Ayer leí un artículo en la revista Cosmopolitan que me hizo pensar. Mucho. Porque hablaba de la generación de los Millenials de una forma tan clara que es imposible no entender su comportamiento, sus inquietudes y sus carencias.
Los que ya han nacido con Internet en la mano se han acostumbrado a un mundo rápido donde las respuestas llegan sin necesidad de esperar. Si dudas algo, Google. Si quieres algo, Amazon. Si tienes hambre, Just Eat. Si te aburres, Netflix, y así sucesivamente. Esta inmediatez les ha hecho acostumbrarse a conseguir todo lo que quieren rápido y a golpe de clic. Pero sólo funciona con las cosas materiales. Ese es el quid de la cuestión. Que Internet no es la solución para el amor, la autoestima o la confianza en uno mismo. Estas cualidades llegan después de recorrer caminos largos, arduos, que requieren perseverancia y paciencia. Por eso, en el momento en el que no ven recompensas inmediatas ante u. Esfuerzo desisten, sintiéndose además inútiles al pensar que están haciendo algo mal.
La impaciencia es una de las causas por las que a esta generación, pese a ser social -digital- y luminosa, le cuesta mucho alcanzar la felicidad. Tanto que las tasas de suicidios y enfermedad mentales están aumentando escandalosamente, aunque a nadie le guste hablar de esto.
Y hay que hablar. A veces hay que hablar.