Hace poco leía las batallas de Aníbal y Escipión, en la Europa de hace más de 20 siglos. Se trataba de saber ganar y también de saber perder retirándose a tiempo para poder seguir vivo y esperar ganar en la siguiente batalla. Los grandes generales lo hacían muy bien. Por eso, aunque perdieran batallas, ganaban las guerras.
Ahora tengo la misma sensación cuando trato de tomar decisiones sobre qué hacer con mi cartera de acciones frente a este enemigo que es la bestia de los mercados, el oso pesimista que cree que todo va a ir peor y vende, vende, con furia incontenible. Ahora mismo es invencible, y lo mejor es retirarse e irle dando carnaza para que nos deje escapar vivos, aunque sin duda seriamente heridos. ¿Parará en algún momento este oso vendedor? Seguro que si. No sabemos cuando, pero sabemos que lo hará en algún momento. Hay que estar preparados para atacarle en ese momento.
Claro que ahora mismo nos entran las dudas de que tengamos fuerzas al final de esta batalla. Si el oso sigue atacando puede que nos quedemos sin fuerzas y perezcamos. ¡Animo, inversores del mundo! ¡Seguid en pie! Aunque sólo sea porque fuera de esta batalla apenas hay nada, salvo la cobardía de la liquidez, y esa tampoco es del todo segura.