Muy distinta es la realidad. Algunas costas y llanuras resguardadas de las provincias del Mediodía y Levante son ciertamente templadas en invierno y sufren los rigores de un sol africano en el estío; pero las comarcas del Norte y del Oeste son húmedas y lluviosas la mayor parte del año, mientras que el centro es, o frío y triste, o asoleado y azotado por el viento: ha habido inviernos tan crudos en Madrid que hasta se ha helado algún centinela, y con mucha frecuencia se interrumpe la comunicación entre las dos Castillas a causa de la nieve que se acumula en los puertos. Por esta causa, a todo el que intenta viajar por la Península se le advierte que debe hacer su itinerario previamente y determinar las regiones que ha de visitar en cada una de las estaciones del año, con objeto de evitar los inconvenientes que resultarían de visitarlas en época poco apropiada.
CAPÍTULO SEGUNDO
Una ojeada a un mapa de Europa dará más clara idea de la situación de España respecto a los demás países que muchas páginas impresas; y ésta es una ventaja que cualquier niño de la escuela le lleva a los Plinios y Estrabones de la antigüedad; los antiguos se conformaban con comparar la forma de la Península a una piel de vaca, semejanza que en realidad no está mal hallada. No cansaremos a los lectores con detalles de longitud y latitud, pero sí mencionaremos que la superficie total de la Península (incluyendo Portugal) es de unas 19.000 leguas cuadradas, de las cuales algo más de 15.500 corresponden a España; ésta, pues, resulta casi dos veces mayor que las Islas Británicas y solamente una décima parte más pequeña que Francia; la línea de costa está calculada en unas 750 leguas. Este aislado y compacto territorio, habitado por una raza fuerte, hermosa, guerrera, hubiera debido competir con Francia en poder militar, al mismo tiempo que su posición entre los dos grandes mares, dueños del comercio del viejo y el nuevo mundo, su extensa línea de costas, llenas de bahías y puertos, le ofrecía todas las ventajas para poder rivalizar con Inglaterra en empresas marítimas.
La Naturaleza ha proporcionado salidas para las infinitas producciones de un país, que es rico tanto en lo que puede hallar en la superficie como en las entrañas de la tierra, porque las minas y canteras contienen gran cantidad de preciosos metales y mármoles, desde el oro al hierro y desde el ágata al carbón. Su fértil suelo y el clima tan variado permite cultivar los productos de la zona templada a la tropical: así en Granada, la caña de azúcar y el algodonero se muestran lujuriantes de verdura al pie de los montes, cubiertos eternamente de nieve, ofreciendo un ancho campo al botánico, el cual puede ascender por zonas y estudiar sucesivamente toda la variedad de capas vegetales, desde la planta de estufa, que crece al aire libre, hasta el duro liquen. Se necesita, en verdad, una fuerza enorme de apatía y mal gobierno para neutralizar la abundancia de cualidades con que la Providencia ha favorecido pródigamente a este país, el cual, bajo la dominación de los romanos y de los árabes, semejaba un Edén, un jardín exuberante y delicioso, cuando, según las palabras de un autor, no había nada baldío ni estéril - nihil otiosum, nihil sterile in Hispania-.
Este aspecto ha cambiado notablemente; y ahora la masa de la Península ofrece un aspecto de abandono y desolación moral y física que entristece el ánimo; la naturaleza, así como la inteligencia del hombre, han sido empequeñecidas y reducidas, o se han abandonado, y su fertilidad natural ha desbordado en hierbas inútiles, de las cuales se ven más que en ningún país del mundo, o sus energías han sido mal dirigidas y la capacidad para el bien se ha convertido en la misma fuerza para el mal; pues aquí, como en todas partes, la altivez y la pereza son llaves de pobreza.
Richard Ford
Hispanista ingles (Londres, 21 de abril de 1796-Exeter, 31 de agosto de 1858)
1844 Manual para viajeros por España
1846 Cosas de España