El director de Bruce LaBruce no deja de renovarse. Para algunos, su nombre evoca pornografía gay y provocación gratuita, y para muchos, número que se verá fuertemente incrementado tras la visión de su última película, riesgo asumido y lúcida visión. Lo mejor de directores como este talentoso canadiense, es que prefieren equivocarse a repetir la fórmula de un éxito anterior. Y como los buenos pintores abstractos, cuando se pasan al arte figurativo, siguen siendo igual de excelentes.Bruce LaBruce deja, por un momento, los desnudos integrales y las imágenes chocantes en películas de bajo o, casi inexistente, presupuesto. Lo que no abandona es la viva imaginación y firma con Gerontophilia el argumento más subversivo de toda su filmografía en, la que me parece sin lugar a dudas, su mejor película.Pier-Gabriel Lajoie, en su debut de una prometedora carrera, interpreta a Lake, un joven, como él, de también 18 años. Rodeado por una madre, almodovariana y un tanto histérica, y una novia de su edad, excéntrica, feminista e indignada (¿quién no lo estaría a su edad… y también con algunos años más?), trabaja en una piscina como socorrista para redondear sus finales de mes.Una serie de circunstancias le indican la orientación sexual (una atracción por las personas mayores) de su identidad de género (escena, casi humorística, de la piscina). En un universo que ha establecido como norma la dualidad en todas sus variantes, política, sociológica, económica… (democracia-dictadura, capitalismo-comunismo, femenino-masculino…) el director reivindica, de nuevo, la libertad de elección, en la que no existen sexos sino orientaciones sexuales mutantes, que pueden variar a lo largo de la vida. No olvidemos que algunas sociedades cuentan con cinco roles sexuales (¿por cierto, también se contabiliza esta variedad y riqueza dentro del PIB nacional?).El protagonista acaba trabajando en una casa de jubilados en la que conoce a un divertido, estrafalario y seductor señor de 82 añitos. Situación que le sirve a Bruce LaBruce para denunciar el ocultamiento de la vejez, e incluso, hasta el uso de drogas para mantener, al límite de la inconsciencia, a las personas mayores, en este mundo que ha establecido como norma la juventud y, la edad como una excepción (sólo admitida, eso sí, en nuestros dirigentes políticos).Por todo ello el brillante director firma su película más subversiva, apelando al amor como reacción más radical, en una sociedad que ha facilitado y explotado tanto el sexo, que casi lo ha convertido en una obligación. Y por si fuera poco, rompiendo las trabas sociales que quieren ignorar el deseo sexual de los mayores, para establecer la juventud, como nueva dictadura generalizada.Una fotografía luminosa, una banda sonora concebida para cada una de las escenas, y en la que cada frase de la canción se amolda a la perfección al guión, y unos planos en cámara lenta, excepcionales visual e intelectualmente (el tiempo pasa rápido pero el amor parece retenerlo), la película no es sólo un regalo para la mente sino también para los ojos.Si el porno físico de Bruce LaBruce resultaba sugerente, con Gerontophilia ha logrado hacer de este film, el porno sentimental más excitante que haya visto últimamente (enhorabuena Bruce, y por favor, sigue calentándonos… la cabeza).