El Tratado de Utrecht en su artículo X dice: ¨El Rey Católico [Felipe V], por sí y por sus herederos y sucesores, cede por este Tratado a la Corona de la Gran Bretaña la plena y entera propiedad de la ciudad y castillos de Gibraltar, juntamente con su puerto, defensas y fortalezas que le pertenecen, dando la dicha propiedad absolutamente para que la tenga y goce con entero derecho y para siempre, sin excepción ni impedimento alguno».
No obstante, los que reclaman la vuelta de la propiedad al Reino de España, gustan de esgrimir motivos emocionales y subjetivos que por su patrioterismo dan tanta lástima como vergüenza ajena, y que anclan su ardor en pasadas glorias imperiales cuyo anacronismo hiede a vasallaje monárquico. Semejantes personajes, exentos de todo pudor son capaces de destrozar con una sola frase cualquier resto de diplomacia que pudiera quedar a España. Por poner un ejemplo de lo último, el deplorable momento de un Margallo encantado de haberse conocido saludando a un representante del Reino Unido, a quién estrecha la mano mientras le espeta: ¨Gibraltar español, ¿eh?¨, acompañado de un guiño y una sonrisa blanda como su belfo colgante que suele brillar ensalivado ante los focos de sus actuaciones –en el sentido más teatral posible- con la que castiga a un público hastiado en sus ruedas de prensa. Intentaré obviar esos motivos puesto que gracias a Felipe V de Borbón es difícil deshacer lo firmado hace trescientos años.
Objetivamente, el Gobierno español ha mentido a sus gobernados diciendo que en Gibraltar no se pagan impuestos y que es un nido de defraudadores, cuando el impuesto de sociedades asciende a un 10%. Otra cosa es que debido a esa ventaja fiscal tan competitiva se domicilien innumerables sociedades en Gibraltar. Bastaría implementar la estrategia llevada a cabo por China respecto a Hong-Kong, convirtiendo todo el área que rodea la antigua colonia británica en territorio de libre comercio con nula fiscalidad para inversiones foráneas, lo que no ha hecho que la zona se convierta en un nido de blanqueo, sino en un centro financiero del que Shenzen es cinturón industrial por pura lógica. En el primero se concentran las oficinas y en el segundo las industrias. Shenzen está tan próxima a Hong-Kong que las divide una calle, igual que Gibraltar y La Línea. Al convertir Shenzen en zona económica especial se logró integrar sin tensiones a la colonia en la República Popular China una vez diluidas sus ventajas al utilizar sus mismas armas, libertad económica e impuestos mínimos. Si se hace de toda la Comarca del Campo de Gibraltar una zona de libre comercio, se integrarían los polígonos industriales de Algeciras y Los Barrios con Campamento como zona de producción, por tamaño y disponibilidad de terreno, quedando como centros financieros Gibraltar-La Línea de la Concepción, al estilo Hong-Kong-Shenzen, dejando a San Roque, Tarifa, Castellar de la Frontera y Jimena de la Frontera como núcleos menores más orientados al turismo.
Continuando el razonamiento, quiero apuntar que respecto al contrabando de tabaco los ¨güistoneros¨, ¨gayumberos¨ y otros contrabandistas (que así se denominaba a los que pasaban cajas de cartones de Winston en playas como la Atunara de la Línea y otras) han poco menos que desaparecido desde 2002, pues las lanchas planeadoras que antaño transportaban tabaco a Gibraltar y que hoy intentan desembarcar fardos de hachís en cualquier playa entre Trafalgar y Punta Chullera, son detectadas por el ultrasofisticado Servicio Integrado de Vigilancia Exterior operado por la Guardia Civil desde ese año, lo que hace absurda esa argumentación. Por otro lado, a través de la aduana de la verja es imposible pasar más de un cartón de tabaco, y el que lo dude que lo intente.
La pesca merece capítulo aparte. No cabe pensar en una evolución de la economía campo-gibraltareña al margen del sector pesquero y de los hombres que los sustentan. Desde antes de que Gibraltar pasase a manos inglesas, ya había conflictos entre los pescadores de Gibraltar y los de otras zonas cuyos caladeros eran menos ricos, sobre todo por el atún. Cualquiera que tenga la paciencia de bucear en el archivo de San Roque puede encontrar las ordenanzas relativas a la pesca y a las jábegas malagueñas dictadas entre 1697 y 1711 por la Real Chancillería de Granada y dirigidas a la ciudad de Gibraltar, sobre la que no tenían de hecho jurisdicción. Gibraltar pertenecía al Reino de Sevilla, pero acudían a sus caladeros los pescadores de jábegas de Manilva, Casares, Estepona y hasta de Málaga, cuando no de puntos más al Levante, puesto que al estar parte de las costas Gibraltareñas orientadas hacia allí, los pescadores del Reino de Granada daban por hecho que tenían derecho a pescar en sus caladeros.
En cualquier caso la riqueza de los caladeros de Gibraltar es tan conocida que sus aguas han sido faenadas por prácticamente todos los armadores desde Conil y Zahara hasta Estepona, cosa que no ha cambiado desde el paso de la propiedad de la roca de España al Reino Unido. Una vez prohibidas las artes practicadas por los jabegotes –el popular copo, tradicional arte de arrastre que esquilma el fondo- se pesca con palangre -boyas que sujetan hileras de anzuelos que flotan libremente atrapando al pez con engaño de a uno, pudiendo tocar el fondo o flotar a cierta distancia de él, lo que no esquilma como hacía el copo-.
Aunque las supuestas aguas territoriales auto-otorgadas por Gibraltar a sí mismos irían hasta las tres millas desde la cara de Levante y hasta la milla y media desde la cara de Poniente -que da al interior de la Bahía de Algeciras-, se permite prácticamente al igual que desde tiempos de los Reyes Católicos que los pescadores de la zona faenen hasta los 225 metros de la costa, por lo que extraña que esos bloques de hormigón si se han lanzado tan cercanos a la costa molesten al palangre si no es de fondo, pues es difícil que se enganche.
En definitiva, ni el caso de la pesca es tal, pues existen acuerdos tácitos basados en la costumbre para mantener una armonía suficiente que permita la subsistencia de las cuatrocientas familias que dependen directamente de esos caladeros, aunque se hayan habilitado otros cercanos; ni el caso del contrabando es tal, puesto que el SIVE lo resuelve, ni el caso del blanqueo es tal, puesto que Gibraltar tiene sus leyes impositivas, eso sí, más competitivas que las españolas. Es todo, una vez más, un hueso que echan a roer a los españoles para que no metan sus hocicos de súbditos en los graves y verdaderos problemas mientras los gobernantes andan de vacaciones navegando en los yates de sus amigos oligarcas.
JM Alonso