Revista Coaching

Gestionar el estrés: convierte tu enemigo en aliado

Por Createandshare @CreateShareBlog

el-stressEl estrés no es algo que nos pasa, sino algo que fabricamos. No es bueno ni malo, sino un cambio fisiológico funcional que nos prepara para afrontar diversas situaciones.

En situación de amenaza (real o imaginada), el estrés libera reacciones que agudizan los sentidos y genera una gran cantidad de energía que modifica los mecanismos corporales. Pero el mundo ha cambiado, y ya no escapamos de los depredadores ni corremos en cacerías. El ejercicio físico, clave para consumir ese excedente energético, brilla por su ausencia en la sedentaria sociedad occidental moderna.

La reacción más frecuente ante el estrés es la ansiedad, que provoca rigidez y posturas defensivas (el estrés es, en sí mismo, una postura defensiva natural que venimos conservando desde hace milenios). El origen más frecuente es el entorno habitual: trabajo y familia. Pero el problema no es tanto el exterior como nuestra actitud y los recursos de los que disponemos para afrontarlo. Podemos decir que el problema no es el estrés, sino nosotros reaccionando al estrés.

La medicina conoce perfectamente los terribles efectos del estrés mal gestionado. Diversos estudios han asignado puntuaciones a distintas situaciones cotidianas, desde la muerte de un ser cercano hasta las navidades, pasando por mudanzas, fin de una relación de pareja, una enfermedad, un embarazo o problemas sexuales, entre muchos otros. Si la suma de cifras que le asignan a una persona en función de los acontecimientos de su vida supera 150 puntos en un año -y según los baremos no es algo complicado-, la persona tiene un 51% de posibilidades de sufrir una enfermedad en un periodo de 3 meses. Si es mayor de 300, el porcentaje es del 90%.

  • ¿Qué pasa en el cerebro?

Si estimulamos nuestro cerebro crecen las protuberancias en los tentáculos de las neuronas y se incrementa el número de sinapsis o conexiones entre ellas. Aumentando nuestras capacidades intelectuales disponemos de mejores recursos para afrontar situaciones inesperadas que nos ponen alerta, y lo más importante, aumentan las posibilidades de secretar endorfinas. 

Las endorfinas son compuestos bioquímicos naturales más potentes que la morfina. Pueden reducir el dolor e incluso hacernos sentir bien. ¿Cómo favorecer la producción de endorfinas y aumentar nuestras conexiones cerebrales? Haciendo aquello que nos gusta. Así de simple. Esa excitación derivada de situaciones agradables que son vividas en su totalidad es el mejor aliado que tenemos. Cuando vivimos absortos en el aquí y ahora, las amenazas imaginarias se esfuman. Se trata de reaprender a disfrutar, volver a ser niños.

No es sencillo, pero puedes empezar experimentando una apertura al cambio. El cambio es necesario e inevitable. Es evolución, la base de la naturaleza que nos creó. Echa un vistazo a tu alrededor. Cuando el aire de una estancia no cambia, se vicia. Cuando el agua de un charco permanece estancada, se pudre. Cuando la madera que alimenta un fuego no se renueva, éste termina por apagarse. Lo que no evoluciona, muere. Es una ley natural que lo impregna todo.

  • Menos competir, más compartir

Familia, escuela y sociedad nos preparan para un mundo competitivo, a pesar de los demostrados resultados de la colaboración. Nuestra cultura ennoblece el sufrimiento que supone conseguir lo que deseamos con titánicos esfuerzos que conducen al desequilibrio físico y mental. Si quieres sudar, que sea por algo que merece la pena. Si cada mañana te levantas con cara de perro, parece que tus esfuerzos están mal dirigidos.

  • La prevención es tu mejor baza

La mejor prevención es el autoconocimiento. Detecta qué situaciones, qué actividades y qué personas te provocan estrés. Cambia tus hábitos inadecuados. Deja de sentirte agredid@. No es lo que los demás hacen, eres tú reaccionando a condiciones exteriores. Los demás son como son, y no tienes derecho a cambiarlos. Tu responsabilidad eres tú, puesto que siempre eres tú experimentando algo.

No hay secreto. Acéptate. Acepta a los demás. Acepta que el cambio es inevitable. Decelera. Disfruta un poco más. Come bien. Respira bien. Aprende a relajarte. Haz ejercicio. Visualiza lo que te gusta (recordar lo que nos hace sentir bien tiene los mismos efectos que hacerlo). Deja de identificarte con tus pensamientos amenazantes a través de la meditación. ¡Y sonríe mucho!

Si estos consejos no te resultan útiles, no te queda más remedio que probar esta alternativa para consumir el excedente de estrés:

 


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