Un tipo capaz de editar singles como Now and Then o Whatever Leads Me To You puede ser cualquier cosa menos vulgar. Hasta no hace mucho, el nombre de Geoffrey O’Connor no decía gran cosa, poco se sabía del frontman de Crayon Fields.
Vanity is Forever es el primer trabajo de O’Connor en solitario, una colección de diez canciones envueltas en synth-pop que van desde el amor a la lujuria con todo lo que se encuentra en medio: orgullo, pasión, éxtasis, fracaso… y vanidad. Y quizá sea esto lo que convierte este disco en un artefacto personal e intransferible para cada oyente. En este caso, la ambigüedad es un valor y la vanidad algo con lo que el pop está en deuda gracias a talentos como Bryan Ferry, Pet Shop Boys, Bowie o el mismísimo Jarvis Cocker.
Con Vanity is Forever, Geoffrey O’Connor se adentra en una senda que ya exploró Bryan Ferry pero en ningún momento cede paso a la nostalgia. So Sorry, el tema opener, refleja los dotes de O’Connor como crooner de la era synth; naturalmente el fondo ayuda: un tema nocturno e íntimo que se recorre con elegancia y melodrama. La voz entrecortada y la niebla que levanta el sintetizador estarán presentes a lo largo de las doce canciones realizadas para beber vino y lamentarse de amores pasados.
A pesar de lo trillado del tema, el amor es eso, el tema; y Geoffrey O’Connor se acerca a él de una como si dentro de un caleidoscopio estuviese. Unas veces elegante, otras irónico y algunas derrotado. Es el disco ideal para un brindis solitario en la barra del bar de un hotel abandonado y celebrar el apocalipsis del dandismo subterráneo. No te cortes y disfruta de la vanidad.
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