Revista Filosofía

Generaciones

Por David Porcel
A mi grupo de 4º de ESO de Filosofía, En las antípodas de lo esperado, allí donde el conocimiento aún es posible, una alumna en clase de Filosofía pensaba en voz alta: cuando la filosofía habla de la felicidad se hace desde la presunción de que la vida es una o está fragmentada en unidades sucesivas -los instantes-. Pero la vida ni es una ni está fragmentada. ¿O no hay experiencias que generan vida y otras que la quitan? Sí, obcecados por el resultado y los objetivos nos quedamos sin experimentar la intensidad de la vida. Y es verdad. Enseguida pensé en el primer amor, vivido secretamente por temor a que el tiempo acabara con él. Y en la primera luz que, colándose por la cortina, mortalizó para siempre al sol. Y en la primera medianoche con su cielo estrellado y su luna refulgente. Y en el primer mar, que todavía en las noches de invierno aparece envolviendo cuerpos y corazas. Y en todo ello, a un sólo tiempo. Y pensé que perdiendo estas experiencias, dejándolas ir, nos perdemos para siempre.

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