Quien conozca a un genio debe cuidarse de él: creará maravillas, pero seguramente esparcirá dolor a su alrededor, dice el profesor Zoido Pulido, un reconocido siquiatra.
Existe el “genio maldito” cuyo malditismo es escandalizar, ir contra corriente, y además puede ser buena persona. Pero también está el maldito genio, la mala persona, como los grandes pintores Picasso, Guayasamín, Diego Rivera o David Alfaro Siqueiros.
De Rivera y Siqueiros, de su matonismo estalinista y pistolero ya se había escrito mucho. Pero a Guayasamín se le tenía por un bondadoso protector de indios y a Picasso por un cascarrabias incomprendido por sus allegados.
Aparecen estos días en España dos libros reveladores: uno, de una nieta de Picasso, Marina, y otro, de la viuda de Guayasamín.
Según Marina, Picasso influyó en la muerte, con suicidios incluidos, de cinco miembros de su familia (Picasso. Mi abuelo, Plaza y Janés).
Guayasamín era un brutal maltratador físico y psíquico de la suya, cuenta Luce DePeron (Una luz sin sombras, Circe).
La desmesura incontrolada y el orgullo de los genios puede llevar a la maldad para vivir todas las emociones, incluidas las violentas, según el profesor de siquiatría forense Jesús Zoido Pulido.
“Pero como médico hubiera preferido un Picasso familiar y afable, aunque la humanidad tuviera que prescindir de su arte. Los seres anónimos que no provocan la infelicidad construyen los buenos momentos históricos y son más deseables que los genios destructores: Hitler también era un genio, un maldito genio”.