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Gestionando lo ingestionable

Publicado el 05 octubre 2014 por Caterina

Debido a mi tipo de trabajo y a uno de mis mayores hobbies, escribir, termino abusando de algunas expresiones. Por una parte, éstas marcan mi propio estilo pero por otra me evitan el esfuerzo de buscar palabras que se ajusten mejor a lo que quiero expresar.

El concepto.

Hoy quiero destacar una de esas expresiones que uso para todo y que, en realidad, me sirve para nada, o casi nada. Me refiero al verbo “gestionar” y a su sustantivo “gestión”. Empezaré compartiendo la definición del verbo que nos propone la RAE:

Gestion Rae

Según esta definición, se puede entender que gestionar alude a cualquier acción que se ejecute para conseguir cualquier logro o deseo. Por tanto, aunque a menudo se asocie a expresiones de carácter empresarial, también se puede utilizar para expresar otras ideas, sean de la índole que sean.

En los contenidos que redacto en mi trabajo, es más que frecuente que haga referencia a la gestión. Para poder escribir, me veo obligada a previamente leer mucho y, al hacerlo, descubro que evidentemente no soy la única que escribo sobre gestión. Observo que, a menudo, se tiende a usar y abusar de esta palabra para cubrir y adornar conceptos poco definidos. Y en realidad, a mi me gusta definir lo que escribo para no marear en exceso al que me lee. Me gusta ir al grano y no andarme con rodeos, aunque a veces no lo consiga.

Extrapolación del concepto.

Llega un momento, tras analizar tanto un mismo concepto, que mi análisis se presenta absurdo pero voy a intentar seguir con mi teoría particular. Voy a ser valiente y entraré en terreno metafísico tratando, por ejemplo, de descifrar qué podría significar “gestionar mi vida”.

Si me ciño a la definición plasmada anteriormente, gestionar mi vida podría reducirse al simple hecho de vivir o, lo que es lo mismo, hacer cosas que me hagan sentir viva. Hasta el momento, no se ha añadido ningún adjetivo, lo que nos impide concretar qué cosas podrían ser las que permitirían gestionar mi vida. Con eso quiero decir que si no determinamos el modo en que se quiere gestionar, damos paso a lo difuso, a lo no concreto y, por tanto, incompleto.

Quizás, en este caso, existe un verbo más adecuado: ordenar, controlar o estabilizar. O quizás hay que acompañar el verbo gestionar con un adjetivo que defina el modo. Por ejemplo: “Quiero gestionar mi vida de forma óptima”. Tal adjetivo ya nos indica que lo que nos proponemos es gestionar algo (en este caso mi vida) utilizando los recursos justos y necesarios, de la mejor manera, sin desperdiciar nada por el camino. Ambicioso, sí.

Pero se me ocurren otros ejemplos. Cierto es que normalmente usamos y abusamos otra vez de este término en el ámbito empresarial. Uno gestiona su empresa, otro gestiona los procesos de la misma. En el mundo empresarial pareciera que todo es gestionable pero… ¿Ocurre lo mismo en el resto de los mundos?

El resto de los mundos.

Se ha puesto de moda gestionarlo todo y es por ello que me he parado a pensar y repensar si vale la pena. Voy a citar en este apartado algunas de las expresiones que usamos, de forma habitual, para presumir de gestión.

  1. Gestión del tiempo.
    No son pocas las veces que he escuchado lo importante que es la gestión del tiempo. Una buena gestión, en este caso del tiempo, ayuda a organizar mejor las tareas y quehaceres pendientes. Una vez más, acudimos al término “gestión” para expresar la importancia de repartir bien el tiempo, marcar prioridades, ordenar ideas y actuar en consecuencia. Eso es, posiblemente, lo que realmente queremos expresar cuando hablamos de este tipo de gestión. Quizás sería suficiente con reconocer que la necesidad real de esta expresión se reduce a organizarse. Anestesia caótica.
  2. Gestión de las emociones.
    Aquí ya entramos en terreno movedizo. Las emociones son, suceden, se sienten. Pero… ¿pueden ser gestionadas? Lo dudo. En el ámbito de la psicología se utiliza mucho esta expresión pero también nos hemos acostumbrado a utilizarla en nuestro día a día. En realidad lo que queremos expresar es que deseamos controlar nuestros sentimientos y evitar que nos afecten en demasía. También se usa este tipo de gestión en el ámbito laboral, sobretodo en el sector servicios donde el empleado está obligado a mantener una sonrisa perenne ante el cliente a pesar de que esté pasando un mal día. Más del 50% de su trabajo consiste en sonreir. Complicada gestión que, en este caso, se reduce a la contención de los sentimientos. Anestesia sentimental.
  3. Gestión de la innovación.
    En este caso nos referimos a esos cambios que se quieren aplicar para mejorar alguna cosa. Los cambios pueden ser planificados o improvisados. Sean como sean implican modificar algo. Esta expresión se liga mucho al mundo empresarial pero también en ámbitos que requieren de cierta creatividad para poder llevar a cabo mejoras. Quizás bastaría con marcar una filosofía cercana a la mejora continua. Anestesia estática.
  4. Gestión del conocimiento.
    Se habla de este tipo de gestión para hacer referencia a las acciones que hay que ejecutar para compartir el conocimiento adquirido. Y es que hoy en día una de las tendencias en este ámbito es compartir lo que sabemos para poder llegar más lejos. Este concepto también está relacionado con el almacenamiento del conocimiento. Sumamos dificultad cuando lo que se quiere almacenar es un conocimiento más pragmático y proveniente de la experiencia. Anestesia egocéntrica.

plora colors

Y así se podría armar una lista interminable de expresiones que contienen la palabra “gestión” y que utilizamos a diario por inercia. Lo hacemos sin pensar mucho. Resulta agradable a los oídos pero, en varias ocasiones, se encuentran vacías de significado e incluso agobiantes para nuestra limitada mente.

No es nada fácil colocar palabras para representar nuestros pensamientos, nuestras ideas, nuestros sentimientos. Y menos fácil es pretender tomar el control sobre todo lo que va sucediendo a nuestro alrededor. Hay que asumir que nunca se puede tener el completo control. Hay demasiadas cosas que no dependen de nosotros y que, por suerte o por desgracia, son ingestionables.

Al fin y al cabo, estamos hablando de pequeñas y grandes decisiones que vamos tomando día a día. Pretender gestionar el proceso que se va a seguir para obtener resultados puede derivar en frustración, ya que existen demasiados factores impredecibles e incontrolables.

Finalmente, esta reflexión se ha deformado hasta el punto de invitar a hacer las cosas de una forma más relajada. Quizás no hace falta medir ni controlar tanto. Quizás hay que contemplar el riesgo que acompaña a todas nuestras decisiones como una oportunidad. Eso sí, nunca se debe perder de vista el sentido común así que, como alguien dijo alguna vez, seamos realistas y pidamos lo imposible.


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