Nunca dejaré de aprender sobre cómo las personas gestionamos nuestro tiempo. Desde mis primeras sesiones de coaching, la gestión del tiempo es una de las preocupaciones que los clientes ponen sobre la mesa con más frecuencia.
En este sentido, la primera tentación para un coach es la de actuar como un consultor. Después de todo el mercado está lleno de libros, sistemas y metodologías que nos ayudan a definir nuestras obligaciones, a sistematizarlas en la agenda, a organizarlas en el tiempo y a detectar espacios en los que, mejorando nuestra eficacia personal e identificando bolsas de tiempo, podamos hacer un mejor uso de las venticuatro horas que disponemos en cada día.
Sin embargo mi supervisora me insistió en no caer en esta tentación. Para acompañar a alguien a encontrar soluciones lo importante es explorar su relación con el tiempo, el qué le pasa con los compromisos, obligaciones y tareas a los que se enfrenta y, sobre todo, a reflexionar sobre cómo ha llegado a la declaración “no tengo tiempo”.
En mi viaje por la gestión del tiempo he encontrado a personas que han llegado al “no tengo tiempo” desde la creencia que necesitan continuamente mostrarse útiles, o de hacer cosas para rescatar a las personas que están a su alrededor y hacerles la vida más fácil. Otros han llegado a la falta de tiempo desde un guión dirigido a mostrarse perfecto ante su familia, su amigos y sus compañeros de trabajo, lo que les lleva a convertirse en supermanes que asumen todas las obligaciones posibles sin plantearse la delegación o el trabajo en equipo. Los hay quienes no tienen tiempo porque son incapaces de decir no o de pedir ayuda, viendose continuamente empantanados en una pila de tareas y obligaciones que no parece tener fín.
Hay personas que no tienen tiempo porque se encuentran dentro una dinámica familiar o laboral donde personas tóxicas o dependientes están continuamente haciéndoles demandas o peticiones que les impiden gestionar su día de una forma eficaz. También podemos encontrar personas que han llegado al “no tengo tiempo” a partir de problemas de comunicación en la familia o en la organización, o debido a la existencia de personas manipuladoras que les inducen a hacer cosas que no desean o les impiden hacer lo que desean.
No quiero decir que no existan personas con problemas de tiempo, existen muchas. Tampoco que no sean eficaces todas esas herramientas que el mercado nos ofrece para mejorar nuestra eficacia personal. Sin embargo he podido aprender que muchos de nuestros quiebres, de nuestros conflictos, de nuestros guiones de vida, o de las ideas con las que hemos sido educados están detrás de nuestra falta de tiempo. Y esto explica gran parte de nuestras prisas y de la frustración que sentimos cuando percibimos que nos pasamos toda la vida luchando contra el tiempo sin avanzar.
Quizás la mejor manera de gestionar el tiempo no sea implantar esos sistemas que nos ofrecen conseguir la hora número venticinco del día. Es posible que nos sea de mayor ayuda reflexionar hasta qué punto nuestra forma de ser y de pensar nos está llevando a no tener tiempo.
NOTAS
Estos días estoy impartiendo talleres de eficacia personal donde trabajamos la relación con el tiempo. Sigo encontrándome cada vez con más personas que para gestionar su tiempo necesitan trabajar más el ser que el hacer. Es fascinante ¿verdad?