Revista Cultura y Ocio
El Primer Motor de la causa celeste, cuando creó la bella cadena del amor, grande fue su arte y alta su intención. Bien sabía por qué, y cuánto pretendía, pues con la bella cadena del amor unió al fuego, al aire, al agua y a la tierra con límites fijados que no han de superar. Ese Motor y príncipe también estableció un número de días y una duración a todo lo engendrado en el mísero mundo. De ese día preciso nada debe pasar, aunque los días tales bien puedan acortarse: no hace falta aquí citar autoridad, ya que es cosa probada en experiencia. Así pueden los hombres discernir de este orden que aquel Motor es estable y eterno. Bien sabe todo hombre, con que no sea necio, que cada parte deriva de un todo. Pues la naturaleza no tuvo su comienzo en trozo o en porción de cosa alguna, sino en cosa que es perfecta y duradera, y de ahí desciende, siendo corrompida. Y de este modo él, con su gran providencia, tan bien concluyó su ordenamiento, que las especies de cosas y de progresiones habrán de decaer por sucesiones y nada será eterno, no es mentira. Cualquiera lo comprende, y el ojo lo confirma.
Traducción de Fruela Fernández