Revista Opinión

Gibraltar: los grandes traidores son los políticos españoles

Publicado el 25 noviembre 2018 por Franky
Las medallas que se está colgando Pedro Sánchez son de hojalata. Él no ha ganado sino que ha sido engañado y ahora él quiere engañar a los españoles diciendo que ha sido el vencedor. Pedro Sánchez levanta el veto a cambio de unos documentos que tienen un valor legal dudoso. Los gibraltareños dicen que nada ha cambiado y que lo que ha obtenido España no tiene valor legal alguno. Gran Bretaña dice que nada ha cambiado en su posición sobre la soberanía de Gibraltar. Pedro Sánchez es el único que habla de victoria. La mayoría de los observadores y analistas creen que España apenas ha conseguido algo más que palabras huecas porque el documento principal no ha cambiado y sigue dejando a España fuera de las negociaciones. En España, como ocurre siempre, los sometidos y subvencionados se creerán las mentiras del gobierno. Lo único cierto en este panorama de confusión, mentiras y medallas sin metal es que el conflicto de Gibraltar apenas ha comenzado y que seguirá marcando la política exterior de España durante mucho tiempo. El drama de Gibraltar, como casi todas las lacras que azotan a España, es obra de los políticos españoles. Basta un somero y objetivo análisis del tema Gibraltar para descubrir que los traidores y los culpables de que Gibraltar sea todavía una colonia británica están dentro de España y que son nuestros políticos. En lugar de concentrar industrias y riqueza en torno al Peñón, nuestros gobiernos han permitido que la roca esté rodeada de desempleo, atraso y pobreza y que los habitantes del Campo de Gibraltar dependan, para subsistir, del tráfico de drogas y del trabajo de segunda clase que puedan ofrecerles los colonos llanitos, toda una vergüenza que todavía es más humillante cuando las encuestas revelan que los habitantes de esa comarca deprimida prefieren ser ingleses mejor que españoles abandonados a su suerte. --- Gibraltar: los grandes traidores son los políticos españoles Los principales culpables de que tengamos en nuestro suelo la única colonia existente en Europa no son los ingleses, sino los políticos españoles, que fueron los que la perdieron y la entregaron en el Tratado de Utrech y hasta ahora han sido incapaces de recuperarla.

La recuperación de Gibraltar no se producirá por la firma de un papel en Bruselas, ni llegará por una operación militar de asalto, en la que tendríamos las de perder y recibiríamos, como advertencia, una bomba nuclear inglesa, sino asfixiando al Peñón en un mar de riqueza exterior y en dificultades para sus habitantes, forzándolos a desear ser españoles. El camino correcto es el que emprendió Franco cerrando la verja, pero al Franquismo le faltó la segunda parte de la estrategia vencedora: el desarrollo económico del Campo de Gibraltar.

Nada de disfrutar de sus mansiones en la Costa del Sol, ni de cobijar a cientos de empresas que operan en España y pagan allí sus impuestos, nada de facilidades como las miles de líneas telefónicas que les regaló Felipe González, acoso a empresas piratas que operan desde Gibraltar para evadir impuestos en España, ninguna facilidad para atravesar la verja y prohibición de que los ciudadanos españoles trabajen en ese suelo maldito. Pero, para lograr todo eso, España, en lugar de un refugio para políticos sin inteligencia ni decencia, debería ser un país serio, estratégicamente capaz, valiente y con verdadero sentido del honor y del deber de recuperar el suelo patrio mutilado.

Esos políticos españoles que se quejan de que Gibraltar dañe la economía española por ser un paraíso fiscal, deberían entonar el mea culpa por haber creado en España el "infierno fiscal" mas sucio y depredador de toda Europa, ante el cual es lógico que miles de empresas y de ciudadanos prefieran soportar el suave sistema fiscal gibraltareño que la brutalidad de los impuestos españoles y su absurda burocracia.

El único que le echó coraje y pelotas al pirata británico, que por mucho que digan los políticos sigue siendo nuestro peor enemigo, fue el general Franco, que se atrevió a cerrar la verja. Después llegaron los falsos demócratas y dijeron que los británicos eran nuestros amigos y aliados y que el cierre de la verja había sido un error. Mentiras acomplejadas y cobardes.

Es lógico que Gibraltar defienda sus intereses, que son seguir perteneciendo a Gran Bretaña, como también es lógico que los ingleses defiendan como propia la soberanía de ese territorio, tan fácil de mantener porque la débil España no opone resistencia. La naturaleza británica de piratas depredadores les obliga a ser colonialistas por la fuerza en Europa y en pleno siglo XXI. Lo que no es lógico es que España sea incapaz de diseñar y realizar una política racional sobre Gibraltar, como la que se esboza en este artículo, que terminaría recuperando el Peñón en menos de medio siglo.

Primera medida: crear riqueza y empleo en el Campo de Gibraltar, declarándolo zona deprimida de emergencia y utilizando todos los recursos del país para desarrollar esa tierra.

Segunda medida: crearle dificultades crecientes a los gibraltareños haciéndoles entender que España les desprecia y no les recibe con afecto mientras sean colonos de la única colonia de Europa.

Tercera medida: tratar a Gran Bretaña como lo que es: un país enemigo y hostil, no declarándole la guerra, por supuesto, pero si mediante una sabia e inteligente política que demuestre ante el mundo el carácter pirata y depredador de los ingleses en asuntos como las Malvinas, Gibraltar y otros restos de su maldito imperio colonial. Esta política incluye presionar a los cientos de miles de británicos que disfrutan de la hospitalidad española para que, a su vez, presionen a su país, que pone en peligro sus vacaciones bajo el sol español.

Cuarta medida: considerar a Gibraltar como el problema más vergonzoso de España y convertir su recuperación en el principal objetivo de su política exterior, por delante incluso de la pertenencia a una Europa, hoy en manos de políticos y burócratas injustos y corruptos, que odian a los países del sur, los desprecian y no defienden sus intereses.

Quinta medida: alimentar en España el euroexcepticismo, un sentimiento saludable cuando en Bruselas se nos maltrata, ningunea y engaña. La fe de España en la Unión Europea carece ya de sentido ante el comportamiento vil de Bruselas.

Sexta medida: conseguir trabajos dignos en España para nuestros jóvenes titulados, muchos de los cuales han tenido que buscar trabajos de segundo y tercer nivel en Inglaterra, donde limpian suelos ingleses, reparten pizzas y sirven hamburguesas. Repatriar a nuestros españoles de Gran Bretaña debe ser prioritario.

Francisco Rubiales


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