Revista Coaching

Gestión del trabajo individual o en equipo

Por Juan Carlos Valda @grandespymes

duda 06por Javier Fidalgo Fernández

Desde una perspectiva que contribuye a la cooperación y a la motivación de las personas.

En el inicio de un reciente taller sobre cooperación en la empresa, una de las participantes quiso dejar claro que ella no se sentía cómoda trabajando en grupo. Consideraba que trabajaba mejor sola y concluía: “yo no trabajo en grupo”.

Aunque me parece que ella se refería a trabajar en equipo, su comentario me sirve para reflexionar y, espero, estimular la reflexión del lector, acerca de hasta donde es posible mantenerse aislado de un grupo al que se pertenezca.

Aprovecharé, además, para proponer una forma de conceptualizar las relaciones individuo-grupo que puede servir para, a través de una acción individual, hacer que el propio trabajo brille más y contribuya al mejor funcionamiento del grupo al que se pertenece, y proporcione una posible fuente de motivación personal en el trabajo.

Para pensar acerca de las posibilidades de, perteneciendo a una organización, mantenerse aislado, podemos usar lo que los científicos llaman un experimento mental.

Queremos imaginar una situación de aislamiento donde un individuo, que forma parte de un grupo, consiga no influir ni ser influido por ese grupo.

Supongamos la premisa: Antonio trabaja para la empresa OZÚ. Antonio decide, autorizado por los jefes, llevar al extremo su deseo de trabajar solo y mantenerse completamente aislado. Para ello, por las mañanas, tras entrar por la puerta de las oficinas y fichar, se mete en una habitación y allí permanece oculto hasta que termina su jornada diaria. Entonces sale sigilosamente sin ser visto ni hablar con nadie y desaparece hasta el siguiente día para hacer lo mismo.

Estar en completo aislamiento de sus compañeros supone que nada procedente de ellos le llega a Antonio: ni correos-e, ni informes, no recibe llamadas de teléfono, no conversa con nadie…nada. Además de no recibir influencia alguna, en su aislamiento, tampoco entrega nada a nadie de la organización, evitando cualquier influencia sobre ella.

¿Podríamos concluir que, en efecto, en esa situación, Antonio logra su anhelo individualista?

Aun obviando el estímulo que esta situación ejercería sobre la imaginación del grupo, ¿quién es ese? ¿qué hace ahí? yo lo vi una vez,… lo que supondría una pequeña pero cierta influencia, hay, además, al menos otra influencia más concreta.

Si pertenece a la empresa, Antonio cobrará una nómina. Esto supondrá que una parte del beneficio que produzca el grupo (la organización) será consumido por Antonio.

En definitiva, aunque se mantenga completamente “aislado” en una habitación, la sola presencia de Antonio como integrante del grupo tendrá una influencia en éste.

La idea de pertenencia a un grupo puede imaginarse como unas cuantas personas hablando y discutiendo para terminar un trabajo, decidir algo, etc. También como dos entidades vinculadas, individuo y grupo, en interacción e influencia continuas.

Esta última perspectiva puede estimular una interesante revisión sobre la aportación que cada individuo hace al conjunto de la organización a la que pertenece y lo que ese individuo, a su vez, necesita que el grupo le proporcione para mejor llevar a cabo su trabajo.

Voy a animarle, estimado lector, a hacer tal revisión invitándole a contestarse cuatro preguntas. En este primer artículo atenderemos a la primera de ellas:

1.-¿Cuál es el objetivo de mi trabajo?

Lo normal es que para cualquiera la respuesta parezca tan evidente que no merezca la pena ser contestada: al fin y al cabo si vengo a trabajar todos los días y me dedico a hacer cosas, esas cosas que hago son el objetivo de mi trabajo ¿no?

Sin embargo mi propuesta es que, al menos esta vez, la pregunta sea respondida considerando:

a.- que usted lector forma parte de una organización, y

b.- que lo que usted hace en ella tiene, siempre, cierta influencia en otros de su organización.

Por ejemplo:

Si el recepcionista de una empresa se pregunta cuál es el objetivo de su trabajo, una posible respuesta bien podría ser: informar a quienes visitan las oficinas donde encontrar a quien quieren visitar.

Esta respuesta describe lo que el recepcionista hace pero no cuál es el objetivo de su trabajo desde una perspectiva relacional y de sus compañeros (la organización).

Todos hemos sido alguna vez visitantes que hemos necesitado de un recepcionista que nos guíe: quizás trabajando como comerciales cuando entrábamos en las oficinas de un cliente; o interesándonos por un trabajo yendo a una entrevista; o visitando un museo; o entrando a comprar en una tienda (aquí más que un recepcionista lo que nos encontramos es gente eventualmente haciendo ese rol para indicarnos, por ejemplo, donde están los yogures con fruta).

Según la respuesta y, sobre todo, la actitud del recepcionista, nos podemos haber sentido bien o mal tratados, lo que, a menudo, nos predispone inicialmente a categorizar al resto de la organización que visitamos del mismo modo: amable, antipática,…generando una sensación de atracción o rechazo hacia ella.

Si, además de esto, tenemos en cuenta el punto de vista del grupo al que pertenecemos y de lo que cada uno, con nuestras acciones, entregamos al resto de la organización, la respuesta del recepcionista a la pregunta cuál es el objetivo de mi trabajo bien podría ser esta otra:

Predisponer al visitante a interaccionar con la organización de la mejor manera posible.

Ahora, así conceptualizado el objetivo de su trabajo, la relevancia de la contribución del recepcionista a su empresa se hace visible: su trabajo no solo indicará donde están los yogures con frutas sino que animará a que los visitantes recomienden el súper a sus amigos; o no se limitará a decirle al candidato a un puesto de trabajo donde está el departamento de Recursos Humanos en el que le van a entrevistar, sino que generará en aquel cierta predisposición a trabajar en esa empresa, etc.

Autor Javier Fidalgo Fernández - [email protected]

Socio-director en Ocelata consultores S.L. online.ocelata.com.

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