No vale la pena salvar la civilización occidental. Creo que eso ya está bastante claro. Esta civilización es genocida. Ecocida. Omnicida. Imperialista. Racista. Deshumanizante. Degradante. Distópica. Emocionalmente atrofiada. Culturalmente insulsa. Espiritualmente empobrecida. Intelectualmente esclavizada. ¿Por qué querría cualquier persona cuerda que esto se prolongara? No necesitamos salvar a la civilización occidental de fuerzas externas, necesitamos salvarnos a nosotros mismos de la civilización occidental. Gaza es un espejo. Nos muestra quiénes somos. Lo que siempre hemos sido. Es hora de ser realistas sobre lo que estamos viendo.
Las palabras de introducción, a las que creo no se necesita agregar nada más, son de Caitlin Johnstone, periodista freelancer australiana de izquierda, financiada completamente por crowdfunding, socialista, poeta guerrillera y preparadora de utopías.
No hace tanto que se publicó el siguiente texto. Fue el 10 de marzo, es un extracto de su punzante artículo “When The Imperial Media Report On An Israeli Massacre” sobre la matanza en Gaza.
CIUDAD FANTASMA

En esta ciudad fantasma llena de coches fantasma, autobuses fantasma, trenes fantasma, pubs fantasma, conciertos fantasma, parques temáticos fantasma, cines fantasma, festivales fantasma, risas fantasma, fiestas fantasma, compras fantasma, todo sigue igual que antes de que todo esto empezara. Niños pequeños correteando con la carne en los huesos y los órganos dentro del cuerpo como se supone que deben estar, supervisados por padres fantasmas con la cabeza llena de influencia social y cotilleos.
El mes pasado, un hombre se prendió fuego ante la embajada israelí y gritó “PALESTINA LIBRE” mientras ardía. No era un fantasma. Era de carne y hueso. La vio. Respondió a ella. Trató esta pesadilla como lo que es.

Así que seguimos con la farsa. Mantenemos frenéticamente los engranajes de esta ciudad fantasma girando como hámsteres en una rueda, corriendo cada vez más rápido porque podemos sentir la húmeda boca de la autenticidad pisándonos los talones. Es como un gigantesco juego de improvisación teatral al que estamos jugando todos juntos, en el que no hay otra regla más que mantener la escena en un estado constante de movimiento frenético.
Porque todos sabemos lo que ocurrirá si nos quedamos quietos, en algún nivel. Todos sabemos que la quietud permite que el humo se disipe y el barro se asiente en el agua, y a partir de ahí es sólo cuestión de tiempo para que nos encontremos en el tiránico asidero de la claridad. Y entonces todo saldrá a borbotones. Las mentiras. La falsedad. El descontento. Los sentimientos. La vergüenza. La culpa. La verdad. Gaza.

Caitlin Johnstone

