Revista Sociedad
Joder con mi indecisión a la hora de escribir mis espaciadísimos posts. Lo que el sábado iba a ser una plácida descripción de la relativamente tensa espera de las elecciones griegas, el domingo por la mañana hubiera sido una casi exacta previsión de sus resultados, y por la tarde, una mera crónica con un leve toque de euforia (leve porque Grecia sigue estando muy lejos). Pero hoy martes es simplemente una plana y fría descripción de algo que no hay ningún término que defina mejor que la palabra decepción. Confiado como estaba, tanto por los avisos paternalistas previos (griegos: no votéis a Syriza que son el demonio colorao) y por las desconsideradas reacciones posteriores (capitaneadas por el insultante juego de palabras: desGrecia) de que la victoria encrespara los ánimos e hiciera, al fin, reaccionar de alguna forma a este amodorrado y aborregado estrato social que podríamos aglutinar bajo el término clases desfavorecidas, la fulgurante progresión y no menos fulgurante búsqueda de un socio contra-natura, que habrá impuesto sus condiciones, me hacen albergar muy pocas esperanzas acerca de que ese torbellino que iba a arrasar el conservadurismo y los recortes y las políticas de avaricia vaya a ser mucho más que un vaso de gaseosa agitado con una pajita. Vamos.Claro: van a tener que gobernar y van a tener que poner en práctica algunos de los postulados que les han procurado esa amplia representación. Pronto para criticarles o pronto para plantarme como un Don Cenizo cualquiera a echarle el agua al vino de todo un continente. Pero mi poca esperanza ya no viene solo de que pacten con una fuerza de derechas. Mi esperanza se desmorona por la escasa determinación que he notado, por la falta de contundencia y la carencia de una chulería que hace mucha falta. Sí: la gente espera con avidez que los políticos de izquierdas se decidan a poner la carne en el asador en serio, y que lo hagan sin mirar de reojo las reacciones de los índices bursátiles. Expropiaciones, encarcelación de defraudadores, solicitud de responsabilidades a los responsables de la crisis que llegó para quedarse. No amabilidad, no buenas maneras, no darse la mano con quienes de buena gana te destruirían. Reformular la política realmente sería eso: negar el saludo a los que han hecho todo lo posible para no perder su poltrona.Entonces quizás al lado de la tortilla francesa, el pastor alemán y la montaña rusa podamos hablar de la revolución griega.