La adolescencia es un momento de la vida en la que todo nos marca con huella imborrable para siempre. Justo cuando nuestra personalidad se define y nos convertimos en lo que seremos el resto de nuestros días. Para algunos, los mejores años de su vida; para otros, un infierno. Hay multitud de películas y libros que se centran en ese tiempo crucial. Es el caso de El Guardián entre el Centeno del que hablábamos no hace mucho. Y lo es también el de Ghost World, la novela gráfica de Daniel Clowes. Un retrato de la llamada Generación X, aquella que creció con las canciones de Nirvana y que no tenía nada claro lo que quería, pero que sí sabía muy bien lo que no quería. Una generación a la deriva, sin sentido y llena de angustia.
Ghost World fue serializada entre 1993 y 1997, y eso se refleja en su estructura fragmentaria, una lectura que avanza a saltos en el tiempo. Como El Guardián entre el Centeno, empieza de forma abrupta y tiene un final abierto. Sólo cuenta episodios en la vida de sus personajes, y es el lector el que tiene que ubicarlos en un marco más grande rellenando huecos y elipsis. Y también como la novela de Salinger, de la que adopta tono y estilo, tiene una protagonista que está contra el mundo, a la que asquean esas ansias de popularidad de las niñas pijas que juegan a hacerse adultas, y que ridiculiza esas ilusiones estúpidas de madurez. Pero es también una protagonista que, atrapada entre dos mundos, vive fuera de lugar, en eterno estado de confusión.
Enid Coleslaw es una cínica adolescente llena de inseguridades que tras acabar el instituto se siente absolutamente perdida y sin objetivo en la vida. Vive esa Vida Fantasmal del título, aislada de un mundo que ni le gusta ni comprende y en el que se siente rechazada y sin encaje. Una vida que se le asemeja irreal. Enid Coleslaw, anagrama de Daniel Clowes, es tal vez un reflejo de cómo se sentía en esa época, de cómo se ve aún. El propio Clowes aparece fugazmente en la historia, y mientras su protagonista lo imagina como a un personaje interesante, cuando llega a verlo piensa que es un viejo pervertido. Posiblemente la misma imagen que él tenía de los adultos, lo que piensa ahora de sí mismo, de la propia madurez, y como cree que lo pueden ver sus lectores adolescentes.
El dibujo de Clowes mezcla el realismo con la caricatura esperpéntica, y narra tanto con las imágenes como con el texto. Muchas viñetas son mudas, pero están cargadas de contenido. Tanto como la cara totalmente apática de la protagonista, quien según el relato progresa, va madurando. La historia trata sobre ese tránsito y todo lo que conlleva. De cómo al crecer, si cambiamos nos traicionamos a nosotros mismos, y si no lo hacemos nos separamos de aquellos que sentíamos tan cercanos. Enid se siente tan perdida en la edad adulta como en la adolescencia. Quizá tan perdido como se siente el propio Clowes. Quizá la diferencia entre cómo lo imagina Enid, su alter ego, y en lo que se ha convertido en realidad, es un reflejo de esa frustración y esa traición ante la que nos plegamos al madurar. El éxito de Ghost World dio pie a una adaptación cinematográfica que, aunque no estaba mal y la protagonizaban Thora Birch y (wow) Scarlett Johansson, no tuvo ningún éxito.
Fran G. Lara
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