siquiera preparado para combatir en la categoría de los pesos pesados. Lo hizo y fue campeón.
-Esos textos, igual que otros de los suyos, fueron escritos siguiendo un cierto método que usted mismo definió como “The fine art of hanging out”, el arte de dejar pasar el tiempo, de estar disponible. ¿En qué consiste esa disponibilidad?
-Es antes que nada la decisión de ver aquello sobre lo que se escribe. No se puede escribir sobre lo que no se ve. Por supuesto, uno puede entender cuando lee libros; puede, por ejemplo, conocer y entender la historia argentina. Pero hay que ir a la Argentina. No se puede escribir sobre la Argentina a menos que se viaje. (…) ¡No se puede googlear eso! ¡No se conocen las cosas así por Google! (…) El arte de pasar el tiempo consiste en la observación del movimiento, en los cambios de ánimo del hombre reflejados en el cuerpo.
-Debe ser por eso que alguna vez dijo de sí mismo que era un retratista. ¿Cuál es la técnica para pintar retratos con palabras?
-Uso las palabras como el pintor usa la pintura. Las palabras son mi material. Picasso usaba pinturas, Ferrari, combustible, yo uso palabras. Y las palabras son poderosas. Pinto cuadros en la imaginación de los lectores y ellos se identifican con esas pinturas. Tienen las sensaciones físicas de una presencia, de haber estado ahí.
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