Pertenezco a una generación que alguna compañera calificó de generación del boli bic; cuando lo expresó me hizo mucha gracia, y tengo que reconocer que me sentí totalmente identificada.
Soy de aquellos a quienes sus padres les enseñaron que todo se guarda, se conserva y reutiliza de un modo u otro; por lo que mi boli bic, tras agotar su fecundidad como instrumento de expresión escrita, se convertía en una cerbatana con la que lanzarnos granos de arroz en las batallas que se organizaban en el barrio; y utilizábamos los calcetines viejos para hacer marionetas multiplicando así su valor y vida útil.
Compramos nuestro primer ordenador personal cuando ya hacía tiempo que trabajábamos ahorrando para ello, porque en aquel momento suponía un desembolso importante; pero guardamos la Olivetti en una estantería del garaje 'por si acaso'; hoy adorna un extremo de mi escritorio convertida en adorno sorpresivo para visitantes infantiles.
Cuando ya habíamos socializado profundamente el concepto de reciclaje y transformación aprovechadora surge el 'no vale la pena que lo arregles porque es más barato uno nuevo' y sinceramente me ha costado asimilar este nuevo concepto, todavía me cuesta desprenderme de los objetos que me han acompañado, pero en el afán de no perder el tren transformador que nos rodea hasta ese concepto he interiorizado conjugando ambas opciones.
Pertenezco a esa generación de mujeres que reaprenden a diario en la vorágine tecnológica que nos envuelve, de las que han batallado ante la intransigencia de sus padre, los micromachismos de sus compañeros de viaje, la conciliación laboral y familiar, los cursillos de reciclaje constantes para romper el techo de cristal a cabezazos; de las que han tenido que demostrar por activa y por pasiva su validez, por lo que están acostumbradas a lidiar con todo lo que se presenta, tienen recursos o… eso era lo que yo creía,
Porque ayer cuando una amiga me llamo para explicarme que la habían rechazado en una entrevista de trabajo porque tenía 42 años ¡CUARENTA Y DOS¡ no se lo dijeron directamente así, claro, tras elogiar su curriculum le dijeron que necesitaban alguien más joven porque 'querían que además representase la imagen de la empresa', no intentaron ser ni políticamente correctos inventando cualquier excusa.
Claro, ante tal argumento se quedó muda, ella no tenía preparada la respuesta, no se lo esperaba y no se había preparado la entrevista para discutir esos términos. Yo también me quede sin palabras, solo alcancé a decirle que esa empresa no la merecía porque solo querían un florero, no una trabajadora.
Pero hasta ese momento nunca me había planteado que a los cuarenta pudieran considerarte obsoleta para según qué trabajos; no sé cómo puede lucharse contra eso, no sé cómo te puedes reciclar de la edad… ¿Nos hemos convertido en olivettis? ¿La cualificación y la experiencia han pasado a ser valores secundarios? ¿También un varón de 42 años es mayor como imagen de una empresa? ¿O solo somos las mujeres?…