Tomado de ABC Cultural y actualizado:22/07/2020, un artículo de Luis Alberto de Cuenca
Es una autora a reivindicar. En este título, «Guatimozin», narra la vida del último emperador de MéxicoSon de agradecer los esfuerzos de la colección «Letras Hispánicas» de Cátedra por administrar de manera tan eficiente su frondoso catálogo de clásicos en lengua castellana, que ha superado ya la cifra de ochocientos títulos aparecidos y va acercándose al millar. Y hablo de administración eficiente porque los responsables de la serie han tomado sobre sus hombros la tarea no solo de dar a conocer nuevas y renovadas ediciones de autores indiscutibles, sino de presentar en sociedad por primera vez a otro tipo de autores, mucho más necesitados de atención en razón al olvido que pende sobre ellos como una ominosa amenaza si no encuentran acomodo en series como «Letras Hispánicas».Gertrudis Gómez de Avellaneda nació en Camagüey (Cuba) en 1814. Moriría en Madrid en 1873. Hay que recordar que la perla de las Antillas fue hasta 1898 una provincia española más, de modo que Gertrudis pertenece de lleno y con pleno derecho a las letras españolas. Era hija de Manuel Gómez de Avellaneda y Gil, un oficial andaluz de la armada española destacado en Cuba, y de Francisca de Arteaga y Betancourt, una criolla de familia patricia «con grandes propiedades de tierras y esclavos».
Rigor y fantasía
A su entierro madrileño acudió un número reducidísimo de personas, no más de diez, pero entre ellos estaba ni más ni menos que mi admirado don Juan Valera, que escribió lo siguiente sobre ella: «La fecunda actividad de doña Gertrudis se manifestó en todos los géneros. En prosa escribió muchas novelas. Pero, cualquiera que sea el mérito de estas obras, la moda y el gusto que influyeron en producirlas han pasado ya, y es muy de temer que las obras pasen también y se olviden».
Un fresco vivo y muy bien escrito sobre la conquista de México por los españoles de Cortés.
Para evitar que el vaticinio de Valera acabe cumpliéndose, Luis T. González del Valle y José Manuel Pereiro Otero han rescatado de las sombras la mejor de las novelas históricas de Gómez de Avellaneda, dedicada al personaje de Cuauhtémoc (1496-1525), llamado Guatimozin (así, sin tilde) por la novelista, que fue el último tlatoani mexica de los aztecas, lo que equivale a nuestro «emperador». La narradora ha bebido de las fuentes obligatorias para todo autor de novela histórica del período romántico, que son las Waverley Novels de sir Walter Scott, que fueron el punto de partida de la narrativa histórica europea y empezaron a publicarse, anónimamente, el mismo año de 1814 en que nació Gertrudis, prolongando su vida editorial hasta 1831, un año antes del óbito del genial narrador escocés.La introducción de los editores es, probablemente, la mejor monografía que se ha escrito nunca sobre Gertrudis. La novela es mucho más que una biografía del infortunado Cuauhtémoc. Es un fresco vivo y estupendamente escrito sobre la conquista de México por los españoles de Hernán Cortés y sobre la caída del imperio azteca. Siguiendo la línea marcada por Scott, la autora crea una ficción que inventa y altera la cronología de los hechos reales e inserta en ellos todo tipo de episodios delirantes e inverosímiles. Que eso es, no se engañen, la novela histórica: una novela fantástica que intenta (en vano) evitar los anacronismos.
«Guatimozin, último emperador de México». Gertrudis Gómez de AvellanedaNarrativa. Cátedra, 2020. 896 páginas. 21,60 euros.
Un artículo de Luis Alberto de Cuenca