Erich Heckel: Dos hombre a la mesa, 1912. Hamburger Kunsthalle, Hamburgo.
—¡Buenas, compadre!—Muy buenas, pero…—No me empiece con pegas. —No pegas, no, pero…—Sí, ya sé, que buenas, precisamente, no son.—No, no. No voy por ahí.—Pues entonces…—Es por lo de compadre.—¿Qué hay en ello?—Que usted y yo…—¿Sí?—… compadres, lo que se dice compadres, no somos.—Ah, hombre, es sólo una forma de hablar.—Ya, como todas.—Y algo nos une, ¿no?—Algo.—¿Ha visto cómo está el patio?—¿El de la entrada?—Ese también, pero…—No esperaba verlo por acá tan pronto.—¡Eso casi es un dado alejandrino!—Mande…—No, nada. Hace semanas que no vengo.—¿Quién lo afrenta?—No hablo de venganza.—Lo suponía. Era broma.—Bueno, bueno. No me vengo, pero…—¿Tampoco se va…?—Es usted incorregible.—Manejo los contextos.—Y, la verdad, motivos no me faltarían.—¿Para irse? ¿Tan mal le caigo?—Ja, ja. ¡No, para vengarme!—Ah, pues no se prive.—Le doy vueltas.—Sí, ya veo.—Y el caso es que…—…vamos…—…. camino… —… del ocaso!—Con usted da gusto.—El gusto es mutuo.—Ya sabe que no es fácil…—¿La sintonía? Sí, me hago cargo.—Claro que ya son muchos años.—Unos cuantos, sí.—Diría que todos.—Y todas…—Todos los años. —Todas las horas.—Parece que ya ha empezado a nevar en Ucrania.—¿Y eso?—Lo dicen por la radio.—Así que de nuevo el General Winter.—Sí, el mismo.—El que derrotó a Napoleón.—Y a Hitler.—Ya le digo.—Tiempos pasados.—¿Usted cree?—¡Hombre, sí!—No sé, no sé, a veces se diría…—¿Que parece que anda suelto Satanás?—Una canción que no pasa de moda.—En todo caso, va a ser duro.—Y sin embargo…—¡Embargue, embargue!—¡Oiga, pero usted habla en serio alguna vez?—Créame, no hago otra cosa. —Gag a gag, ya veo.—Ya me gustaría.—¿Qué le gustaría?—Tener siempre la rusa a punto.—Me parece que se le ha colado una errata.—Eh! Ah, sí. Disimule.—No, sí a mí no me me importa.—¿Entonces?—Lo digo por esos. Por ellos.—¿Ellos? ¿Esos? ¿Quiénes?—No me diga que no los ve.—Non los veo.—¡Así no vale: le dije que no me lo dijera!—Sosiegue, amigo. —¿Tranqui, tronco?—¡Tranqui, tronco!—Estoy muy triste.—Ya se le ve.—¿Tanto se nota?—Canta cantidubi.—Otro golpe bajo.—Malos tiempos para la lírica.—Y peores para la Trova.—Se murió Milanés.—Nos vamos quedando sin banda sonora.—Snif!—Snif!—Bueno, agur. Me vuelvo a mi viñeta.—¿Aún vive en el TBO?—No, hace mucho que me desahuciaron.—Si quiere le alquilo un cuarto acá.—¿Acá? ¿Donde es acá?—Esto, el umbral del Metaverso.—Eh! ¿Sabe qué le digo?—Presumo que estoy a punto.—?! ¥¥ Mejor me callo.—¡Sabio!—Y menos mal…—… que nos queda Portugal.—¡¡Xitón!!—¡Agur!—¡Adieu!—¡¡Telón!!(LUN, 556 ~ «El retorno de los Merluzos»)