La caza en estas comarcas es excelente, por cuanto donde el hombre no penetra la feraz naturaleza se multiplica; el oso, sin embargo, va haciéndose raro, porque se concede un premio por cada uno que se mate. Lo que más se caza es la cabra montés o rupicapra, el steinbock alemán, el bouquetín francés, el rebeco (ibex, becco, bouc, bock, buck). El encanto de su persecución, semejante a la de la gamuza de Suiza, se presta a muchos y muy graves accidentes, pues este arisco animal se encarama a los sitios más inaccesibles y hay que acecharle con una gran destreza. La caza, en la parte norte, es muy inferior, como que los cocineros de grandes hoteles han declarado la guerra al cuchillo, y casi casi al tenedor, hasta contra los petits oiseaux; bien es verdad que el artiste francés persigue igualmente a los pececillos, pues es aficionado a probar toda clase de sports y diversiones, y siempre con miras al estómago. Los españoles, menos materialistas y gastrónomos, dejan en una paz relativa a las tribus aladas y de aletas. En consecuencia, los riachuelos están poblados de truchas, y los que vierten en el Atlántico, de salmón. Los Altos Pirineos no son únicamente alambiques de cristalinos y fríos torrentes, sino que también tienen, como el corazón de Safo, manantiales de agua caliente bajo un lecho de nieve. Los más célebres están en la parte norte, o por lo menos son los más conocidos y frecuentados, pues los españoles son poco aficionados a baños ni a aguas medicinales.
En la parte española apenas hay medio de acomodarse en los baños que existen, y los de Francia son mezquinos, comparados con los Spas de Alemania, y sucios e indecentes, si se ponen en parangón con los ingleses.
El paisaje es completamente alpino: una mezcla de montañas, precipicios, ventisqueros y bosques, animados por los torrentes y los huracanes. Los naturales, cuando no son contrabandistas o guerrilleros, son rudos, sencillos y bucólicos; pobres y pintorescos, como toda la gente que puebla las montañas. La llanura, donde se produce el pan, será más rica, seguramente; pero ¿qué partido puede sacar de ella un turista o un pintor? En los parajes agrestes, los montañeses conducen en verano sus rebaños a lo alto de la sierra, y allí viven en sus chozas luchando con la miseria y las fieras, ahuyentando materialmente al lobo de delante de la puerta; tienen mastines magníficos; las ovejas parecen un ejército instruido frente al enemigo; conocen la voz del pastor o, mejor dicho, su silbido y sus gritos especiales; la lana es llevada a Francia de contrabando, y, una vez fabricada toscamente, vuelve a entrar en España de la misma manera.
Imagen: Manuscrito de la Estoria de España de Alfonso X de Castilla, "el Sabio".
Richard Ford
Hispanista ingles (Londres, 21 de abril de 1796-Exeter, 31 de agosto de 1858)
1844 Manual para viajeros por España
1846 Cosas de España