Revista Cultura y Ocio

Génesis

Publicado el 19 noviembre 2019 por Beitavg

Génesis

Nada del orden conocido existía al comienzo de los tiempos, sólo una masa caótica de forma ovoidal. Aquel singular huevo poseía vida propia, era un cúmulo de entes destinados a conformar el nuevo mundo. La cubierta se quebraba con el paso de cada grano del cronos universal. Con el paso del último grano, la cáscara acabó por romperse y dejar salir cuanto albergaba en su interior.

De aquel alumbramiento nacieron seres con grandes ojos y cuerpos cubiertos de plumas, encargados de regir el nuevo mundo: el bien y el mal, la luz y las sombras, la vida y la muerte. Sin embargo, sólo ellos habitaban el nuevo mundo y un código de lealtad no escrito, les impedía usar su poder los unos sobre los otros.

Quetzalcoalt, erigido jefe supremo, convocó a sus hermanos para buscar una solución: el primer paso sería crear unos seres con vida propia sobre los que ejercer su soberanía. Así, Ometecuhtli y su compañera Omecihualt fueron nombrados padres de la humanidad. Estos seres necesitarían un buen lugar para vivir donde encontraran comida, bebida y refugio. Mixcoalt, creó los animales de cielo y tierra para que los hombres cazaran; Centeotl cubrió el nuevo mundo con vegetación, fuente de vida; Chalchiuhtlicue creó el agua, líquido sagrado y hogar para los seres creados por Opochtli, los peces. A Tlaloc se le encomendó la tarea de procurar que el agua no faltara disponiendo su poder sobre el cielo para que, cada cierto tiempo, su radiante azul se tiñera de gris y cayera la lluvia sobre la tierra como regalo de los dioses a su creación.

Los hombres tendrían un tiempo para trabajar y otro para descansar por ello nacieron la noche y el día. Metztli se encargó de la tarea de oscurecer el cielo y hacer brillar una bola de plata para evitar la completa oscuridad. Como todo no podía ser trabajar, Omacatl regaló a los hombres la alegría y Ometochtli la bebida.

A pesar de no haber fallo en la creación, los dioses que no habían tomado parte mostraron su furia desencadenando el lado oscuro de la vida.

一Vuestra hermosa creación nos aburre. -tomó la palabra Ixpuzteque- Esos hombrecillos son monótonos, nada altera su pacífica vida. El tedio nos supera, por eso, mi hermano Mictlan impondrá sobre ellos un velo negro, símbolo de la maldad que albergarán en su interior y hará que su existencia sea finita, ellos no son nuestros hermanos y sólo los miembros de este consejo tendremos el don de la inmortalidad.

El alboroto de la asamblea aumentaba conforme Ixpuzteque hablaba. Los dioses del bien no querían que la oscuridad manchara su maravilloso invento mientras que los dioses del mal exigían su derecho a participar de ella rompiendo la monotonía.

一Tlazolteolt esparcirá sobre los hombres toda la inmundicia que llevamos dentro. Los hombres actuarán buscando su beneficio y lucharán unos contra otros aún siendo hermanos, -prosiguió Ixpuzteque- de esto se encargará Huitzilopochtli.

La naturaleza que habéis creado será caprichosa: el suelo se quebrará bajo los pies de todas las criaturas gracias a Tepeyollotl y el agua que proporcionará vuestros hermano Tlaloc, en ocasiones no llegará a tiempo causando sed, evitando que los campos produzcan alimento; otras veces, el agua será excesiva cubriéndolo todo pero con el mismo efecto, la destrucción y la muerte. Para terminar, su diversión se volverá hastío y su alegría se convertirá en tristeza.

La desolación se apoderó de los dioses blancos. Una vez Izpuzteque y sus compañeros abandonaron la reunión, se lanzaron a la búsqueda de una solución para aquel caos. Ante tal situación, Quetzalcoalt volvió a tomar la palabra.

一No debéis preocuparos ni afligiros. No podemos hacer nada contra la creación de Ixpuzteque pero habrá hombres con alma pura que no quedarán bajo el velo negro del alma. Lucharán por cambiar el mundo, por hacerlo volver a nuestra idea inicial. Será una tarea ardua, incluso podrá tardar tarde millones de años en realizarse pero, una vez que lo logren, Ixpuzteque y su negra corte desaparecerán para siempre -explicó el dios- Pero hasta que esto ocurra, nuestras manos estarán atadas, sólo podremos acompañar a los hombres puros para llevar a cabo su cometido y suavizar la consecuencias de la irresponsable actuación de estos demonios pues ni siquiera merecen llamarse dioses.

Desde aquel momento los hombres designados lucharon por un mundo mejor. El resto se conformó con viles sacrificios a los demonios para aplacar su ira y poder vivir en paz.

Este relato fue escrito entre 2000 y 2001. Resultó ganador del III Concurso de Relatos de la Asociación Juvenil Carpe Diem de Calañas. Lo que hoy veis es una edición del mismo pero en el enlace podéis ver la versión original.


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