Gemma Ward es esa modelo australiana del 87 que conocimos cuando solo tenía 16 años. Fue descubierta en un programa de televisión al que asistía como público y fichada por la agencia IMG. A partir de ahí desfiló para Prada y Miu Miu en Milán, aparece en vogue en su edición "It girls" como una de las nueve modelos nuevas del momento.
Aquí podéis ver todas sus portadas.
Desde entonces despega su carrera como un bólido imparable: portadas, pasarelas, campañas, editoriales.
Todos los diseñadores la querían en sus pasarelas, todos los fotógrafos querían inmortalizarla, todos adoraban a esa niña de menos de 20 años que se había convertido en modelo y musa, icono y bandera de una nueva generación de niñas modelo con aspecto de otro mundo.
Pero llegó el día en que Chanel presentaba su pret-a-porter primavera verano 2007.
Y Karl la vistió con shorts y bikini.
Y la gente vio que Gemma había cambiado. Estaba creciendo. La gente fue cruel, no querían que cambiara su niña extraterrestre.
Pero Gemma estaba creciendo, no podía permanecer siempre con 16 años. Espigada y etéra la niña de otro mundo estaba poniendo los pies en la tierra. Y eso no gustaba.
Le dedicaron artículos aquí y allá, en el NYpost. La criticaron por gorda.
Cinco años después una chica alta y rubia pasea por Nueva York. Lleva un abrigo de leopardo y una minifalda por la que asoman sus piernas curvilíneas. Es Gemma Ward. Ahora parece muy de este mundo. No es una niña pero solo tiene 22 años. Nada queda ya de aquella hipnótica modelo infantil a la que vestían con tacones y faldas lápiz.
Y es que la niña extraterreste se marchó del mismo modo que había llegado.
Sin más.